lunes, 28 de enero de 2013

Un corto eterno

Hay veces que nos empeñamos en ciertas cosas que contra natura son imposible. No importa, el ser humano es obstinado y cabezota, sabe que se la va a pegar y aún así… va de cabeza.




Eso es lo que me ha pasado a mí en esta ocasión. Sabía el resultado pero incrédula de mí, pensé que podría haber algún milagro o que estuviera la suerte bajo una piedra, para que no fuera tal cual tenía que suceder, sino que fuera distinto… ¡qué tontería!

Pero es que, amigos míos… la suerte no existe, puedes tener un mejor o peor día, te puede pasar que te tuerzas o te lesiones, pero en realidad, la verdad de todo ello… es que lo que existe es el trabajo, con lo que o lo tienes o no lo tienes, está o no está dentro, no pretendas que te caiga por arte de magia porque eso no sucederá nunca. Y ya de milagros, ni hablamos.

Lo cierto es que no llevo un mes de enero bueno, desde la noche de la San Silvestre arrastro una especie de resfriado que me ha ido dejando sin apenas fuerzas. La cuestión a pesar de todo ello, es que no he dejado de entrenar, aunque es evidente que no he podido sacar ni ritmos, ni tiempos, ni distancias tal y como estaba planificado, pero yo me creo que con no parar el cuerpo no olvidará, no perderá lo aprendido y que todo cuenta. ¿Me estaré equivocando? ¿no lo estaré llevando al límite? ¿debería parar a descansar?

Así es que, la semana del 07 al 13 de enero hice lo que pude y cómo buenamente pude, pero la acabé como si hubiera estado escalando el Himalaya o algo así, porque el domingo después de 15 km por un terreno algo “ondulado”, llegué a casa sin fuerzas y con un dolor en las piernas que no era normal, ¿agujetas a estas alturas? ¡cómo puede ser! Y eso me lastró bastante porque la semana siguiente, del 14 al 20 de enero no fue mucho mejor, muy inconstante en los entrenos, poco regular y prácticamente sin hacer nada de calidad… total, dos días de 12 km de rodaje y los 30 minutos del sábado previos a la competición con unas sensaciones pésimas.




¿Y por qué insisto en llevar la contraria a todo el mundo? Sobre todo a quienes me están aconsejando, si debía haber descansado ¿por qué tuve que probar lo evidente? ¿qué pretendía encontrar? Pues justo lo que encontré… ni más, ni menos y es que a veces parece que me gusta fustigarme por ello porque sabía que me iba a generar desmotivación.

Llega el domingo y muy tranquilamente desayuno, me preparo y me llevo a los niños y a mi madre a Polvoranca… ¡menudo frío! ¡pobrecitos! Y cuando llegamos allí estaban también mi tía María y Luis, Belén y mi tío Claudio haciendo fotos a la carrera… entre idas y venidas, saludos varios y demás, me fui a calentar un ratito sola (las chicas ya se habían ido y no las encontré) y a la vuelta, llegó Mario que estaba por allí entrenando (a penas crucé unas palabras con él porque casi no había ya tiempo) y también estaba Fran (gracias por tu ayuda como “utilero”, je je je). Creo que no estaba muy metida en la carrera, el calentamiento fue muy pobre, no hice ni movilidad, ni técnica de carrera, ni progresiones… nada, total… si para lo que iba a hacer, era como un entrenamiento abocado al fracaso.




