jueves, 22 de diciembre de 2011

El debut

¡Hecho! Otra prueba más y la verdad, mira que me lo decía mi mamá… “Manolete, ¿pa qué te metes?”.

Evidentemente esto es una broma porque ni yo me llamo Manolete, ni tampoco ha sido tan catastrófico como podría parecer, es más, en líneas generales estoy contenta con el resultado.

La semana del 12 al 18 ha sido dura y no sólo a nivel de entrenamientos. Aunque supuestamente esta semana era de descarga, no ha sido así del todo. Ya os conté que la anterior estuve un poquito tocada muscularmente y no pude realizar el plan bien, con lo que ha habido algún que otro cambio y en esta ocasión le hemos dado un poco de “vidilla” al cuerpo. Han salido tres entrenos exigentes pero que me dejaron muy satisfecha, con rodajes de 12 km a 4’45 y algún progresivo bajando de 4’00 en compañía de mi amigo José Luis, si no hubiera sido por él, seguramente no habría llegado a ese ritmo yo sola (y es que todos entramos al trapo en cuanto nos pican un poquito). Aún así, continúo con las molestias musculares. Y decía lo de que no sólo a nivel de entrenamiento porque el pensar en el debut me ha presionado, me he pasado toda la semana nerviosa y pensando en ello, la distancia, la modalidad en sí, el ritmo, el terreno y en definitiva… en qué es exactamente un cross y cómo afrontarlo (todo porque mucha gente me ha dicho que son muy duros).

Para remate, además, esta semana ha estado llena de acontecimientos lúdicos festivos que han penalizado un poco mis energías y mis fuerzas, pero es lo que tiene la Navidad y me gusta disfrutar de ella. Así pues, cerraba la semana precisamente con una cena de amigos en la que tenía que controlarme para poder estar fresca al día siguiente y con una llamada que me decía “menos mal que vienes mañana, se nos han caído dos de las chicas y al final sólo somos tres para formar el equipo y no hubiéramos podido competir”.

¿Quería presión? ¡Pues toma “dos tazas”! Si ya tenía mis sospechas de que no dormiría la noche del sábado (ya sabéis que me pasa siempre antes de una competición), ahora ya era confirmado que no lo conseguiría. He estado nerviosa por el estreno tanto en el cross, cómo por el club (primera vez cómo cangura), pero al menos existía un pequeño relax porque el equipo que llevábamos al campeonato estaba sobradamente preparado y yo sólo era “el quinto elemento”, ahora la cosa se complicaba y tenía una responsabilidad que me puso los pelos de punta… era la tercera y no podía fallar.

La noche no fue fácil, dolor de cabeza, revuelta por la cena, un sueño interrumpido… ¿nervios? Todo lo que se puede pedir como pre-competición, pero que fue inevitable.

Y amanece el domingo 18 de diciembre. A las 8:30 h estaba en pie, no parecía que los nervios me dominasen excesivamente pero después de la noche tan intensa, me encontraba algo cansada y apenas pude probar bocado (un zumo y medio plátano). Me despido en casa y con las mismas, me fui a Parla dónde había quedado en torno a las 9:15 h con mis compañeras de equipo. Llegué al parque donde se disputaría el campeonato y busqué entre todas las carpas que allí había, la azul del Canguro. Iba algo ensimismada cuando oí que me llamaban y allí estaba Pepe (el delegado) con Lourdes, una de mis compañeras. Nos saludamos, nos presentamos y esperamos a que llegaran más compañeros para terminar de montar la carpa, lo cual hicimos al ratito, pues llegaron Patricia y Marine junto con otro compañero de quien no recuerdo el nombre (perdón por mi memoria pero espero aprenderme pronto el de todos).

Terminada la faena, dejamos las mochilas dentro, le dimos nuestros DNI a Pepe para que nos pasara el control, nos entregó los dorsales y el chip, nos fuimos a calentar, busqué por los alrededores a mi tío pero no le encontré, inspeccionamos un poco el circuito (formado por una parte de 500 y otra de 1.500 m a las que se darían dos vueltas) y he aquí la primera cuestión, ¿clavos? ¿sí o no? Yo estaba flipando, entre el ambientazo que había, el buen rollo que se respiraba, las categorías inferiores corriendo y dándolo todo, animación, el nuevo reto a punto de producirse, el circuito con el sube y baja, giros, barro, césped y además… a ponerse las zapas de clavos que tan sólo había probado el día anterior haciendo unos progresivos y pensé “¿sabré correr con esto? Espero no quedarme clavada o caerme o ¡qué sé yo!”, pero confieso que me apetecía mogollón estrenarlas y ver de verdad qué era eso de correr con unas zapatillas que no pesan nada y que llevan clavos. Así es que a pesar de los nervios, estaba muy emocionada y por supuesto, dispuesta a darlo todo.

