jueves, 30 de enero de 2014

12-01-14 Cpto de Madrid de veteranos de Campo a Través

Tengo que decir que a pesar de mi premio a mis estrenados 40 años, pronosticaba que la cosa no iría bien en las semanas siguientes.
La semana del 06 al 12 de enero fue algo especial, entre vacaciones y actividades complementarias. Nos fuimos a esquiar unos días, con lo que los entrenos no fueron precisamente los más apropiados para afrontar lo que vendría a partir de ahora. Así pues, un día de rodaje largo, cuatro días de fuerza y tan sólo un par de trotes de 30-40 minutos fueron todo el entrenamiento que pude hacer.


A esto le sumaba el cansancio del viaje, un poco de estrés y un malestar general que terminó siendo de nuevo sinusitis regada con antibiótico. Así llegué al domingo 12 de enero de 2014, prácticamente sin saber si correría o no esa mañana… no obstante, me levanté como pude, con el frío de ese día y con un dolor de cabeza impresionante que prácticamente me anulaba por completo las fuerzas, las ganas, la motivación y sólo me enrabietaba.
Llegamos a Villalba, era la primera vez que corría este cross (en estos últimos años por una cosa u otra, siempre se me ha escapado), la gente que lo había corrido decía que era muy bonito, un cross muy chulo y la verdad, estaban en lo cierto. Una gran dehesa perfectamente señalizada, con todo muy organizado y por supuesto, un gran ambiente deportivo. Corrían todas las categorías, pero además, este cross es campeonato de Madrid de veteranos, con lo que había gran afluencia de “esta edad”. Así es que, dicho y hecho… llegué, dejé las cosas, me preparé y me fui con mis compañeras a calentar a la par que recorríamos el circuito.


Hasta que llegó el momento. No las tenía todas conmigo, según estaba entrenando la cabeza me iba golpeando, apenas podía respirar y me faltaba el aire, con lo que me propuse “lo intento y si me veo muy mal, me retiro... creo que es razón más que suficiente para hacerlo llegado el caso”, es algo que me cuesta, no me gustaría tener que retirarme de una carrera porque sí, creo que el día que lo haces… entras en un círculo vicioso difícil de parar, por eso siempre intento llegar, acabar, sea como sea, pero terminar… hay que entrar en meta cueste lo que cueste. Pero el pensamiento, estaba ahí.
Últimos calentamientos, unos progresivos junto con algo de técnica de carrera, unas risas de última hora y a la línea de salida. Allí estábamos las 300 veteranas alineadas y dispuestas a correr a todo lo que daban nuestras piernas. Casi no me percaté del disparo de salida cuando ya estaba corriendo, en ligera pendiente, me posicioné bastante delante porque justo me pilló el primer giro a favor, con lo que me dije “¡noooooo! ¡alto ahí! no estás ni para excesos, ni para heroidicidades… así es que regula, mantente por detrás de tus compañeras y si al final te queda algo, pues ya veremos” y así hice. Empezamos a subir y de repente vi a Sofía que iba la primera junto con Recuerdo Arroyo (aquello me pareció una locura pero no lo pensé más), me pasaron de inmediato Silvia, Inma y Carmen… y al poquito pasó Margot, yo me mantuve a la cola simplemente intentando aguantar el ritmo. No sé ni el ritmo que llevaba, ni el tiempo, ni nada (se me había olvidado el reloj en casa), así es que fui por sensaciones… ¡y vaya sensaciones!. Tras la subida el terreno es más blando y peligroso, aunque algo más llano, giros y más giros, iba intentando respirar cuando oigo a Pedro “¡suelta esos puñitos!”, intenté relajarme pero iba demasiado ahogada. Sigo corriendo y llega el tobogán, baja, sube, aprieta y el puentecito por encima del río, otra vez bajada con terreno muy blando, sube de nuevo, me cuesta respirar, las piernas no van mal, giro y enfilo la recta hacia la segunda vuelta.



