lunes, 28 de diciembre de 2015

Todo ese ruido que el maldito invierno nunca se lleva...


En la puerta del sol como el año que fue otra vez el champagne y las uvas y el alquitrán, de alfombra están. Los petardos que borran sonidos de ayer y acaloran el ánimo para aceptar que ya, pasó uno más. Y en el reloj de antaño como de año en año cinco minutos más para la cuenta atrás, hacemos el balance de lo bueno y malo cinco minutos antes de la cuenta atrás.

¡Qué tan familiar es esta canción de Mecano! Sentimientos encerrados, tan apropiada para estas fechas… que yo en esta estrofa encuentro varias razones para iniciar mi entrada. Y es que para mí ha llegado el momento, es tiempo de “borrar sonidos de ayer”, es tiempo de “aceptar que ya pasó uno más”, un ciclo más… madurez? desilusión? cambio? aburrimiento? Son muchos los motivos y es difícil enumerarlos… así es que me quedaré con que simplemente ha llegado la hora de tomar un nuevo rumbo.





Hace 4 años y medio, este blog nacía en cierta forma para narrar mis pequeñas historias con el running (hoy tan de moda) o como se diría en español, con las carreras. Contar mis experiencias entre nuevos amigos, aquellos inicios en un deporte para mí antes desconocido y que hoy forma parte de mi vida, empezando en las carreras populares, tocando la cima de la montaña… no tenía otro objetivo que ser un diario de mis sensaciones y sentimientos sobre algo con lo que disfrutaba, que me hizo conocer cosas y gente nueva. Tenerlo por escrito para leerlo en cualquier momento, poder recordarme a mí misma el esfuerzo que se requiere para conseguir las metas que te propones, para no olvidar que lo hacía porque quería, que me gustaba, que me sentía realizada y satisfecha, incluso quería que aquello pudiera ayudar o motivar a otras personas que pudieran leerme. Saber que podría haber gente que se sintiera identificada y que por ello, se animase a hacer esas cosas que a veces “dan un poco de miedo”; intentar que pudieran comprobar la satisfacción que deja el simple hecho de haberlo intentado, el dar un paso para no quedarse con aquél horrible “¿y si…?”; encontrar frases motivadoras que inspirasen a esas personas con objetivos escondidos que están esperando salir a la luz, como aquella que dice “no tengas miedo a fracasar, ten miedo a no intentarlo”… era para este blog, otro de los objetivos.

Yo no pretendía ser nadie especial, simplemente ser una persona más con sus ilusiones, sus objetivos, sus metas, sus llegadas, sus experiencias… describir ese “recorrer el camino”. Y así fui creciendo en este deporte, el atletismo. Pasando de aquellas experiencias entre amigos, dando quizás un pequeño salto de calidad a nuevas disciplinas, me encontré con el maratón, he pasado por el cross hasta llegar a tres campeonatos nacionales (algo inverosímil para una persona como yo, de mi edad y características), he conocido la pista con su exigencia… y todo ello he intentado transmitirlo en este blog, algunas veces con más éxito que otras, pero siempre siendo todo lo sincera que me he sentido. Así es que, espero haberos hecho viajar, sudar, sufrir, disfrutar, reír, llorar… con haberos trasladado un solo instante a alguno de aquellos momentos y que lo hubierais sentido como lo sentí yo, me doy por satisfecha.

Llegados hasta aquí, creo que es el momento de “borrar aquellos sonidos” que retumban en mi cabeza, para ir dando paso a otros nuevos. Hace tiempo que no consigo escribir, narrar mis crónicas sin que parezcan un sacrificio me parece casi imposible, hoy no estoy segura de mis sentimientos con respecto a este deporte… ya no sé si disfruto o si siento que mi esfuerzo cae en saco roto. Mi nivel de auto-exigencia y de superación me han llevado a límites en los que ya no sé lo que quiero, me siento cansada y confusa sobre cómo enfocarlo, poder relativizar y verlo “como ayer”… me es difícil. Pero no me arrepiento de nada de lo que he hecho, creo que he disfrutado de cada etapa con ilusión y con ganas. He superado retos increíbles, puedo hablar de muchas cosas al respecto porque las he conocido, he estado ahí, he vivido mis propias experiencias y con ello puedo forjar mi propia opinión al respecto: sé lo largo y cansado que es preparar un maratón, pero también sé lo dura y extenuante que es la pista para un 800 ml. Y por supuesto, sin lugar a dudas, lo más grande de todo esto son las personas. Gente que he conocido a lo largo de este recorrido que ha sido maravillosa, grande, verdadera (otra no tanta) y de la que he aprendido mucho, tanto para bien como para mal… personas con las que he vivido momentos muy especiales, que se han convertido en amig@s. Y por supuesto, he descubierto que simplemente hay gente que pasa por tu vida, como si tal cosa, sin más y ya está… y que hay gente que realmente deja huella en tu vida con algún motivo y se convierten en personas muy importantes para ti… pero de todas ellas, siempre se aprende algo.



Seguro que no voy a dejar de correr, pero desde aquí es un adiós. Tengo que cambiar mi forma de ver todo esto, replantearme mis objetivos, dar un rumbo diferente a este barco para volver a disfrutar, vivir, sentir… para volver a llorar y reír, sentir que los entrenamientos son ese camino con el que ilusionarme y que llegar a la meta es sólo el resultado, sentirme satisfecha conmigo misma. No sé cuánto tiempo va a pasar para que todo esto ocurra, no sé cuándo volveré a entrenar con esa ilusión o simplemente cuándo me calzaré de nuevo las zapas… recorrer otra vez los caminos que tanto me han ayudado a reflexionar contemplando el cielo o el horizonte, recorrer el JCI con compañeros o en soledad, oliendo la hierba y el rocío del amanecer o sintiendo la lluvia caer… son muchas emociones que no sé por dónde empezar.

Aceptando que “ya pasó uno más”, lejos de ser una inocentada, este blog llega a su fin. Es hora de cerrar este círculo, de la mano de una persona muy querida para mí que tantas y tantas veces me ha acompañado en estos retos, del que he sentido la fuerza cuando he flaqueado, que me ha empujado y llevado hasta la meta tantas veces… ¡feliz cumpleaños, te quiero un año más! Y como hoy va de canciones, mucho más apropiada que la de Mecano para todo esto, permitidme que os deje esta de Maldita Nerea que tanto me gusta… lo volveré a abrir en otro lugar, otro espacio, como dicen ellos “no vuelo en círculos cerrados, que no, que luego siempre se repiten” y no soy de esas, no me gusta, estoy aquí para romper esa espiral… soy así, “nunca llegue en el momento equivocado, porque siempre caí abriendo círculos cerrados” y ese es mi próximo objetivo.