Así pues, unos 10 minutos antes pasamos por el control de atletas, comprueban que estamos todo el equipo y nos vamos a la cámara de llamada, de dónde ya no puedes salir. Hacía sol, buen día, aunque frío pero yo no lo notaba y en esos momentos se me vinieron a la cabeza los últimos consejos, “intenta regularte, si al principio sales muy fuerte, frena y piensa en coger un ritmo que no te vacíe”, “deja para el final todo lo que tengas” “suerte y disfruta!”. Últimos momentos de cháchara, algunas fotillos y por supuesto un abrazo entre todas las chicas para desearnos suerte, donde me dijeron “tranquila Raquel, en este cross hemos debutado todas, disfruta del momento” y para atrás hacia la salida.

En la salida, sé que no seguí todas las instrucciones (intentaré no volver a hacerlo), pero es que me sentía muy violenta poniéndome al frente en una prueba que no sabía cómo iba a resultar, en la que era una novata, con vergüenza pensando que podría hacer el ridículo, que si me ponía la primera me pasarían todas las chicas y sobre todo, saldría disparada y descontrolada como una loca. Así es que, me puse en segunda línea y no “saqué mucho codos”. Con el corazón a 200 (supongo porque no llevé pulsómetro) escuché el disparo de salida y arranqué cómo pude, a toda velocidad y con fuerza detrás de las primeras chicas, detrás de dos de mis compañeras. No sé a qué ritmo iba, no lo puedo asegurar, quizás por debajo de 4’ porque me sentí que se me salía el corazón prácticamente al hacer la primera vuelta de 500 m, ¡qué sensación! Giros, subidas, bajadas y cada vuelta escuchaba los ánimos, mi nombre y un “¡vamos cangura!” hasta hacer las dos vueltas de 500 m, donde me adelantaron chicas y una compañera más. Y se inicia la primera vuelta a la parte de 1.500 m, escucho otra vez “¡lo estás haciendo muy bien Raquel, ánimo!”, aunque las zapatillas me dan cierta seguridad, me siento rara e inestable, se me tuerce un poco el tobillo pero no le hago mucho caso, me voy sintiendo cada vez más vacía, sin fuerzas y pensando que me he pasado en ritmo, de poco me sirven los consejos, empiezo a flojear pero sé que no puedo parar y en ese momento me pasa una de mis compañeras que me dice “venga, pégate a mí y vente conmigo”, así es que lo intento, pero no consigo aguantar su ritmo y aunque la sigo de cerca, se me va y entonces, en uno de los giros, veo a mi tío haciendo fotos, lo que me infunde unos poquitos más de ánimos. A partir de ese momento me quedaba la última vuelta de 1.500 m, sin apenas fuerzas, pero sin dolores musculares, aunque las piernas me iban, el corazón no me daba más y casi no podía respirar, pensando que no podía parar y a punto del colapso, con unas ganas de vomitar terribles, me vinieron a la cabeza esas palabras “lo de mañana es fácil, menea el culo hasta que te entre ganas de vomitar y cuando te entre, sigue corriendo”. ¡Vaya si era cierto! pero, ¿cómo seguir corriendo? ¿seguro? ¿podré? Y me dije que tenía que seguir hasta el final, costase lo que costase, aunque bajase el ritmo pero había que cruzar la meta y luego “ya respiraré”.


Tramo final, vuelvo a ver a mi tío que me anima y acto seguido, la última subida hasta la meta, “venga aguanta, un poquito más y ya está”, subo cómo puedo, casi arrastrándome pero veo la meta y me lanzo hacia ella, corro sin fijarme en mi alrededor, no sé si hay chicas delante o detrás, me da igual, sólo quiero llegar, no oigo nada y por fin… cruzo el arco y me digo “¡bien!”, paro el crono en 16’40’’ y aunque no es lo que esperaba, me conformo con no haberme rendido y haberlo terminado. Al menos acabé por encima de la mitad, la 16ª de 34 chicas… ¿qué más se puede pedir? Siendo la primera prueba de estas características, sé que tengo que estar orgullosa del resultado, pero aún así… ¡quiero más y mejor!
Casi no puedo ni quitarme el dorsal para dárselo a la organización, con el corazón todavía a 1.000 por hora llego hasta donde estaban mis compañeras, abrazos por la carrera, Patricia y Piedad con muy buen resultado llegando las segundas en sus categorías (¡enhorabuena chicas!) y finalmente nos vamos hasta la carpa donde nos felicitan por nuestra actuación. A continuación, correrían los chicos.