Llegados a este punto ya sé lo que me queda, dos kilómetros más aguantando como pueda, no veo a las chicas (deben ir muy delante), pero al menos no me adelanta nadie, intento aguantar mi posición. Subida de nuevo, giros, adelanto a un par de chicas y me tuerzo el tobillo “¡mierda! no puedo parar, tengo que llegar aunque me cueste”, duele pero intento no pensar en ello. Llevo a otras dos chicas delante y Pedro de nuevo que me dice “¡venga! no te conformes, poco a poco en progresión”, pero la verdad, no tengo fuerzas suficientes para eso aunque no me rindo. Llega el tobogán de nuevo, el puente sobre el río, la subida y veo cerca a Sofía y a Margot, me sorprende verlas pero yo voy francamente mal y mi única obsesión es coger a esas dos chicas que tengo delante… el giro y la última recta, venga el último esfuerzo, intento apretar, acelero un poco y al final adelanto a una de ellas… ¡cachisssss, la otra se me escapó! pero es que no pude hacer más. Al final entro en meta y al parar, siento como la cabeza me explota, con ganas de vomitar e intentando recuperar el aire, llego hasta mis compañeras.
Grandes atletas estas chicas del Fuenla, imparables tengo que felicitarlas una vez más por ese carrerón que hicieron todas ellas, subiendo al pódium en sus respectivas categorías y proclamándose así como las mejores veteranas de Madrid. Yo no puedo hacer otra cosa que conformarme con mi octavo puesto en mi categoría y la decimo octava en la general.


Quizás al año que viene haya más suerte… o simplemente el trabajo dé mejores frutos.

lunes, 20 de enero de 2014

Carrera de Reyes en Yuncler

Pues lo dicho… ¡Feliz Año Nuevo!
Estamos de vuelta… año nuevo, vida igual… jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, porque en lo que a mí respecta, ni me he hecho propósitos nuevos, ni retos nuevos, ni empiezo ninguna colección nueva, ni nada de eso… yo sigo a lo mío como siempre, como el año pasado, como ayer.
Al día siguiente, después de la San Silvestre tocó rodar, pasar página e intentar entrenar un poquito, entre excesos de comida y bebida, porque todavía quedaban unos días de vacaciones y de seguir acumulando kilos. Con lo cual, esto fue un “non stop” y esa semana la terminé con los entrenos planificados: rodaje, fartlek y las sorpresas que pusieron la guinda al fin de semana. Como podéis imaginar, después de mi desastrosa actuación el día 31, mi moral no estaba lo que se dice precisamente en auge, sino al contrario, por los suelos, desmotivada, cabreada, sin ganas y en resumen… aquella expresión prohibida “no puedo” golpeaba mi cabeza. Llegó el sábado, entrenamiento de potencia aeróbica con el grupo de compañeros en el Cerro y puf, empecé mal el día, negativa, agobiada y con “bronca” incluida, empiezo un entreno que no conseguí hacer como estaba planificado y que por supuesto, me dejó totalmente insatisfecha y con ganas de tirar la toalla… ¿pero por qué tengo que estar siempre igual, debatiéndome entre lo que me gusta hacer y lo que creo que puedo hacer? Mal día.
Pero peor parecía el día siguiente, 05 de enero de 2014, mi cumpleaños… ¡qué horror! ¡40 tacos! No sé por qué se me han atravesado y por aquello de “hacer balance”, el resultado que voy obteniendo no es muy favorable… pero no voy a entrar a debatir en este blog esta cuestión. El tema es que aparentemente este día se preparaba como otro cualquiera, levantarme tranquila, hacer algunas compras para la merienda, perrear… cabalgata de Reyes y poco más, pero… al final entre Mario y los compis de entreno, me convencieron para ir a Yuncler a pasar la mañana, a hacer una carrerita de 8 km y comer migas con huevos fritos con todo el pueblo… pues nada, no parecía que hubiera un plan mejor, así es que… allá que nos fuimos los cuatro a correr y a comer, pasar un rato con los amigos y a que los niños se divirtieran.