Así es que nos situamos en la salida (en esta ocasión no hubo cámara de llamadas, fue todo muy raro) y cuando me quise dar cuenta, se produjo el disparo de salida… y salí. Pero ya salí mal, la carrera estaba “perdida” antes de salir, mi cabeza no iba desde el minuto cero, así es que… tan sólo los primeros 500 m pude hacerlos bien. Empecé a sufrir enseguida, creo que salí demasiado rápido, muy pegada a las chicas de cabeza y eso por supuesto, me penalizó mucho… vi como se iban mis compañeras, vi como se iban todas las corredoras y en mi cabeza sólo había un mal pensamiento, iba asfixiada, apenas podía respirar, las piernas no me iban, no querían seguir, estaba totalmente paralizada… y sólo quería parar, cuando me estaba aproximando a las primeras “S” me planteé retirarme, no tenía ningún sentido ir así… escuchaba los ánimos de mis amigos, mis familiares, a Raúl diciéndome que cogiera ritmo, pero me era imposible…ni siquiera pensar en mis pequeños me sirvieron en esta ocasión… ¿o sí? No lo sé porque cuando llegué al paso de la primera vuelta, decidí seguir… aún me pregunto por qué lo hice, ¿por verles a ellos? Allí estaban mis niños gritándome y no fui capaz de sonreírles, ni de mirarles, casi me avergoncé de mi estado frente a ellos… pero seguí, ¿qué era lo que quería demostrar? ¿que podía ir al límite? No lo sé, aún no lo sé… supongo que simplemente fue cabezonería, no dar mi brazo a torcer, “ella no podría esta vez” y la sentía pisándome el cuello, pero no la dejé… seguí adelante, seguía oyendo los gritos de ánimos y entonces otras corredoras me empezaron a pasar… pero me daba igual, sólo quería terminar, me daba igual dónde y cómo llegar, sólo terminar… otra vez las “S” y se me hicieron durísimas, hasta me tropecé y casi caigo, pero seguí adelante y ahí estaba la recta final, ahí estaban esas chicas delante, “pues que sigan, no pienso ir a por ellas, yo sólo quiero llegar a meta”, sigo a mi ritmo y pienso “esto es eterno, por favor que acabe ya” y justo a 50 m llega otra chica que me intenta adelantar… y tampoco sé por qué hice esa última tontería, pero apreté, ella esprintó y yo también, no podía dejar que en los últimos 10 m me adelantar otra chica más, eso terminaría de minar mi moral, así es que, no sé ni cómo pero lo hice y entré. Fin.







Es evidente que la carrera fue un desastre, fui vacía desde los primeros 500 m, fui sufriendo durante todo el recorrido, no encontré ni motivación, ni grupo, ni nada que me hiciera levantar el ánimo… simplemente “me rendí” y el resultado fue el que fue, lamentable. Me quedé tocada de moral y me quedé muy tocada muscularmente, los gemelos destrozados, los cuádriceps muy pesados.

Mea culpa… lo asumo, totalmente merecido el “tirón de orejas” que me llevé.


domingo, 13 de enero de 2013

San Silvestre Internacional 2012

Y en el reloj de antaño,
como de año en año,
cinco minutos más para la cuenta atrás.

Hacemos el balance de lo bueno y malo,
cinco minutos antes,
de la cuenta atrás.




Y una vez más como de año en año, estoy frente a ese reloj, hago el balance hasta el momento en que se produce la cuenta atrás… y se oye a gritos “10, 9, 8, 7…”

Como era de esperar, volví a cerrar el año corriendo, pero en esta ocasión un poquito diferente. Es costumbre y tradición desde que empecé a correr, la misma carrera año tras año, así es que volví a participar en la San Silvestre Vallecana… unas veces he buscado la marca, otras veces he acompañado a alguien y esta vez… ha sido mi estreno en la Internacional y aquí está mi crónica.

Este reto de correr la Internacional surgió el año pasado durante la cena de Navidad con mis compañeras Canguras y la verdad, no pensé que aquella “chorradilla” pudiera traerme tanto quebradero de cabeza, porque llegar hasta la línea de salida para salir “disparada” no ha sido una decisión fácil y rápida.

Bueno, no recuerdo muy bien cuándo empecé a darle vueltas, quizás tres meses antes, quizás dos… no lo sé, el caso es que por esas fechas me invadió una sensación de inseguridad, un montón de preguntas, dudas… no estaba muy convencida de ir. La cuestión es que cuando me lo propuse mi intención era “correr la Internacional y hacer algo digno”, no quería llegar la última, no quería hacer el ridículo, si iba a correr una carrera de esa índole, al menos quería hacerlo en un tiempo medianamente aceptable. Y precisamente el tema era todo lo contrario, ni mi planificación, ni mis objetivos de la temporada, nada de esto cuadraba por ningún sitio… esta carrera no era mi objetivo, no se encontraba en el punto adecuado, mi forma física (estando en fase de carga el cuerpo no me daba) y además era una distancia que no estaba entrenando… así pues “¿para qué voy? ¿qué sentido tiene?”.