Yo nado en mares pequeños Y que todo salga bien Que si son grandes me pierdo Y luego nunca se volver Veras, a mí ya no me van las pelis de miedo Los ojos tristes, las miradas Que van a parar al suelo
No vuelo en círculos cerrados Que no, que luego siempre se repiten Mejor en mares pequeños Donde el frio no te vea Donde ya no llega el sueño Y prometí portarme bien
Veras a mi lo que me va es contarte primero Que yo soy todo lo que piden Las princesas que yo quiero Si llueven pájaros mojados Tu y yo no iremos nunca donde dicen
Por si acaso no recuerdas mis abrazos Yo te dejo mi canción Guarda ese miedo que lo vela todo y solo se queda Solo se queda Diciendo cosas que siempre suenan a triste Cosas que suenan a olvidar Todo ese ruido que el maldito invierno Nunca se lleva
Porque de mucho más grandes hemos salido Ven, cuando lleguen nos habremos ido Donde las cosas que pasan se ahogan con un buen café
Veras a mi lo que me va es tumbarte en el suelo Para decir con la mirada lo que con mi voz no puedo Ya no seremos nunca extraños Ya no seré quien siempre te lo dice
Y hare que el frio nunca encuentre tus abrazos y no llegue mi canción Guarda ese miedo que lo vela todo y solo se queda Solo se queda Diciendo cosas que siempre suenan a triste Cosas que suenan a olvidar Todo ese ruido que el maldito invierno Nunca se lleva, nunca se lleva
Y dice cosas que siempre suenan a triste Tananana tanana Nunca llegue en el momento equivocado Porque siempre caí abriendo círculos cerrados Veras a mi lo que me va es colgarme en tu vuelo Para pedirte desde ahí que sigas Que sigas siendo lo que quiero
Y por si acaso no recuerdas mis abrazos Yo te dejo mi canción Guarda ese miedo que lo vela todo y solo se queda Solo se queda Diciendo cosas que siempre suenan a triste Cosas que suenan a olvidar Todo ese ruido que el maldito invierno Nunca se lleva, nunca se lleva Luego nunca se volver Y sigo y siguen, y siguen Diciendo cosas que siempre suenan a triste Que suenan a olvidar

Y permitidme algo más, por ser mi última entrada. No quiero irme sin antes contaros mi última crónica, que intentaré sea corta porque el tiempo apremia, el año se acaba y qué mejor fechas para hacerlo… cerrar una puerta para abrir una ventana, pero hoy es una crónica feliz, apropiada para esta época del año.

No puedo más que expresar mi gran satisfacción con el resultado de mi último maratón, a nivel deportivo y personal. Un viaje fantástico por las personas con las que lo he vivido (en el que no ha sido sólo correr) y por supuesto, donde el objetivo central se ha cumplido con creces. Me parecía una locura volver a correr un maratón, es un gran esfuerzo en cuanto al tiempo dedicado al entrenamiento y aunque en esta ocasión no me ha parecido excesivamente duro, sí ha sido un periodo difícil. Desde febrero del 2015 en el que solicité el acceso y me concedían el honor del dorsal… hasta octubre del 2015 en el que se disputaba la carrera, han pasado muchas cosas de las que intentaré no excederme en detalles.



Ha sido un año complicado de desmotivación, exigencia, cansancio, lesiones, entrenamientos duros, problemas respiratorios… he vivido una etapa en la que por unas cosas y otras no me sentía con fuerzas para afrontar nada, he ido “renqueando” a todos lados, llegaba cansada al cross (ni yo me creía volver a estar en un Nacional, aunque del resultado mejor ni hablar), la pista ha sido un desastre (sensación de tirar el tiempo por la borda), no me encontraba en buena forma y no veía la emoción por ningún lado, así es que yo me decía “¿cómo voy a afrontar así un maratón? ¡es imposible!”. Pero quizás haya sido la ilusión del viaje, ir a Chicago a correr, entrenar con una buena amiga que me lo propuso hace dos años y que finalmente ha conseguido llevarme por todo este recorrido, las vacaciones, compartir con amigos y familiares… no sé qué fue pero lo tomé de forma diferente, sin presión, con otra actitud pero eso sí, con el objetivo de bajar de las 3h30. Así fue que después del desastre de la temporada, llegaron las vacaciones y sin descansar más que 10 días, me metí en la rutina del maratón. Me encontraba bien, motivada por estar en la salida de esa gran ciudad e intentar mejorar mi tiempo. Empecé a entrenar, todo iba fenomenal, ritmos rápidos, muy bien de cardio, mejorando día a día… ni yo misma me lo creía, ni yo misma estaba segura de lo que estaba haciendo, pero no quería fallar, no quería “fallarme”. Así pasó mi verano, con buenos entrenamientos (exigentes también), amigos y familiares, disfrutando de ello y sintiéndome muy bien, otra vez por los caminos, el JCI… parecía que todo volvía a ser como antes, hasta que me lesioné.

Una fascitis bilateral me frenó, no sé si estuve a punto de la rotura, pero sentía bastante dolor y tuve que parar. Han hecho falta muchas sesiones de tratamiento y un vendaje funcional “a lo geisha” para poder estar en la línea de salida. Así fue que tuve que bajar de ritmos y adaptarme al dolor, entrenar con los pies vendados e intentando hacer toda la planificación en la medida de lo posible… ahora me empezaban a surgir las dudas de ese 3h30, me conformaba con rozarlo y punto. Era agosto y quedaba poco para el maratón, fueron pasando los días… hasta que de nuevo, otro obstáculo más en el camino. A seis semanas del maratón, de repente empiezo a sentirme febril, con dolor de piernas y de cuerpo en general, muy muy cansada… ¿en pleno agosto? No es normal tener una gripe en estas fechas, ¿me habría pasado? Llego a los 38 y 39 de fiebre, no puedo respirar, me encuentro débil, un poco inusual todo esto, así es que finalmente voy al médico para que me diga que tengo una neumonía atípica… “¡ale! ¡a tomar vientos el maratón!” Ahora sí que ya no tenía ninguna posibilidad, tres semanas de baja ya no daban a mucha opción, todo el verano entrenando para nada, rabia contenida porque me encontraba muy bien y de repente, mi cuerpo decide boicotearme de nuevo… ¡¡¡¡¿¿¿y ahora qué???!!! Entre la fascitis y la neumonía, acabaron por irse todas las ilusiones, ya no tenía ningún sentido seguir entrenando, ya nada tenía sentido y me vine abajo (como era de esperar). Pero Pili seguía creyendo en mí, “aún estamos a tiempo, quedan tres semanas, tranquila que llegamos”, tres semanas me parecían poquísimas para recuperar, pero en cierta forma yo le creí aunque ya sólo pensaba en acabar el maratón… adiós objetivo, adiós mejorar marca, ya nada importaba, ahora sólo quería ir a Chicago, salir, disfrutar y vivir una vez más la experiencia de recorrer los 42 km y 195 m en una gran ciudad. Había tirado la toalla para ir a por marca, mi único objetivo era cruzar la meta, ya no había presión, sólo quedaba correr… y eso es lo que hice.