En fin, llegamos a Yuncler y allí estábamos todos, el grupito de entreno de Joaquín al completo, César, Cristian, Fran, Javi, Mario, Noelia, también el cuñao Alfre y yo, con toda la familia al completo, así es que, quisiera o no, tenía que intentar disfrutar de esa carrera y bueno, darlo todo hasta donde pudiera, porque básicamente no sé hacer otra cosa… yo si compito, compito y si no… me quedo en casa. Después del ratillo previo de calentamiento y demás, unas risas, unas charletas… nos pusimos en la salida intentando mitigar el frío entre la gente, hasta que se produjo el disparo de salida y ¡a correr!. Yo salí a mi ritmo, por delante de los chicos, pero sin ninguna intención de nada, sabía que me adelantarían en breve, así es que, simplemente intenté poner ”mi ritmo de crucero” independiente de ellos que irían mucho más rápido y olvidarme un poco de por dónde irían para no agobiarme. Así fue, en la primera cuesta nada más salir, me empezaron a adelantar todos… qué dura se me hizo, 200 m de subida para luego bajar un poquito, llegar a la iglesia del pueblo y volver a subir una pequeña cuesta, de ahí… son otros dos km de cuesta tendida, no muy pronunciada pero sin descanso. Ya iba mal de respiración, me ahogan las cuestas y en ese momento, me alcanzó Cristian que al final, vendría conmigo toda la carrera. Se me hizo difícil la primera vuelta, pero bueno… tras la subida, un descenso que te permite recuperar aire y luego un poco de llano hasta la meta. Ahí estaba la primera vuelta, no sé ni al ritmo que iba, pero estaba cansada y encima, sabía lo que me quedaba aún, un sube-baja constante nada fácil. Sin embargo al pasar oigo ”¡tercera mujer!” y eso me anima, pero más aún me animan los gritos de mis amigas “¡venga Raquel!”, de nuestros chiquillos y chiquillas, oigo hasta un “¡vamos Wonder!” que me hace reír, pero sobre todo de mis pequeños “¡venga mami!”, entonces aprieto puños y dientes, levanto la cabeza y me digo, “venga, a por la segunda vuelta, vamos a mantener el ritmo y al menos, intentemos no perder la posición”.

 

Y así, con todo y con eso, con la ayuda y los ánimos de Cristian que fue regulando y controlando la carrera con respecto a otras chicas… fuimos pim pam, pim pam subiendo y bajando, asfixiada y con un dolor de piernas considerable. Reconozco que los últimos dos km se me hicieron duros, a pesar de ello intenté incrementar el ritmo porque Cristian iba tirando de mí y mi máxima obsesión era no perder puestos, me daba igual el tiempo, pero ya que estaba allí y que tenía la posibilidad, no quería que se me escapase de las manos… así es que, di todo lo que pude y lo hice lo mejor que pude. Iba algo nerviosa porque veía a Cristian mirar para atrás, no me decía nada, lo que no sabía era si habría alguna otra chica cerca, pero no me atrevía a mirar para atrás, así es que sólo corrí más y más, hasta que al final en los últimos metros vi ya la gente cerca de la meta, de nuevo vi al señor que “preanunciaba” que era la tercera mujer haciendo el gesto con los tres dedos y por fin la meta… apreté en un último sprint, pasé y oí por megafonía mi nombre y mi resultado. Fue fantástico recibir a todos los chiquillos abrazándome y dándome la enhorabuena, “¡campeona! ¡tercera!”, “¡mami has ganado!” con sus besos y abrazos emocionados… y al resto de amigos y amigas, también dándome la enhorabuena, gracias a todos por esos momentos porque en verdad que no es para tanto. Y gracias por supuesto a Cristian me acompañó, animó, me guió y fue dándome conversación para que se hiciera más liviana, fue un placer.