Constantes divagaciones cruzaban mi cabeza… en el punto de mira, es demasiado tarde y la familia estará esperando para la cena, en el punto de mira, es de noche y hace frío, en el punto de mira, no estoy en forma y no voy a resistir, en el punto de mira, qué pereza no me apetece correr, en el punto de mira, no encontraré mejora, el resultado me va a frustrar, en el punto de mira, estoy acojonada…

Y mientras tanto, entre bromas de inocentes… ¡zas! ¡un jarro de agua fría y realidad! ¿será entonces verdad que me da miedo enfrentarme a mí misma? Conozco mis posibilidades, soy conscientes de lo que hay y de la realidad, no hay truco, no hay magia… ¿por qué tanto miedo a enfrentarme a algo que es evidente? Creo que el problema es algo tan simple como “aceptar” y además… si no, ¿qué más da? ¿importa? ¡pues toma bofetada!




Total, que al final, después de todas esas idas y venidas, alguna discusión por ahí de fondo y más… me dispuse a correr el 31 de diciembre. Inauguramos el día yendo a la San Silvestre Vicalvareña para que los niños corrieran (otra tradición más), corrieron muy emocionados a pesar del frío, lo pasaron bien y nos fuimos a comer un plato de pasta… ¡cómo no! Lo diferente de correr en esta edición, es que durante el resto del día puedes tener una “vida normal”; pasé el día tranquilamente con los niños y Mario, comimos a una hora normal, nos echamos la siesta un ratito… y preparamos todo sin prisas y sin ni agobios, aunque el único agobio ese día era la huelga de transporte público, que nos generó algo de ansiedad por si llegábamos o no a tiempo, así pues, decidimos irnos en metro con bastante tiempo de antelación.

Y después de la eterna espera en el andén, el viaje en metro prácticamente vacío, sin ese colorido tan típico de camisetas que suele inundar los vagones a otra hora, llegamos al Bernabéu a las 19:00 de la tarde. ¡Qué diferente todo aquello! ¿dónde estaba la música? ¿la algarabía? ¿la gente? ¿el barullo? ¿las colas y colas en los aseos o en los stands de bebida? ¡No había nada de eso! Sólo había una noche fría y silencio, no había apenas gente, ni luces, la organización de la carrera estaba desmontando todo, los stands, los aseos, las pancartas y otras señalizaciones. Así pues, enseguida nos encontramos con varios amigos, compañeras y compañeros del Canguro, amigos del GGM y del “mundo”… con los que pasamos un ratito charlando y preparándonos para correr, dejamos las cosas en el ropero, calentamos un poquito con un trote, unas rectas y la eterna pregunta… “bueno Raquel y tú… ¿cuál es tu objetivo? ¿qué vas a hacer?”, así es que justo antes de la salida, tuve que volver a enfrentarme a esa realidad, “¿yo? sólo acabara, ya veremos que sale, porque no me voy a acercar ni a mi marca, así es que… no lo sé”, pero sin embargo sí sabía que lo que iba a hacer era correr todo lo que pudiera, a todo lo que me diesen las piernas, hasta reventar y decir ¡basta!.

Y en el reloj de antaño,
como de año en año,
cinco minutos más para la cuenta atrás.

Hacemos el balance de lo bueno y malo,
cinco minutos antes,
de la cuenta atrás.

Así es que ahí estaba, había hecho el balance, había repasado todo el recorrido hasta llegar a la línea de salida y justo se oía la cuenta atrás, con la élite delante y nosotros allí atrás, justo la última, al final, ahí estaba yo… deseé suerte a Mario y Belén me dijo “pase lo que pase, nunca mires atrás, siempre adelante… haz tu carrera”, la verdad es que al menos me apetecía haber corrido con ella, es una buena corredora y que mejor compañía que ir con una amiga, pero aún así, me grabé sus palabras, respiré, esperé al disparo de salida y cuando se produjo, salí a correr viendo como cientos de corredores salían despavoridos por delante de mí.

Y así arranqué, subiendo Concha Espina, vi a Maite, a Mario y algún amigo más que se iba, mientras no había recorrido ni 200 m me pesaban una barbaridad las piernas y pensé “si no soy capaz ni de subir la cuesta, ¿cómo voy a recorrer 10 km?”, pero ya había decidido correr, así es que, no quedaba otra. Llegué al km 2, me encontré con una corredora del Alcorcón y cruzamos un par de frases, al mismo tiempo vi a Lourdes y a Elsilla que bajaban la primera cuesta de Serrano por la zona del CSIC, las vi alejarse muy sueltas y yo no encontraba mi punto, iba mal y sólo llevaba 10 minutos de carrera. Malos pensamientos rondaban mi cabeza mientras llegaba a la parte central de Serrano, a sus toboganes, a su lujo rodeado de luces, a su tranquilidad, era un ambiente tan diferente a la popular, que me encontré fuera de lugar, me vi sola… ¡estaba corriendo la San Silvestre Vallecana e iba sola! Y fue cuando me pregunté “¿qué estoy haciendo yo aquí?”, miré a mi alrededor, no había apenas gente, no había casi corredores salvo alguna chica unos metros más adelante, iba sola y aunque no miré atrás, me dije si aquella era la carrera en la que quería estar.