Una vez en Chicago disfrutamos mucho de los días previos (de los posteriores también) conociendo la ciudad con amigos, un paseo en barco por el río, el inmenso lago Míchigan, un partido de los Chicago Bulls, pizzas, pasta, jazz… en fin, una ciudad altamente recomendable que me encantó. Y llegó el día, el estrés de levantarse pronto (4:30 de la mañana) para prepararlo todo, mi equipación de España, desayunar, relajarse un poquito antes de salir (lo cual es imposible) y quedar con los amigos en un punto X para arrancar juntos. Allí me vería con Pili que me acompañaría durante parte de la carrera o eso creía yo… porque llegamos al punto X y no me encontré con ella. Entonces fue cuando me entraron los nervios, fue cuando me di cuenta de que estaba sola otra vez (como en Berlín) y de que aquellos 42.195 m eran para mí. Allí en la línea de salida, en mi cajón de las 3h30 (¡qué ambiciosa fui!), mientras se oía el himno americano y rodeada de 70.000 personas, me sentía sola e insignificante, con miedo pero con la determinación de ir a por todas, había que terminar este maratón y lo iba a hacer tranquilamente, siguiendo mis sensaciones y sin pasarme, con ayuda de mi reloj (que he de decir luego se volvería loco entre tantos rascacielos). Se produjo la salida y allá que me fui yo sola, viendo como me pasaban por todos lados los demás corredores a una velocidad tremenda, incluso pensé “¡joer cómo corren aquí las mujeres!”, pero intenté no dejarme llevar e ir a lo mío, “ya pararán”. Con estos pensamientos arranqué y empecé a correr, cuando llegando al km 2, de repente una voz amiga me dice “¡te pillé!” y el corazón me dio un vuelco. Allí estaba Pili, conmigo, el destino quiso que nos encontrásemos, gracias a que ella salió algo por detrás de mí, me vio y me “recogió”. No puedo más que decir que para mí ha sido la carrera perfecta… acompañada de una gran amiga, que conoce los ritmos perfectamente sin necesidad de llevar reloj (menos mal porque de verdad que allí, llevar un GPS era inútil), que me conocía en mis entrenamientos y sabía lo que yo podía dar, charlando y disfrutando de la compañía con sus ánimos y consejos, el ambientazo de la carrera con miles de personas animando sin cesar, recorrer aquella ciudad, controlando en cada momento los geles y el avituallamiento… fue perfecto. No voy a decir que no sufriera porque mentiría, de hecho desde prácticamente el km 5 fui con mi típico pinchazo en el isquio (ese dolor que me ha acompañado en todos los entrenos), pero que intenté controlar diciéndome “es falso, es sólo tu cabeza que te quiere engañar para que pares, piensa en otra cosa y sigue”. Y mientras tanto, ¿el dolor de la fascia? no sé dónde estaba, no lo recuerdo, iba centrada en otras cosas para no pensar en ello, llevaba los pies vendados y confiaba en eso, sabía que no me rompería… sólo sé que quería correr, quería llegar, quería seguir viviéndolo. Había conseguido llegar hasta allí y nada lo iba a estropear, así es que disfrutaba con Pili y su manera de ver la vida, de cómo enfocaba ese sentir por correr… fui pensando en que podía hacerlo, en ningún momento vinieron a mi mente las palabras “no puedo”, sabía que llegaría y que me estarían esperando en la meta Mario y el resto de amigos, cada uno con su historia.





No podía creérmelo, pasé la media en 1h44 y estaba fresca, ahí estaba el isquio, pero no la fascitis, no había cansancio, todo el tiempo Pili controló la carrera y los ritmos, me frenaba cuando me emocionaba y quería ir más rápido, me empujaba a esforzarme cuando bajaba un poco el ritmo, fue como correr sin darme cuenta. Llega un momento en que empiezas a pasar a gente (incluso los que te habían pasado) y el que no me pasase nadie me hizo sentir fuerte, las últimas millas empezaban a ser duras (llega un momento en que es más fácil pensar en millas que en km, te ayuda mentalmente), ya casi no tenía ni fuerzas, ni sentía las piernas… sin embargo me asombraba que cada vez que pasábamos una milla Pili me decía, “esta ha sido más rápida que la anterior”, hasta que por fin enfrentamos la última milla y de ahí, paso al último km, últimos 500 m y Pili tirando de mí “venga que lo vas a conseguir, una coca-cola si haces 3h25” y yo pensé “¡qué dices loca voy a hacer yo esa marca! si me basta con acabar y ya está”, no quería ni mirar el reloj, no quería saber qué tiempo llevaba (no lo hice en toda la carrera), no quería saber el resultado, ya sólo quería llegar.

Y allí estaba la meta, por fin la iba a pasar, ¡qué gran momento! ¡es fantástico! Cruzar la meta de un maratón, cruzar la meta de ese maratón después de todo lo que me había costado, era una de las mejores satisfacciones y sensaciones del mundo… alcé los brazos al cielo (de nuevo allí estaba él) y me dije a mí misma “lo has conseguido Raquel, una vez más”. Oí a Pili decir “cachisss, por casi me invitas, ha faltado poco pero has hecho un marcón”, fue entonces cuando caí en la cuenta, no podía creérmelo, estaba flipada, había hecho marca personal con 3h26, me abracé a ella y rompí a llorar… “¿lo ves? podías hacerlo, tienes que creer más en ti” me dijo y me di cuenta de verdad del logro que había conseguido. Simplemente acabé feliz, como hacía mucho tiempo que no me sentía… simplemente fue perfecto.






Gracias Pili por hacerlo posible, por ayudarme y acompañarme. Gracias Joaquín por tu trabajo, por haber contenido la fascitis y haber hecho que estuviera en la línea de salida. Gracias César, Carmen, Fran y el resto de amigos que me habéis acompañado en muchos de los entrenos. Gracias a mi familia por animarme, darme cobertura para entrenar y soportarme. Gracias a mis pequeños por creer que soy Wonder Woman y gracias a Mario por estar siempre a mi lado, creyendo y compartiendo mis peripecias.

Este maratón fue especial, fue duro, fue difícil, pero fue bonito, intenso y me demostró algo muy importante. Cuando te quitas presión, cuando te repites una y otra vez que “se puede”, cuando disfrutas de verdad con lo que haces y sobre todo, cuando tu actitud es positiva… no hay nada que no puedas hacer, no hay nada que te pare… siempre se puede. Quizás la lección más importante sea simplemente creer en uno mismo.