Después de ahí, pues lo normal, disfrutamos de unos riquísimos huevos fritos que habían preparado para todo el pueblo, las migas ni las vimos (debieron comérselas los espectadores), cerveza y refrescos, risas y preguntas, la chiquilla de César diciéndome “ahora sé por qué te llaman Wonder”, lo cual me hizo mucha gracia, Bruno corriendo después, Lola sin despegarse de mí como loca y como no… la subida al pódium, por dos veces, tercera de veteranas con copita incluida y tercera de la general (mismo pódium por cierto) con copón y chorizaco incluidos. Ahí están las fotos de rigor, entre ellas con el subcampeón mundial de 1.500 m José Luis González Sánchez que estaba entregando los premios.





La mañana terminó comiendo y bebiendo en un bar en Yuncler con todo el equipo, después nos fuimos a casa para descansar un poquito, para después ir a la Cabalgata de Reyes Magos con los niños y finalizar el día con la merienda típica de mi cumpleaños. Unos celebran sus 40 años con fiestas a lo grande, otros con algún viaje, otros quizás ni lo celebren… yo simplemente ese día corrí y luego no hice nada especial, sino lo que hago normalmente, en casa con la familia una merienda… “deseos pedidos y velas apagadas” ahí queda la celebración de mis 40 años, ahora a esperar a que lleguen los Reyes Magos.






viernes, 17 de enero de 2014

San Silvestre Vallecana Internacional 2013

Bueno, bueno, bueno… ¡vaya retraso el mío! Fin de año, comienzo de año… ¡Navidades de por medio y Año Nuevo!
En resumen, que ya casi ni me acuerdo de estas semanas porque lo cierto es que han estado llenas de sensaciones, algunas carrerillas, entrenos, bajones, regalos, fiestas, etc. etc. etc.
En mi última entrada os contaba ese “pequeño estreno” de temporada con el cross en las Rozas, pues bien… a este estreno, le siguió la ya mítica y tradicional despedida de año corriendo la San Silvestre Vallecana, este año de nuevo en su versión Internacional.


Así pues, tras la competición, retomé la siguiente semana con los entrenos allá como pude, entre nervios y tensión… no consigo saber por qué esta carrera me estresa tanto, si al fin y al cabo ni me juego nada, ni voy a conseguir nada pero lo cierto es que no consigo disfrutar de ella al 100%. Al final creo que es una de las pruebas más claras en las que mido mi esfuerzo, mi trabajo y por lo tanto, el resultado obtenido… es la prueba que me lleva a un enfrentamiento real conmigo misma, porque es la prueba que año tras año marca la pauta de mi evolución como corredora; entonces cuando pienso que el resultado puede ser peor que el año anterior, mi cabeza empieza a decirme que he llegado a mi tope y que por lo tanto, el camino ha llegado a su fin y que ya no existe ningún sentido por el que seguir. Pero esto, lógicamente son mis elucubraciones, mis conclusiones, etc… que pueden o no ser reales, certeras o simplemente, paranoias mías, por aquello de ir poniéndome la zancadilla una y otra vez.
Dicho lo cual, la semana anterior a la carrera, del 23 al 30 de diciembre de 2013, los entrenos fueron algo caóticos y salieron de aquella manera, pues no conseguí ceñirme al plan de ninguna de las formas: prácticamente no hice calidad salvo algunos cambios de ritmo y un día de potencia aeróbica que me dejó KO, bloqueada, con muy malas sensaciones, poco más y carrera continua. Así es que, de esta guisa… poco podía pretender. Si lo físico no había acompañado, lo mental era aún peor, mi cabeza no estaba o más bien estaba “out”, pero si me había inscrito, había que hacerlo.
Llegó el día y todo tranquilo, ese día ya de vacaciones es de relax total, haces las pocas cosas por la mañana que te apetecen y te preparas para la noche. Es cierto que me da mucha pereza esta versión de la San Silvestre, es muy tarde, hace frío, sabes que llegas casi con la hora “pegada al culo” para cenar, el ambiente cuando llegas al Bernabéu es casi desolador, mientras desmontan todo lo referente a la popular, poca gente, unos 800 corredores que además sabes que irán delante de ti, en fin… un mogollón de ventajas. Pero bueno, íbamos varios amiguetes, nos veríamos allí en la salida y luego… pues poco más porque cuando llegas al estadio de Vallecas no te quedan ni ganas, ni tiempo para más. ¡Eso sí! al menos yo este año corría con compañía y es que durante toda la carrera me acompañó mi “salao amigo” gaditano Aníbal, que me fue animando y llevando el ritmo durante toda la carrera… ¡gracias guapísimo! En verdad que disfruté de ello muchísimo, a pesar de lo jodida que iba, je je je.