Pero no paré, seguí corriendo y a duras penas llegué a la puerta de Alcalá, momento en el que me junté con un par de corredoras más, dos compañeras de viaje con las que haría casi lo que quedaba de carrera. Y justo en Cibeles estaba mi tío Claudio, agazapado haciendo fotos, al momento de pasar se levantó, me siguió unos metros e intentó animarme… pero yo iba mal.

Así llegué a Atocha, acompañada de mi nuevo grupo y allí cambió algo, el ambiente, la gente, aquello era otro mundo… los gritos, los ánimos, el ruido, la gente hacía pasillo a los corredores, casi no podíamos ni pasar, tuvimos que hacerlo de uno en uno y fue una bajada increíble, toda la Avenida Ciudad de Barcelona era un espectáculo. Gracias a la bajada y a Cristina (la chica con la que hice grupo) fui regulando y recuperando un poco las fuerzas, había que llegar hasta el puente como pudiéramos porque quedaba lo más difícil, la subida al estadio, los dos últimos km más duros de toda la carrera. Cruzamos el Puente de Vallecas y enseguida, giro a la derecha y empieza la subida, me temblaron las piernas, eran pocas las fuerzas que me quedaban pero ya que estaba allí, no podía abandonar, había que terminar e intenté no bajar el ritmo. Entonces me di cuenta de que casi en el km 9 Cristina se quedó un poco colgada, intenté tirar de ella pero no me siguió y yo no paré, mientras la otra chica que nos había hecho prácticamente toda la carrera, aguantaba a mi lado mientras su compañero la seguía y gritaba desde la acera para que no se descolgase, que me siguiera, pero al final… también se quedó.

Y prácticamente, otra vez sola, recorrí el último km casi con lágrimas en los ojos, con dolores en los cuádriceps, deseando acabar aquello, la respiración no me daba, empezó a llover y de nuevo vi a mi tío, se puso a mi lado y me animó. En ese momento, a unos 300 m de la llegada me pasó Belén que debía de haber ido todo el tiempo detrás de mi (nunca la vi porque seguí su consejo de no mirar atrás) y mi tío me dijo que me pegase a ella, pero yo volví a hacerlo y lo dije, no podía, no iba, ¡cuánto sufrí!, no me quedaba nada dentro, eran los últimos giros en subida alrededor del estadio, allí estaba, sus luces, se oía gente, Belén se iba y entré en el estadio justo detrás de ella. La verdad es que la sensación fue indescriptible, la alfombra verde, el barullo en las gradas, la lluvia, los focos, la meta y mis últimas fuerzas me permitieron un último sprint, aunque ya me daba igual, sólo me quedaba cruzar la meta y parar el crono… hasta el final.




Y entré con un ataque de tos que casi me muero y vi a Lourdes, a Maite muy contenta (enhorabuena campeona por conseguir ese objetivo), también a Belén y por supuesto a Mario que me recibió como siempre en sus brazos y felicitándome, Roberto y Cristina que entró después, vi a la chica de Tarragona y algún amigo más que ya casi ni recuerdo. Estaba hecho, había recorrido los 10 km hasta el final, no abandoné a pesar de mis pensamientos y además, contra todo pronóstico, incluso hice marca personal bajándola en 25’’, la verdad es que no es mucho pero no deja de ser una MMP y un minuto menos que mi edición del año pasado en la SS Popular: 42’33’’.

Después de ahí, tengo que hacer una crítica a la organización porque cierto es que por lo que vale la carrera, por lo que significa y por lo que mueve, tuvimos que esperar 20 minutos bajo la lluvia hasta que nos dieron nuestras mochilas los camiones ropero (que habían llegado tarde). Gracias a Paco y a Roberto por sus “abrigos” tan originales (aunque no me han salvado de un resfriado que aún hoy, catorce días después, todavía me dura) y al final, entre bromas y agua, saludos y quizás nuevos amigos… nos fuimos a casa a celebrar con la familia el final de año.