Fueron los 4 km más largos y duros que he corrido en mi vida, lo pasé mal, sufrí mucho, casi hubo momentos de pensamientos negativos que conseguí desechar, pero en resumen disfruté y lo pasé genial. Creo que lo más importante es la sensación de satisfacción que te invade cuando cruzas la meta porque te das cuenta de que el esfuerzo y el trabajo que estás realizando día a día, tiene unos resultados y una recompensa.

Eso es indescriptible.

Y el resultado final no podría haber sido mejor, los dos equipos femeninos quedamos subcampeonas y en cuanto a los equipos masculinos, dos de los tres que se presentaron, también se erigieron como subcampeones.



Y ahora… ¡a por el siguiente!





lunes, 12 de diciembre de 2011

Navidad, tiempo de ilusión

Ya se respira el ambiente navideño, ese aroma lleno de felicidad que nos embriaga en estas fechas. Es tiempo de celebraciones y fiestas, de comidas y cenas con familiares y amigos, tiempo de abrazos, besos y cariños… es tiempo de ilusiones.

Nos vemos inmersos en acontecimientos que a veces no buscamos, nos encontramos con personas que hace tiempo que no vemos o simplemente, compartimos momentos con aquellos con los que mantenemos una relación algo más superficial. ¿Es lo que queremos? ¿hacemos lo que nos apetece? O simplemente, ¿nos mueve una corriente de hipocresía y cordialidad? ¿qué te mueve a ti en estas fechas?

Este es un debate en el que siempre habrá seguidores y detractores de la Navidad, a mí especialmente me gustan estas fechas, así es que no voy a entrar a debatir nada, simplemente dejaré abierta una ventanita al pensamiento, al por qué hacemos las cosas, a cómo las sentimos o nos las tomamos, al valor que les damos y sobre todo… a la ilusión que nos mueve.

Han pasado dos semanas desde mi última entrada y lo cierto es que salvo algún que otro acontecimiento a nivel personal, no hay mucho más destacable a nivel deportivo (aunque todo depende de cómo se sientan las cosas). Quizás el hecho de entrenar una semana tras otra no sea destacable, a veces perdemos ese valor por sólo mencionar las competiciones, sin embargo, el hecho de poder entrenar ya es muchas veces importante (sobre todo cuando alguna lesión te impide hacerlo). Y es que estas últimas semanas están llenas de emociones, algo que para mí es habitual se ha convertido en algo muy especial, quizás han sido envueltas por la magia de la Navidad o quizás, dicho de otro modo algo más realista, por un objetivo nuevo, porque una motivación diferente me mueve hacia adelante y la ilusión ha vuelto en estos días.

Tras la primera semana de vuelta a los entrenamientos y transcurridas estas dos, puedo decir que he completado una segunda semana más. Aunque he vuelto lenta, me siento pesada, las piernas no responden a los impulsos que envía mi cerebro, el corazón se me dispara a pulsos muy altos, me encuentro fuera de forma y me está costando. Ha sido una semana muy intensa, dura y exigente, un tipo de entrenamiento que me está devolviendo a mi sitio, diferente, extenuante pero que no me deja insatisfecha, porque me gusta y me divierte. Entrenamientos en progresión, kilómetros recorridos a distintos ritmos, cuestas, ejercicios de fuerza y de técnica de carrera, series… ¿qué tiene esto de especial?