Hasta aquí he llegado… es el momento. Un poco triste pasar página y que sea la última de este libro, pero creo que es el mejor final para cerrarlo. Un epílogo final con una victoria dulce sobre todo este viaje deportivo, con la conclusión de que me ha servido para reflexionar y con la sensación de que ha ayudado a algunas personas, que las ha transportado hasta allí, que quizás las haya animado y sobre todo… espero que haya servido de inspiración para que cada cual escoja su propio camino, a mí me ha servido para darme cuenta de que aún estoy en la búsqueda del mío.

Hasta siempre amig@s... hasta siempre Wonder Woman




viernes, 31 de julio de 2015

jueves, 25 de junio de 2015

Otro Nacional más... ¿¿??

Entiendo que el título puede no dejar mucho a la imaginación, ¿verdad? Se puede intuir algo, pero… queda saber cómo y quiénes llegamos hasta allí… ¿corto o largo? ¿cómo fue? ¿qué pasó?
Pasan los meses, ya hace tiempo. Prácticamente estamos en la mitad del año y lo que voy a relatar en esta entrada ocurrió a principios, enero, febrero y marzo… así es que, intentaré ser breve y no dispersarme con los detalles… de hecho, es posible que tampoco los recuerde mucho.
Pues sí, al final fui una de las seleccionadas para competir en el Campeonato de Madrid de Cross corto. El resultado en mi último cross de Villalba y la decisión del club de que al campeonato fuéramos las más posibles en busca de la clasificación, me permitió ser una de las 8 que podíamos competir por el equipo. Como era habitual últimamente, aún sabiendo que no estaba en mi mejor forma, medio lesionada (gracias a “mi fisio” que me vio in extremis y como un gran favor pude ponerme en línea de salida) y con mi asma… allá que fui a hacer lo que pude. Fue el 18 de enero de 2015, en el Parque Polvoranca de Leganés, como todos los años, se levantó un día frío, gélido, de hecho hasta nos cayó algo de nieve, pero desde luego, íbamos con las ganas de siempre, de correr esos duros 4 km por el barro y las cuestas, de intentar al menos estar entre las cuatro primeras, correríamos con la esperanza de clasificarnos.


Como de costumbre, un calentamiento por el recorrido del circuito, una charla amena para liberar tensión y risas antes de la competición, hasta que llegó el momento de salir y me dije, “voy a intentar guardar para no inmolarme, intentaré ir detrás de alguna de mis compañeras para no perder el ritmo y a ver qué sale”. Así hice, salí la última del equipo (al final éramos 7 porque Vanesa no pudo ir), la salida es amplia pero se estrecha a los pocos metros y lo cierto es que ahí hubo algún que otro traspié y algún que otro empujón, pero salí más o menos airosa y me coloqué donde creía que era mi lugar… juro que intenté darlo todo, pero según iban pasando los kilómetros veía como me adelantaban algunas chicas que otras veces habían estado por detrás, eso me derrumbó un poco, mis compañeras iban muy delante, tan sólo Nieves estaba algo cerca y a Luisa no la veía (no se encontraba muy bien ese día), no sabía por dónde estaba. Con los ánimos de amigos y compañeros, con los consejos de Pedro y con todo mi sufrimiento, finalmente superé los 4 km (con esas malditas “S” en cuesta que tan duras me parecen año tras año), entrando exhausta en la meta después de un pequeño esprín que tampoco me suponía mucho, pero por si acaso quitaba algún punto me llevé a dos chicas por delante. No puntué para mi equipo porque entré sexta, pero al menos esto me dio la posibilidad de estar en el Campeonato Nacional porque efectivamente, nos clasificamos para competirlo… y no sólo eso, sino que además, para nuestra sorpresa, quedamos segundas de Madrid. ¡Grandes! ¡campeonas! Compartiría equipo con un magnífico grupo formado por Inma, Carmen, Sofía, Silvia y Nieves. Quizás los astros se alinearon ese día y me permitieron estar ahí en ese momento… que una de mis compañeras no fuera y que otra no se encontrase bien entrando detrás de mí, aunque yo no me consideraba merecedora de ello, hicieron que pudiera cumplir un año más la posibilidad de vivir un Campeonato de España absoluto… ¡gracias equipo! Sin lugar a dudas para mí es un orgullo pertenecer a este equipo donde el esfuerzo, el ímpetu, las ganas, el compañerismo y la amistad, son grandes valores que lleva por bandera.





Con esto, ya teníamos un equipo en el Campeonato de España… ahora nos quedaba intentarlo también con el cross largo, así es que el resto del equipo que no compitieron para el corto, correrían en el Parque de Las Cruces con la intención de clasificarse para ir también. Fue el 01 de febrero de 2015, junto con las “compañeras del largo”, estaríamos también las que fuimos al corto para correr como individuales y así, seguir en la dinámica de la competición. El día estaba bastante bien, soleado, sin excesivo frío, nada de barro y un circuito que a mí me pareció bastante asequible, muchos giros, pero pocas cuestas… eso sí, lo que se notaba bastante era el viento. Mis sensaciones en este caso eran diferentes, al fin y al cabo yo ya lo tenía “todo hecho” por así decirlo, simplemente tenía que disfrutar corriendo de otro campeonato de Madrid, por lo que intenté tomármelo con tranquilidad, pues parece mentira que sean tan sólo 2 km más y que se haga una distancia tan dura, más difícil y sobre todo, agotadora. Pues lo dicho, como es habitual, después de los saludos a otros atletas de los otros clubes y de ponernos en onda, nos pusimos a calentar para reconocer el circuito, que como ya he dicho era bastante favorable, aunque largo y con sus rachillas de viento. Tras esperar bastante la salida (casi quedándonos frías), se produjo el disparo y me dije “tranquila, son muchos km por delante, disfruta y no te pases… sólo hay que aguantar”. Allí que me lancé a recorrer esos 6.6 km, no puedo decir con exactitud lo que se me pasaba por la cabeza porque ya ni lo recuerdo, pero sé que al final me costó. Veía como me iban adelantando algunas de mis compañeras (lo cual era normal) y otras atletas que siempre habían estado por detrás, eso al final me desmoralizó un poquillo y pensé “qué más da, pues que se vayan… yo con llegar tengo bastante”. Recuerdo los ánimos de Mario que andaba por allí entre los giros, recuerdo los ánimos del resto de amigos y compañeros del club, recuerdo a Pedro corrigiéndome y dándome aliento, pero no… no me sirvió de mucho, no conseguí sacar más fuerzas de dentro, acabé subiendo las últimas cuestas con bastante sufrimiento y con un dolor importante en los tobillos de tanto giro (parecía una tontería de circuito pero al final… pesó). En fin, simplemente entré en meta y así quedó la cosa: la 50ª de Madrid con un tiempo de 28.16. Y tristemente nuestras compañeras que lucharon por un puesto en el campeonato de España de cross largo, tampoco lo consiguieron... aún así corrieron duro y con ánimos, son unas valientes.