Resultado: satisfecha, contenta y agotada… vuelvo a tener la marca para repetir la SS Internacional al próximo año si quisiera, pero por ahora y de momento no voy a pensarlo… ya veré. Pero he de decir que en general, la experiencia me gustó, a pesar de los malos momentos, a pesar de lo duro que me pareció en algunos instantes, a pesar de la soledad, incluso de esa mala organización… fue una nueva y gratificante experiencia, una carrera entre chicas (pocas veces puedo hacerlo porque generalmente voy con chicos salvo en los crosses, pero ese es otro nivel del que ahora no voy a hablar), una carrera en la que puedo medir mis fuerzas de forma más o menos homogénea aunque en esta ocasión, creo que no estaba en igualdad de condiciones. Quizás algún año me la prepare a conciencia, quién sabe… a minuto cada año, conseguiré bajar de 40’ con 40.

lunes, 7 de enero de 2013

¡Aquél debut!

Antes de nada y con un poquito de retraso desearos a todos ¡¡¡FELIZ AÑO!!!

Se me pasan los días y no encuentro el momento, evento tras evento, la familia, los niños, las compras, el trabajo de última hora… ¡las vacaciones! ¿y cuándo escribo yo? Así es que, ahora tres semanas después, parece que por fin encuentro un hueco para dejaros la crónica de mi actuación en el Campeonato de Madrid de Veteranos de Clubes de Madrid.

El año pasado esta prueba fue mi estreno en el cross y la recuerdo con especial cariño. Esa sensación de incertidumbre cuando te enfrentas a algo por primera vez, esos nervios tan difíciles de controlar y al final, no sabes cómo pero se te queda grabado para siempre… la prueba en sí, la distancia, el terreno, los ritmos, las compañeras, el equipo… los consejos de última hora (¡qué buena aquella frase!).





En fin, pues por resumir, la semana del 10 al 16 de diciembre no fue excesivamente dura en cuanto a entrenamientos; primera semana de descarga desde que empecé con los entrenos, una semana en la que pudimos poner el cuerpo a punto para lo que debía ser la primera prueba “seria” de la temporada. Así pues, podría decir que durante esa semana he podido pude darle aire a las piernas, con el objetivo de aligerar mi condición física y prepararme mentalmente para la competición.

Pero últimamente parezco Tomás el Gafe (Gaston Lagaffe) y cada vez que tengo una prueba, algo pasa en mi entorno que me desestabiliza totalmente… no lo voy a poner como excusa, pero de nuevo un tsunami arrasó mi confianza durante el viernes y el sábado, dejando esos despojos que competirían el domingo… fin de semana duro, sí señor. Pero sin embargo, no lo dudé, ni por un segundo se me pasó por la cabeza abandonar, esta vez iba a la carrera sí o sí, me daba igual… echaría el resto.

A diferencia de mi debut, en esta ocasión no existía presión por dejar colgado al equipo, teníamos de sobra chicas para competir en las dos categorías femeninas, tres de mis compañeras competirían en F45/F50 y cinco iríamos a F35/F40; podría haber elegido no ir, pero yo tenía claro lo que quería… aunque sin casi apenas fuerzas, no iba a permitir que me venciera, saldría del “rincón” y correría… eso sí, al menos durante el fin de semana no me dio tiempo a ponerme histérica (algo bueno tenía todo aquello, ¿no?).





Y en la noche del sábado, desde el chat de mis compañeros de entrenos me deseaban suerte, yo que estaba poco habladora y parecía que estuviera de concentración les di un simple “gracias” y en paralelo, los últimos consejos del mister que siempre vienen bien, me dan ese puntito de confianza porque en todo momento encuentra las palabras justas para darme ese empujoncito… así es que, sabía “que no correría sola”.

Preparé todas las cosas y me fui a la cama.

Y el domingo me levanté tranquila, un desayuno ligero, me despido en casa y me voy a Parla. El día estaba frío, lloviznaba y cuando llegué, no encontré a nadie del Canguro. A los pocos minutos llegó Cris con su chavalito y un amiguito (correrían en las categoría infantiles… ¡qué valientes!) y al poco, un par de compañeras más. Estuvimos charlando y esperando un rato hasta que llegó Pepe con la carpa y nos pusimos a ayudarle a montarla. Llegaron más compañeros y cuando todo estuvo listo… me fui a calentar con Marta, una de mis compañeras. A los pocos minutos nos encontramos con Lourdes y Elsilla, con lo que terminamos de calentar juntas.




