sábado, 31 de enero de 2015

¿Seguimos bailando?

¿Y por dónde sigo yo? Después de aquellas cuatro primeras semanas… ¿qué ha pasado desde entonces? El caso es que prácticamente han transcurrido tres meses y volver a retomar sensaciones del pasado, es muy complicado, recordar las carreras en las que he participado (porque creo que decir “competido” no sería muy adecuado) es más que difícil… pero allá vamos.
Después de la media de Bilbao, los entrenos continuaron. En las siguientes cuatro semanas empiezan a entrar en escena las cuestas que atacamos dos días a la semana, que junto los dos días de circuitos de fuerza, las piernas empiezan a notar los esfuerzos y el avance se hace duro, el cuerpo pesa. Seguimos con los cambios de ritmo y los fartlek, que van acompañados de pequeñas series de 200 m. Subiendo kilómetros, subiendo velocidad.




Llega el fin de semana del 15 al 16 de noviembre de 2014: viajamos el sábado a Valencia. Mario, un par de amigos y un gran grupo de compañeros del trabajo van a correr el maratón de Valencia, así es que ya que iba a acompañar y a asistir a Mario en la carrera, decido correr el 10 K por hacer algo. Y nunca mejor dicho porque lo cierto es que no lo pasé nada bien, ni llegué en buena forma física porque estaba con un gripazo y hasta arriba de antibióticos, ni me centré en mi carrera porque fui pensando en cómo organizarme para llegar a tiempo al km 17 en donde tendría que ver a Mario por primera vez para llevarle sus “brebajes” y ni rendí lo que debía dado que estaba en periodo de carga y me pesaban muchísimo las piernas. El viaje fue rápido y ameno, desde temprano nos fuimos en coche José Luis, Nacho, Mario y yo… llegamos a Valencia, hotel y de ahí a por los dorsales, tranquilamente después nos fuimos a comer una paellita muy rica con un gran grupo de amigos “foreros”, Alex, Beto, Juanjo, Sonia, César, Jorge… una velada muy agradable y como siempre muy instructiva, porque definitivamente en ese grupo había corredores con mucha calidad, atlética y humana, así es que… podéis imaginar qué agradable combinación. Tras eso, nos fuimos a descansar un ratito y hasta la cena. Yo personalmente me fui a cenar con mis compañeros del trabajo, otro gran grupo y otro gran rato de risas, nervios, conversaciones varias y algunas sorpresas, Antonio, Marta, Paloma, Fernando… uf! Otra magnífica velada que disfruté y tras la cual me fui con una cierta energía a la cama que desde luego, no tenía que ver con la competición. Quizás era porque sabía que no tenía mucho que hacer al día siguiente, mis condiciones me limitaban bastante, así es que de nervios… esta vez andaba bastante bien.