Tras el Campeonato de Madrid de cross largo y un mes después, llegó la gran cita… el Campeonato de España por clubes el 01 de marzo de 2015 que se celebraría en Cáceres y ¡cómo no!, un fin de semana lleno de emociones.
Es emocionante vivir un campeonato de estas características, mi tercer nacional, allí con los grandes atletas, con los atletas del futuro, allí estaba “mi premio”, simplemente asistir, ir, vivirlo, disfrutarlo, contarlo… “yo estuve allí”.
Lo malo es que no siempre todo es tan bonito como una quisiera o quizás sea un problema mío por no saber gestionarlo, por no saber ver el lado positivo, por ser tan negativa… no lo sé. Después de la competición, al día siguiente y durante la semana siguiente, quizás más (ya no lo recuerdo), mis sentimientos y sensaciones eran deprimentes, dañinas, perjudiciales para la salud… hoy son distintas, hoy lo veo desde otro prisma, hoy han cambiado.
El viaje fue agradable, divertido, compartiendo impresiones y cosas personales, muy enriquecedor la verdad. Llegamos a Cáceres y como es habitual nos repartimos en las habitaciones, comimos, nos dimos una vuelta para hacer algunas compritas básicas y por la tarde, fuimos a reconocer el circuito.


No creo que sea necesario volver a repetir lo fabuloso del ambiente, los clubes organizándose, cientos de atletas calentando, charlando, intentando desprenderse de los nervios y las tensiones, mediante risas y bromas… un circuito algo durillo entre encinas y lo peor quizás, con un clima demasiado caluroso para la ocasión. Después de eso volvimos al hotel, ducha, paseo por Cáceres (que por cierto no lo conocía y su centro he de decir que me gustó mucho), a cenar y después a relajarnos en lo posible e ir pensando en la competición. En realidad, en mi caso, no es que haya mucho que pensar, pues simplemente se trata de correr y resistir, de no abandonar, de llegar al final y como siempre, al menos, entrar en tiempo dentro de control. Bueno pues nos levantamos y nos fuimos a desayunar, íbamos bajando poco a poco, los más jóvenes y nosotras, nuestro equipo de veteranas (ya es un mérito para competir allí en un campeonato nacional absoluto) y lo que parecía que sería un buen desayuno, relajado, tranquilo y de risas… se torció algo con alguna tensión. Finalmente recogimos todas nuestras cosas (a última hora decidimos que nos volveríamos justo después de la competición sin pasar por el hotel) y nos fuimos al circuito a “disfrutar” de la competición y la verdad, para mí… nada más lejos de lo deseado. Comenzamos a calentar, íbamos charlando, intentando liberar esos nervios que se acumulan justo antes de la competición, bromeando, soltando y bueno… aquella pequeña tensión encerrada durante el desayuno, estalló y se produjo un momento muy duro, con una fuerte discusión generando una situación muy violenta y desestabilizadora, que a mí personalmente, me dejó muy vacía, floja y desanimada. Así pues, con el disgusto en el cuerpo, las piernas temblándome e intentando “olvidar y pasar página”, pasé por cámara de llamadas, hice los últimos progresivos y me puse en meta esperando poder terminar la carrera y entrar en control.





Sólo dos vueltas había que dar, una cómoda recta antes de empezar con los giros y lo que parecía llano, se convirtió en la subida al Tourmalet. No era un circuito fácil, tenía bastantes cuestas que aunque no eran muy pronunciadas, te dejaban las piernas bastante tocadas, el terreno seco y duro invitaba a las torceduras y la última recta hasta meta (larga y en cuesta), te arrancaba todo lo que te quedase dentro. A eso le añadimos el calor que hacía y mi sensación de no poder y bueno… se me hizo tan eterno, que ni siquiera los ánimos de mis compañeros, padres y madres de los chiquillos, las instrucciones y consejos de Pedro, me sirvieron para mucho. Me faltaba el aire, las piernas me dolían, oía los gritos y ánimos de la gente, me oía a mí misma diciéndome “¿pero qué estás haciendo aquí? este no es tu sitio”, al mismo tiempo que me decía “tengo que aguantar, tengo que aguantar, tengo que llegar, no puedo abandonar”, así durante 4 km hasta entrar en meta, la última de entre mis compañeras y además, fuera de control. ¿Os imagináis mi sensación? ¿mis pensamientos? Saqué “el látigo” y me dije “¿lo ves? estás fuera de lugar, entre todas estas atletas, ¡mírate! has hecho un ridículo espantoso, no es tu sitio, no puedes competir aquí… ¡no vuelvas más!”. Con esas me volví a Madrid, con una sensación sumamente desagradable en lo personal, en lo deportivo y en lo demás, retroalimentando “mi desgracia” y sin disfrutar de “mi premio”, pensando que nada de aquél fin de semana había merecido la pena.



Como decía, aquello me duró bastante tiempo. Me costó volver a querer competir, me llevó a un mar de incertidumbre entre seguir o no, ¿otro cross más? ¡el último!, no tenía ganas y además, bueno, tampoco me apetecía entrenar y estar con la gente. Pero hoy, tres meses después, me doy cuenta de lo que supuso todo aquello… hay un dicho que deberíamos aplicarnos más a menudo “no hay errores, sólo lecciones”, porque así es, de aquél fin de semana aprendí, toda experiencia te deja una lección. Las relaciones con las personas son complejas pero hay que saber llevarlas, aprender y respetar, saber cuándo puedes o no debes, dejar que el río fluya. Y de las competiciones de ese nivel, saber que hay muchos condicionantes que marcan una carrera, si una atleta despunta en exceso y rompe la carrera, no es culpa de nadie, sólo hay que saber adaptarse y aceptarlo… hay que saber dónde está nuestro sitio y seguir intentándolo.
El dolor te hace más fuerte, la derrota más hábil y la experiencia más sabio”.
Dicho lo cual, entre un ir y venir, entre el sí y el no, parar o seguir… durante casi los siguientes quince días estuve debatiéndome entre volver o no a competir en el campeonato de España de cross de veteranos, el 15 de marzo de 2015, que era tanto individual como por clubes. Finalmente, fui… como siempre, al final siempre acabo yendo, con dudas, con un desgaste mental increíble, sin ganas casi, pero siempre voy y la verdad, estas no son formas. Debería ser más consecuente con mis decisiones, me gustaría ser más segura, tener más claro lo que quiero y/o lo que no me gusta… está claro que algo no funciona en mí, algo tengo que cambiar, lo intento o quizás no lo suficiente, no lo sé, pero así, no se puede vivir.