Llega el momento de ponerse el dorsal, las zapas de clavos e ir a cámara de llamadas… ahí es cuando afloran los nervios, es imposible controlarlos… así es que termino de calentar, unos cuantos progresivos, algo de movilidad, técnica de carrera y ¡a sus puestos! Son segundos de silencio, sólo se oyen las respiraciones de las corredoras, todas preparadas y se produce el disparo de salida.

En el momento de salir me digo a mí misma que tengo que controlar, que no puedo darlo todo en la primera vuelta, tengo que pensar y decido ponerme detrás de mis compañeras para regularme un poco… y enseguida empiezo a oír los gritos de ánimo de mis compañeros “¡vamos Cangura! ¡venga Raquel!” y entre los gritos creo escuchar a Joaquín, ”¿seguro?”. Así es que sin darme cuenta hago la primera vuelta al circuito corto, sin perder a mis compañeras, entre los ánimos y veo que efectivamente está el mister… ¡jo qué subidón! ¡qué detallazo por su parte! Me anima y me orienta para que no deje el grupo, que aguante, que voy bien… y así hago, enfilo la vuelta al circuito largo.





Me encuentro con fuerzas, voy bien, junto con mis compañeras, pendiente del terreno que está bastante resbaladizo, ni los clavos te salvan pero controlo las bajadas y las curvas, consigo no caerme aunque me tuerzo un poco el tobillo… ¡buah, no es nada!. Paso por meta, empieza otra vez la vuelta y ya empiezo a notarme algo floja, pero en mi mente está no quedarme sola… vuelvo a oír los ánimos de los compañeros, Raúl que me grita “¡vamos Wonder!” y me hace reír. Joaquín me vuelve a impulsar “¡vas muy bien Raquel, no te quedes sola, venga!” pero no sé por qué de repente me viene a la mente la imagen de la devastación, todo arrasado, no queda nada y entonces bajo la guardia, me vengo abajo y mis compañeras se me van. No me encuentro con fuerzas de alcanzarlas pero me digo que no queda nada, las últimas bajadas, las curvas y esa última cuesta hacia meta, pero no puedo más… “relaja y recupera, no tienes a nadie detrás… y luego todo lo que puedas hasta meta”, por allí Juanjo también me anima y entonces, los últimos 200 m en subida que se me hacen eternos… me falta el aire, me pesan las piernas, pero hasta que no pase por debajo del arco, no pararé y sufro hasta el final.





Y así hago, cruzo el arco y detengo el reloj, lo miro y veo ¿15:32? ¡no puede ser! Pero me da igual, a mí me satisface y en ese momento me hace sentir bien… mi compañera Niusha ha ganado la carrera ¡felicidades campeona!, mi otra compañera Patricia ha llegado segunda ¡enhorabuena crack!, después Elsilla, Lourdes y tras ellas entro yo, cierra el equipo Marta… y ahí acaba el cross.

Termino la carrera y me voy a saludar a mis compañeros que me han animado y por supuesto al coach que me da la enhorabuena por la carrera, “lo has hecho muy bien, has salido muy valiente” y me siento genial, me gusta… ¡gracias!

Después de eso, me cambio y termino trotando un rato mientras animo en la carrera de los chicos. Al final, el resultado es bastante bueno: el equipo de Patri, Lourdes y Elsilla (vetB) ha quedado primero; Niusha, Marta y yo (vetA) hemos quedado terceras ¡cachis a un punto de las segundas!, el próximo año ya sé que tengo que correr más. Y mis felicitaciones al Fuenlabrada que se ha erigido campeón en esta categoría.

Y enhorabuena a los chicos que quedaron subcampeones en vetA, cuartos en vetB y terceros en vetC… ¡aúpa Canguro!




Como conclusión, contenta por haber mejorado con respecto al año pasado, he recortado algún puesto y sobre todo, he recortado tiempos con respecto a las primeras corredoras… aunque me hubiera gustado haberlo hecho un pelín mejor, entrar junto con mis compañeras para que el equipo hubiera quedado mejor.

Quizás el próximo año sea mejor, de momento, esto es lo que hay.