Nos levantamos a las 6:30 de la mañana, allí estaba, desayunando como si yo también fuera a correr el maratón, rodeada de ilusión, nervios y de atletas de élite… desde luego que en aquél salón estaba el ganador porque nos encontramos con todos los africanos que disputaban la carrera. Un desayuno de lo más normal y tirando para la salida. Después de dejar la ropa en el ropero, me despedí de mis compañeros de viaje y de Mario, pues todos se iban al maratón y allí me quedé yo sola, calentando para entrar al 10 K. La verdad es que se levantó un buen día, soleado y agradable de temperatura, así es que era ideal para hacer una buena carrera y una buena marca, pero no para mí. Se oyen los últimos ánimos del speaker y pim pam, salida todos juntos pero separados, el maratón tira por un lado y el 10 K por otro, se cruzan, se saludan pero en ningún momento se mezclan… muy buena organización. Así es que salgo todo lo digna que puedo, no sé el ritmo que llevo, quizás 4:30 o algo menos, no me dan las piernas para mucho y me voy asfixiando, voy recorriendo kilómetros entre gente que me adelanta, gente que se queda, ánimos en algunas zonas y mis pensamientos… “¿y cómo hago para recoger las cosas del hotel y llegar hasta Mario?”, “tengo que llegar a tiempo, no puedo fallarle”, “llego a meta y me voy corriendo a por las cosas… ¿y si paso por el hotel justo al paso del km 8 y recojo la bolsa?”. Con todo este maremágnum no sé ni lo que voy haciendo, ni el ritmo al que voy, ni la marca que voy a hacer… lo único que está claro es que no voy a mejorar mi marca, no estaba el horno para bollos, así es que definitivamente me arriesgo y cuando paso por la puerta del hotel, entro y cojo la bolsa que tenía en recepción preparada para asistir a Mario. La gente que me ve se queda flipada, me mira y pensarían… “¿qué hace esta loca?”, pero yo tenía en mi cabeza que no podía fallar a Mario y era lo único que me importaba. Me cuelgo la bolsa a la espalda y la verdad, tengo que decir que fueron los dos km más largos de mi vida, tres botellas de medio litro, una camiseta y un pantalón, parecían que llevase un quintal arrastrando. No sé ni cómo lo hice, no sé ni cómo llegué, pero fue un recorrido que sufrí mucho por el peso, lo incómodo de la mochila, la pesadez de piernas… sólo quería que llegase la meta y la verdad, no disfruté nada, ni el ambiente, ni el típico “Thunderstrack” de ACDC, ni la llegada tan bonita por el Museo de las Ciencias, ni la alfombra azul… nada… sólo quería llegar, entré en meta con mi mochila a cuestas y seguí corriendo sin parar, tan sólo para coger una botella de agua y una bolsa de naranjas que metí en la bolsa… más peso. Y corre que te corre, otros dos km sin parar, preguntando y cruzándome con mis compañeras que también estaban haciendo el 10 K y aún no habían llegado. Juro q no me daban ni las piernas, ni el ánimo para seguir pero no podía fallar. Al fin llego, km 17 y empiezan a pasar amigos… “¡uf! He llegado a tiempo”. Por fin me relajo, me cambio de ropa y a esperar a Mario para darle sus bebidas. Primer paso, le veo bien, va bien. Me voy al km 26 y vuelvo a ver pasar a mis amigos, van animados, parecen contentos y les animo. Llega Mario, segundo paso, sigue en ritmo, le veo bien, creo que lo va a conseguir. De ahí, tranquilamente me voy al km 40, pasa más rato, no me cuadran mucho los tiempos y empiezo a preocuparme. Empiezan a pasar de nuevo, el primero es Juanjo que de repente le veo flojo, se para como con un tirón, no va muy bien pero él sigue adelante. Pasan Nacho y Jose, no van del todo mal pero se les ve que algo más bajos, pasa gente, no veo a Mario y por fin llega, le animo, me mira pero no me ve, no sé qué hacer, aunque le he gritado me quedo paralizada… al final arranco y me voy tras él, le hablo pero creo que no es lo mejor porque le veo mal, la mirada perdida, muy sudoroso, no habla, ¿sigo o me paro?, al final le digo “¡vamos Mario por tus hijos! ¡dale hasta el final!” y me quedó allí pensando si podría haberle ayudado, rezando porque llegue bien. Me quedo un rato más en el 40 esperando al resto de amigos y prácticamente les veo a todos, así es que les animo y cuando ya lo considero oportuno, me voy a la meta preocupada. Llegó allí, llamo a Mario, no me coge el teléfono, llamo a Nacho (ya están en el hotel), vuelvo a llamar a Mario y nada… hasta que por fin me llama, ha llegado, está mal pero ha llegado… le espero para volver al hotel y que me cuente. Bueno, no voy a contar ni su carrera, ni sus sensaciones, simplemente ese día no fue bueno para ninguno de los dos, sí lo fue para algunos de mis amigos y desde luego… siempre es una proeza terminar un maratón.