Este último cross fue en Alcobendas, en una mañana bastante fría y además, en un circuito bastante duro que yo desconocía y que por supuesto, no me gustó. Terreno muy duro, con mucha incertidumbre entre usar o no clavos, cuestas con gran pendiente y para colmo, tres vueltas para cubrir los 6 km del campeonato. Desde luego que dadas mis expectativas y mi estado de ánimo, no podía pedir peras al olmo y que al final “iba por ir”, correr por correr, sin ninguna motivación de nada, casi sin ningún compromiso. Aunque hacía equipo con mis compañeras, mi aportación sería mínima, por no decir, nada, ellas resolverían la competición y le darían la gloria al equipo… y a nivel individual, me daba bastante igual mi resultado pues ni mi cabeza, ni mi cuerpo me acompañaban en lo más mínimo. Así pues, allí estaba una vez más, con mis compañeras y sus parejas animando como siempre, con Mario (que también corría) y con atletas de otros equipos. Un calentamiento como de costumbre reconociendo el circuito para decidir que al final me pondría los clavos, por algunas pendientes con hierba que podían ser algo peligrosillas, aunque un 75% del circuito era tierra muy dura que no lo requería… pero así es el cross, ¿no? Y con mis medios nervios o más bien mi angustia del “no puedo”, me puse en salida detrás de mis compañeras, la última para aguantar allí sin vaciarme en los dos primeros km. Lo pasé mal, muy mal… no sólo por el terreno y el circuito en sí, sino también porque tenía bloqueados los pulmones (o eso pensé yo) y no dejaban que entrase el aire. Recuerdo sufrir mucho, los gemelos me dolían a rabiar, las cuestas se me hacían eternas y prácticamente no podía ni levantar las piernas, la falta de oxígeno no ayudaba y mi respiración era alta y angustiosa. Pero soy así, aunque por mi cabeza pasa muchas veces el abandonar y retirarme de una carrera, al final siempre termino, mejor o peor, pero siempre acabo… me da miedo retirarme en una carrera porque pienso que puede ser el principio de una “mala costumbre”, así es que al final, lo importante, es cruzar la meta.








Mis compañeras hicieron un carrerón como siempre, haciendo pódium a nivel individual en sus categorías, yo simplemente quedé la 30. Y por supuesto, quedando en primer lugar como equipos en las categorías de 40 (en la que poco pude aportar, pues como era lógico no puntué) y de 50. Pero en fin, me quedo con que estoy en un gran equipo, tengo unas grandes compañeras, competitivas, rápidas, fuertes y que siempre están arriba… y ni que decir tiene que al menos, pertenecer a él, me otorga el premio de estar entre las campeonas de España por equipos. ¡Aúpa Fuenla!


Y así acabó la temporada de cross… aquí terminó la temporada de invierno…
Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

viernes, 6 de marzo de 2015

Es tiempo de cross...

Aquí está, llega el frío, llega el barro, llegan los clavos… llega el cross. Bueno, más o menos porque en verdad, el frío tarda en llegar, hay pocas lluvias y poco barro, pero empezamos a calzarnos los clavos y a competir en esa modalidad que tanto nos gusta y en la que tanto se sufre (cada vez estoy más convencida de que soy masoca).

Así pues, después de la carrera de las empresas, la siguiente competición que enfrento es el campeonato de Madrid de clubes de veteranos, más conocido como el “cross de Parla”, el 21 de diciembre de 2014. Pues lo dicho, me levanto aquella mañana soleada en medio de las fiestas navideñas, después de las últimas carreras, entrenos, acontecimientos… ya sabéis, con una idea bombardeando mi cabeza: “ve y corre, total, no tienes nada qué perder, ni qué ganar… tu participación es simplemente de extra”, con lo cual, ya tenía perdida la batalla. Este año hemos ido con dos equipos para las dos categorías y bueno, en el equipo al que yo pertenecía estaba claro quiénes puntuarían, grandes compañeras con enormes cualidades y muy en forma, yo sólo tenía que ir por si acaso algo se torcía, pero vamos, era poco probable. El caso es que ya allí calentando tenía muy malas sensaciones, ansiedad, falta de aire, dolores musculares… según avanzaba en el calentamiento, menos ganas tenía de competir y sabía que mi posición dentro del equipo sería penosa, cuanto más en la carrera en general. En fin, lo dicho, ya había perdido la carrera antes de comenzarla (bueno a ver, entendedme, no es que la pretendiera ganar pero creo que tampoco luché por un puesto digno). Un último consejo de Pedro antes de la salida “juega y diviértete” que no me sirvió de mucho y ale, salimos a toda leche como es de costumbre. Intenté mantenerme atrás para no fundirme demasiado, pero lo cierto es que aunque escuchaba los ánimos de todas las personas que estaban allí viéndonos, las palabras de Pedro, en le primera vuelta ya quería dejarlo, no me veía allí sufriendo, me faltaba el aire y me notaba torpe y pesada. Mis compañeras estaban muy adelante, algunas que quedaron atrás empezaron a pasarme, una a una… más chicas me pasaban, yo seguía corriendo casi por inercia porque no iba bien, no podía con mis piernas, llevaba el pecho cerrado, escuchaba mi respiración y no iba disfrutando… me seguían pasando chicas y con el pensamiento de dejarlo, di la otra vuelta al circuito grande. Está claro que la cabeza lo es todo, eso lo sé, pero me es imposible aplicármelo, como estaba convencida de que no podía, como estaba convencida de que ese no era mi sitio, no luché, corría pero sin correr (no sé si me explico), sólo me dejaba llevar y ni los gritos, ni los ánimos de la gente podían sacarme de esa espiral en la que me encontraba… fue en el momento en el que me adelantó una amiga de otro equipo cuando supe que no era mi día, no era mi carrera y no sé ni siquiera, si era mi temporada. Llegué como pude, asfixiada, abatida, de mal humor y por supuesto, insatisfecha. En resumen, fue un mal estreno de temporada de cross en cuanto a sensaciones y disfrute, noté como un ahogo más fuerte de lo normal, fue uno de esos días que prefieres borrar… aunque claro, como equipo y gracias a mis compañeras quedamos las primeras en la categoría 35/45 y segundas en la de +50. ¡Aúpa el Fuenla!