Visto así parece un saco de actividades sin ningún orden, pero cómo es de suponer no lo es, puesto que todo entrenamiento es planificado con un objetivo concreto, en mi caso para alcanzar un destino incierto y probablemente complicado, pero que me apetece afrontar. Nadie dijo que esto fuera fácil… ¿miedo? Lo nuevo siempre nos asusta, lo desconocido nos para y nos frena, decidimos seguir haciendo lo mismo porque no nos sentimos valientes o porque nos acomodamos, cómo dice el dicho “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”, pero ¿seguro que es lo queremos? Un día leí unas palabras que decían “siempre preferimos el pasado, porque el futuro es incierto y eso nos inquieta, pero en el futuro está la oportunidad, la conquista, la ilusión, los sueños, la incertidumbre” y creo que es verdad, así pues… ¿qué mejor momento para aceptar esa invitación que éste dónde es tiempo de propósitos, de sueños, de magia y de ilusión? Mentiría si dijera que no estoy algo asustada al haber decidido dar ese pasito más allá, ese salto cualitativo y cuantitativo que seguro será duro, que aunque me costará bastante, estoy dispuesta a conseguirlo porque sólo hay que creer en ello tal y como hacemos con la Navidad.
 

Como he dicho me encuentro lenta, tras la primera semana los últimos ritmos han seguido siendo algo bajos, aún estoy intentando despertar a mis piernas y veo cómo se dispara mi corazón hasta las 203 ppm. Los entrenamientos me están exigiendo un sobre esfuerzo que hasta ahora no había sentido, me muevo en una especie de ansiedad difícil de entender, creo que esto no ha hecho más que empezar y que habrá más sorpresas, incertidumbre, emociones… ¿no es lo mismo que sentimos de niños en estas fechas?

Los km en progresión no los consigo hacer aún en los ritmos planificados, las cuestas me siguen pareciendo duras, con los ejercicios de fuerza y de técnica de carrera me siento un “paquete” y las series me mantienen en tensión la noche antes de afrontarlas… y sin embargo, con el final de la segunda semana de entrenamiento, he empezado a notar el trabajo realizado, a saborear un regusto por lo desconocido y lo difícil, eso me motiva, me hace seguir adelante y me empuja a querer más. Sin embargo, al inicio de la tercera semana algo me ha parado, mi mente quiere una cosa pero mi cuerpo pide otra, noto una sobre carga en los tibiales y gemelos que me frena, el dolor se hace insoportable y decide por mí que toca descansar. Esta tercera semana no ha sido muy fructífera, no he podido realizar el plan tal y como estaba preparado, ha habido que ajustar y bajar intensidad, he tenido que adaptarme a las circunstancias y eso no siempre me gusta porque me quedo con la sensación de que pierdo el tiempo, de que no llego y es que me ocurre cómo a los niños… a veces soy muy impaciente.


A pesar de todo, aunque no he podido ejecutar el plan al 100%, he realizado alguna de las sesiones planificadas, en las que no sólo he podido comprobar si mis piernas están preparadas para aguantar determinados ritmos, hay algo más. El entrenamiento no consiste únicamente en preparar al cuerpo para correr un 1.000 por debajo de 4’, el entrenamiento consiste también en preparar a la mente (algo que yo todavía tengo que trabajar bastante aunque algunas veces lo consigo), en enseñarla a creer que se puede, ella lo domina todo, porque cuando la ilusión te mueve, cuando lo quieres de verdad, te vuelves imparable.

El próximo domingo me enfrento a mi primer cross, será el primer reto nuevo de esta temporada, será la primera prueba de este tipo y no sé qué me voy a encontrar, no sé cómo la voy a terminar. Y podría decir “después de haber corrido 42 km, ¿qué puede suponer una prueba más corta?”, pero es que aunque sólo sean 4 o 6 km, es de nuevo un mundo desconocido para mí, por el terreno, la velocidad, la preparación, los demás atletas… siento que ahora no es una competición contra mí misma, ahora toca competir por un puesto, ahora es de verdad y eso me produce ansiedad y me arruga el estómago. Soy consciente de que esto lo hago porque quiero, porque me gusta, porque disfruto y que no debería suponerme ningún estrés, pero sinceramente… ¿quién se pone un dorsal y no nota la competitividad corriendo por sus venas? A mí me ocurre siempre y no puedo evitarlo, debe ser la adrenalina o las endorfinas, de cualquier forma volveré a hacerlo y no sé qué pasará esta vez, sólo sé que mi corazón irá a mil por hora durante 4 km y mis piernas correrán sin parar como sea, hasta cruzar la meta… dejaré que la magia de la Navidad me lleve, me acompañe y me guíe.

El domingo vestiré y defenderé por primera vez los colores del Canguro y como la vida está llena de casualidades, sigo envuelta en el color azul que me visita en casa cada año por Navidad, incluso también en el trabajo y además, en esta ocasión me traen un regalo nuevo para afrontar mis nuevas carreras… ¿tenemos o no tenemos que creer en la magia y la ilusión?