Después del viaje a Valencia… nos relajamos, dejé una semana de transición, no me apetecía entrenar, no me apetecía el esfuerzo y nos hicimos un viajecito familiar, los niños, Mario y yo a Londres… una experiencia de lo mejor que podíamos haber esperado. Los niños estuvieron a la altura, un tiempo inmejorable, soleado y sin una gota de lluvia, turismo, compras, museos… ni si siquiera saqué las zapas de la maleta (aunque me las llevé) y la verdad, no las eché de menos, no tuve cargo de conciencia… fue simplemente, inolvidable. Mi regalo de cumpleaños de los 40, desde luego que no podría haber elegido uno mejor.



Así es que después de ahí… vuelta a la realidad, vuelta a los entrenos, empiezan los entrenos en El Cerro y las series, los miles(que por supuesto me suponían un estrés y un miedo atroz), las series cortas (me gustan más), más cambios de ritmo, más fuerza, más, más y más. Con esto y con todo lo demás, llega mi siguiente carrera. El 14 de diciembre de 2014 en Madrid, bajo una lluvia fría e incesante, corro la carrera de las Empresas con mis compañeros. Allá vamos 130 empleados en equipos varios, yo concretamente hago equipo mixto con tres de mis compañeros más rápidos (creo que tenían demasiadas expectativas en mí), nos hacemos la fotito de rigor para la revista de la empresa (ya sabéis, el paripé que se dice) y a calentar, si es que conseguíamos entrar en calor… No esperaba mucho de mí tampoco en esta carrera, seguía en periodo de carga, la noche anterior había estado de cena hasta bastante tarde con amigos (es lo que tienen estas fechas navideñas) y como tampoco era nada serio, pues me dije que daría lo que pudiera sin esperar mucho a cambio. Salida animada, hacia el Paseo de la Castellana, todo para arriba durante casi 4 km, pesa el ritmo, debo ir como a 4:15 más o menos, veo gente que me pasa y tengo un momento de agobio, pero al final, es el propio cuerpo el que controla la situación, me voy cruzando con mis compañeros que ya van bajando y cuando llego arriba del todo, me doy cuenta de que mi ritmo ha descendido bastante… “bueno, no me importa, al menos me quedan fuerzas para la bajada”, pienso. Y así la empiezo, alegre y con fuerza, cojo aire profundamente y bajo todo lo rápido que puedo, me encuentro bien y voy cruzándome con otros compañeros que esta vez, van subiendo, me adelanta Jaime que se para un ratillo a mi lado, me saluda, me anima y sigue. Llevo delante un par de chicas que espero no perder, no quiero bajar el ritmo pero empiezo a notar las piernas y además queda un último km de subida, no sé si voy a poder. Van pasando los km, llegamos al km 9, ahora queda la subida, a una de las chicas la he pasado, la otra está muy cerca, oigo cómo la animan y me digo, “tengo que pasarla”, sólo por motivarme, sólo por animarme, empiezo a subir mi ritmo, queda poco, la tengo cerca, un poco más, “¡venga Raquel! ¡no pares ahora!” y por fin, en los últimos 200 m hago un último esfuerzo y esprinto todo lo que puedo, paso a la chica, no miro atrás pero sé que me sigue, sigo incrementando el ritmo, ahí está la meta, un poco más y por fin entro. Bueno, digamos que dadas las circunstancias y bla, bla, bla… me quedo satisfecha con el resultado, aunque la carrera medía menos de 10 K, no es una mala marca y sobre todo, como equipo, quedamos los sextos, que la verdad es muy buen puesto. En fin, contenta por haber hecho equipo con Antonio, gran compañero e impulsor del atletismo dentro de la empresa, gran persona, fue su despedida.





Un mar de carreritas sin importancia, un mar de sensaciones y emociones, un mar de entrenos, series, cuestas… un mar de notas musicales que han seguido bailando en mi cabeza. Sobre todo, un mar de amigos y compañeros con los que he disfrutado, sufrido y vivido estas semanas.

¿Seguimos? Pues dejadme que os cuente... empieza el cross.