Después de Parla, la siguiente carrera no fue mucho mejor, la mítica y ya institucionalizada en mi agenda navideña, la San Silvestre Vallecana. Este año, casualmente nos quedamos sin dorsal por “dormirnos en los laureles” y bueno, tras escribir un correo a la organización criticando el que hubieran abierto tanto la mano para que entrase gente que no tenía marca acreditada en 10K (que conste que no me molesta que haya más corredores, me molesta que cada vez sea más y más negocio, no importa el valor de la carrera, importa el dinero), me vinieron a decir “sí, sí… muchas gracias guapa por tus sugerencias pero lo más que te podemos decir es que optes a un sorteo de Ibercaja a ver si tienes suerte”, ¿qué? ¿cómo se te queda el cuerpo? Pues igual que a mí, me dije, “vamos que ni de coña, este año no corro la SSV por tonta”, pero en fin, opté al concurso por si acaso. Total, que ya me había convencido de que no la correría, que este año no iba a seguir la tradición, quizás era momento de dejar ese rito tan absurdo y sencillamente, relajarme porque la verdad, ya sabéis (por otros años) que esta carrera me estresa mucho, no sé por qué, es como si fuera la única carrera en la que estoy ahí, en el punto de mira, pero no por nadie en particular, sino simplemente por mí misma, porque es una distancia homologada que año tras año intento superar, que “mide mis fuerzas y posibilidades” porque siempre me pilla más o menos igual, con lo que más que disfrutarla, al final acabo odiándola, acabo enfadada y siempre insatisfecha con el resultado porque parece que nunca mejoro, da igual el entrenamiento que haga, siempre es lo mismo… cada año peor, lo que me lleva a pensar “¿será que ya he tocado techo? ¿no estaré perdiendo mi tiempo con estas cosas?”. Pues eso, lo dicho… ya convencida de que por fin este año estaría tranquila y sin presión, me llaman de Ibercaja y me dicen que me ha tocado el sorteo de los dorsales para la SSV, ¡ni me lo podía creer! ¿por qué el destino quería que yo siguiera corriendo esta carrera? ¿me tendría alguna sorpresa preparada? En fin, ya que se me presentaba esta oportunidad estaba claro que no podía dejarla escapar, así es que me tuve que concienciar de nuevo para enfrentar un año más los 10 km que separan el Bernabéu del Estadio de Vallecas, bajo el frío de la noche más esperada de fin de año. No sé describir con exactitud mis sensaciones porque creo que siempre son las mismas: miedo, inseguridad, poca motivación, expectación, incertidumbre… quizás debería cambiar un poco mis pensamientos la próxima vez que la corra o por supuesto, el resultado seguirá siendo el mismo. Pues allí estábamos, a las 19:00 h del 31 de diciembre de 2014, Mario (al que también le tocó el dorsal en el mismo sorteo) y algunos amigos más, charlando y calentando, hasta que llego el momento del disparo de salida. Desde luego que es uno de los momentos más emocionantes, allí bajo el arco de salida, a los pies del Bernabéu y mientras enfocan a la élite que está en primera fila dispuesta a romper marcas. Salimos los 800 o 1000 corredores todo lo rápido que podemos, no hay agolpamiento, ni empujones (somos pocos), rápidamente cada cual va tomando su posición y cogiendo su ritmo de carrera, ya no veo ni a Mario ni a ninguno de mis amigos… en muy breve tiempo estoy ya con un grupeto de 8 o 10 corredores que iríamos casi todo el tiempo hasta el final, son generalmente chicas que van acompañadas por algún chico que les lleva la carrera, así es que… me acoplo a ellos. Más o menos hasta la Puerta de Alcalá creo que voy bien, voy escuchando a los chicos que entre ellos se van diciendo “vamos para 41:00, este es un buen ritmo, hay que mantenerlo”, con lo que me animo y les sigo, pero soy comedida, no quiero ir demasiado rápido porque el final de la carrera, los 2 últimos km son infernales y sé que pueden pasar factura, así es que me reservo bastante (luego me daría cuenta de que me equivocaría con esta decisión). Y llegamos a Atocha, aquí empieza la fiesta porque el espectáculo de Avda Ciudad de Barcelona es increíble, la gente animando aún con el frío, haciendo pasillo, sólo recordarlo se me ponen los pelos de punta (quizás sólo por esto merezca la pena correr esta carrera), cuesta abajo y me dejo ir. En el km 6 está Mario esperándome (había decidió hacer un 5K rápido y luego el resto ir conmigo), con lo que noto un cambio en mi cabeza, empiezo a darlo todo, ahora sí que tengo que echar el resto, todo lo que tengo en las piernas (que por cierto empiezan a dolerme) sale hacia fuera y voy siguiendo a Mario, pero desde luego que esto no es suficiente porque aunque va tirando de mí, animándome y gritándome, la subida por todo el Pueblo de Vallecas es horrible, giros y cuestas, cuestas y más cuestas hasta el final van haciéndome mella, me falta el aire, no me llega el oxígeno y noto las piernas muy pesadas, el “no puedo” empieza a bombardearme como de costumbre, pero lucho en mi interior y me digo “si puedes” e intento no bajar el ritmo. El grupo de chicas con las que iba se quedaron atrás y me anima el ir adelantando a alguna chica más, pero no miro el reloj, no sé qué tiempo voy a hacer, no quiero mirar… por fin, ahí está el Estadio, el último giro, recorrerlo por el exterior y después la entrada, la moqueta verde y los últimos metros hasta la meta. Es ahí cuando intento esprintar y vaciarme entera pero justo veo el reloj y la marca tan lamentable, me vengo abajo y cruzo la meta muy cabreada. Está claro que el haber reservado no me sirvió de nada porque al final en las cuestas perdí tiempo, perdí fuerza y perdí las ganas (tenía que haber aprovechado cuando podía). No merece la pena contar mis pensamientos, mis palabras, mis sensaciones porque como ya os he dicho, estaba muy enfadada y sólo salían cosas negativas de mi cabeza, entre ellas, dejar de correr definitivamente porque estaba claro que no veía mejoría, que los años me iban pisando los talones y que cada vez mi marca era peor, había tocado techo… es o no un signo evidente del “deterioro”? ¡mira tú por dónde, esa debía ser la sorpresa!