En fin, en resumen… salida bastante controlada, después de un calentamiento por los alrededores del Bernabéu, con los amigos, las bromas y unas risas… empecé a correr. La primera subida siempre se hace un poquito rápido por aquello de que es la salida y de verdad, eso se paga porque llego a Serrano tocadilla. Pero ahí ya había hecho un grupeto con varias chicas, a la cola de la carrera y más o menos, pim pam, pim pam… fui manteniendo el ritmo, al menos eso creo porque no suelo mirar el crono mientras corro, pero era mi sensación. Mientras Aníbal iba diciendo “¡si seguimos a este ritmo, hacemos 41’!”, pero yo no las tenía todas conmigo y mis sensaciones no eran muy buenas. Intenté controlar la respiración, me notaba muy justita y las piernas me molestaban bastante, no iba cómoda, oía comentarios como “los últimos serán los primeros”, no me sentía ligera ni motivada, pero con todo ello, llegué hasta la Puerta de Alcalá. Hasta entonces la animación había sido justita, pero aquello fue todo un espectáculo, iluminada como nunca, un grupo de góspel cantando y mucha gente. Eso sí anima y te sube un poquito la moral, pero mis sensaciones eran que iba justita a pesar de que quedaba el mejor km de bajada y también los peores de subida, en ese punto prácticamente dejé al grupo de chicas con las que iba. Así fue, llegamos a Cibeles, Neptuno, Atocha y por fin empezamos a bajar por Avda Ciudad de Barcelona, donde la gente te hace pasillo y te sientes fuerte, escuché a Gonzalo animarme y entonces, corres como nunca y te dejas todo, hasta el punto de que luego lo ganado, lo pierdes. Justo al pasar bajo el puente de Vallecas, el grupo que allí estaba tocando se despedía, era su última canción y a la vez, eran mis dos últimos km… ¡lo peor! Y es que allí, la gente ya no te es suficiente, aunque te animan por todo lo alto y el griterío es espectacular, tus fuerzas están mermadas, las piernas duelen mucho, no puedes más y tus pensamientos se intercalan entre llegar y abandonar.
Son dos km infernales, entre giros, subidas, algún repechito que te deja respirar, no ves nunca el final y a pesar de que quieres correr, no puedes. Aníbal me iba animando, intentaba sacar todo lo que quedaba de mí, pero yo me resistía al esfuerzo, sin embargo, en esos últimos metros conseguí adelantar a un par de chicas, eso te da fuerzas pero las piernas duelen. Por fin el último giro y ya ves el estadio, por fin las vallas que lo rodean, por fin la entrada y la alfombra verde, allí está la gente en las gradas, allí está el arco de meta, el césped, los últimos 200 o 300 m, no lo sé y aprieto, mi último sprint y entro, junto con Aníbal… y veo a Mario, como siempre esperando mi llegada, veo al resto de amigos y veo el crono… 43’29’’, ¡qué decepción! casi un minuto peor que el año pasado… y entonces pienso, “¿será este el final? ya está, no puedo mejorar, se acabó” y me recorre una rabia por todo el cuerpo.




Lo cierto es que me duró poco porque como despedida nos hicimos unas fotos allí en el pódium, nos deseamos feliz año y a otra cosa mariposa… ¡para casa y a por las uvas! ¿y mañana? Ya veremos qué pasa mañana.
¿Y al año que viene?