Ese fue mi final de año y como todo el mundo sabe… un año acaba y otro nuevo comienza. Con lo que para inaugurarlo, me fui a correr por segundo año la carrera de Reyes en Yuncler. El año pasado fue mi primera carrera con 40 años, la corría justo el 05 de enero (mi cumple) y fue como un regalo, este año sería la última carrera con 40 años porque al día siguiente volvería a ser mi cumpleaños (estas cosas que tenemos los mortales), ¡otra casualidad más! Esta carrera la hacemos porque es más una fiesta que otra cosa, son 8 km (dos vueltas a un circuito de 4 km) donde el pueblo se vuelca con los corredores, hay un ambiente espectacular, llena de amigos y conocidos que te animan, corren los niños, hay huevos fritos y cerveza para todo el mundo con lo que rematar la faena… en fin, una fiesta. Con esas, nos levantamos el 04 de enero de 2015 un buen grupo de familiares y amigos, ¡estábamos casi todos! Los amigos César, Joaquín y Javi con sus familias, mis familiares Alfredo con Jesús, Susana con Héctor y Jorge que también corrió, Ruth que también corrió con David y Erick, María y Luis… y por supuesto, nosotros (que corrimos todos). No hacía excesivo frío, así es que al menos la mañana se presentaba amena y divertida, aunque en la salida Ruth y yo hablábamos “¡uf! ¡qué pereza correr! Creo que me lo voy a tomar muy tranqui, en plan entrenamiento y ya está”, pero claro, lo que son las cosas, me es muy difícil controlarme y cuando me pongo un dorsal, lo doy todo hasta que no puedo más, sea cual sea el resultado… no sé hacerlo de otro modo. Se produce el disparo y empezamos a correr, mucha animación en la salida y todos empiezan a correr como si se acabase el mundo. Entonces veo a los chicos, que van casi todos por delante e intento regular y seguirles en la medida de lo posible… aunque es fácil porque enseguida llega una cuesta que te frena y no te deja “perder la cabeza”, pero en ese momento de mis pensamientos, al subir la cuesta, César que me ve, se queda conmigo y con él hago toda la carrera. Vamos poco a poco, va animándome y diciéndome dónde apretar, dónde regular, vigilando “la carrera”, va muy fresco y yo muy asfixiada, pero no por ello dejo de correr, aunque ganas no me faltarían (los primeros km siempre se me hacen muy duros y me ponen en la balanza), pero gracias a César no entran esos pensamientos y vamos comiendo metros, giros, cuestas y algún que otro corredor. El año pasado quedé la tercera en esta carrera… este año no tenía previsto competir e iba algo despistada con las chicas que iban delante, pero tenía la sensación de que eran bastantes, no sabía muy bien cómo hacer pero recuerdo pensar “¡qué más da! corre y ya está, disfruta del día, de tu familia y de los amigos”. En ese momento pasamos por la meta, primera vuelta y allí estaban todos animando, eso es un subidón impresionante, es una pasada que aunque no te llega el oxígeno al cerebro, oyes tu nombre y te da fuerzas para seguir corriendo. Y ahí vamos, segunda vuelta, otra vez la cuestecita del principio, giros, la plaza, la iglesia y el cuestón, cada vez me duelen más las piernas, cada vez me entra menos aire, César se esfuerza en darme ánimos y tirar de mí, yo noto que flojeo pero me digo “al menos que no me adelante ninguna chica”, delante van Joaquín y Pedro hablando tranquilamente y pienso “¡malditos!” (sólo por envidia) y me pongo el objetivo de no perderlos, pero es imposible… se van, al menos ahora llega la cuesta abajo, creo que detrás viene una chica, no quiero mirar, justo delante hay otra a la que adelantamos y al enfilar la cuesta, apretamos el ritmo, lo doy todo, todo, todo… me duelen muchísimo las piernas, no sé si podré pero César insiste, anima, tengo que corresponderle y ahí está la meta, cruzamos y oigo por megafonía “Raquel Honrado la ·brdbrdaida mujer”, vamos que no me he enterado, no sé cómo he entrado, mientras le doy las gracias y un abrazo enorme a César (le tengo mucho cariño), llega alguien y me dice… “¡felicidades Wonder, eres la segunda!”. ¡Ni me lo creo! Y yo que pensaba que no tenía nada que hacer, mira por dónde vuelvo a subir a un pódium para llevarme una copita y un lomito muy rico. El resto fue lo mejor, los huevos fritos para reponer fuerzas y luego una comida muy agradable en el mismo bar del pueblo del año pasado todos juntos. Un día genial, muy agradable, muy divertido, en una inmejorable compañía y en el que también tengo que felicitar a Ruth que siendo quinta de la general, también subió a pódium por categoría. Un buen inicio de año, ¿verdad? Estas cosas son las que te hacen de nuevo replantearte si seguir o no corriendo, te das cuenta que aunque no estás en la mejor forma, todavía puedes hacer cosas, pero claro… la cuestión está que depende de dónde te metes.











Y seguimos avanzando en enero, temporada de cross y de momento sólo he hecho uno, llega el momento de hacer el segundo. Toca volver a ponerse los clavos y ver en qué forma estoy, ver cuál es mi sitio dentro del equipo y si tengo opciones de correr por él. En estos días en los que se avecinan los campeonatos importantes, empiezan los nervios, surgen las dudas de cómo enfocar los dos campeonatos de Madrid por clubes, el cross corto y el cross largo que son clasificatorios para el campeonato de España. Entre nosotras se empieza a hablar de quiénes formarán el equipo, primero para el corto y en función del resultado, después para el largo… sólo puntúan las cuatro primeras, así es que es evidente que si queremos entrar habrá que poner a las mejores atletas en ellos o al menos, tener claro por qué cross apostar (no somos suficientes), entonces… ¿al corto? ¿al largo? ¿a los dos? Se decide ir a por el corto (es el primero) con lo que nuestras mejores “piezas” deberán competir los 4 km y el resto ya veremos si al largo o no, porque claro… si nos clasificamos en el corto, no habrá problema y el resto del equipo puede competir el largo (con más o menos posibilidades por supuesto), pero en caso contrario… entonces el mismo equipo iría a por el largo y el resto, pues nada, simplemente corren como individual y punto… Infinidad de dudas nos acechan, entonces ¿intentamos equilibrar los equipos y hacemos dos para competir en ambas distancias? ¿nos arriesgamos con las mejores al corto y ya veremos qué pasa para luego el largo? Difícil cuestión, situación complicada porque todas queremos lo mejor para el equipo, pero todas queremos participar, todas nos esforzamos al máximo todo lo que podemos, pero todas no podemos estar, así es que… surge algo de tensión entre el equipo y por la parte que a mí me toca, dadas mis últimas actuaciones, que mis compañeras están muy fuertes, asumo que no estaré dentro del equipo y por lo tanto, si no compito en los campeonatos de Madrid, tampoco iré al campeonato de España. En fin, es algo que me tocaba asumir y con lo que tendría que jugar, no andaba muy motivada por entonces, tampoco físicamente me encontraba bien, estaba teniendo crisis de asma y eso me impedía ir fluida y ágil, con lo que… “pues nada, otro año será, espero estar mejor para el próximo, de momento ahora sólo queda intentar disfrutar algo… relax, mejor así, menos presión”.
Así pues con esa situación en el equipo de incertidumbre y con esa sensación de “estar fuera”, me presenté en el Cross de Villalba que se celebraba el 11 de enero de 2015, en plan entrenamiento. Fue una mañana muy agradable, no hizo excesivo frío y tampoco hubo muchos corredores porque este año al no ser campeonato de Madrid de veteranos, se notó bastante la poca asistencia. Como de costumbre, llegamos allí, cogimos los dorsales y después de dejar las cosas, nos pusimos a calentar recorriendo el circuito que aunque ya conocíamos, siempre es bueno pisarlo antes para valorar si llevar clavos o no, el tipo de clavos, ver los giros y las cuestecitas, esas cosas que supuestamente te ayudan a regular o a apretar más (no es mi caso que voy siempre de más a menos por no hacerlo bien). Es un circuito muy bonito, en un paraje muy chulo y lo cierto es que apetecía intentarlo, me hice el propósito de no inmolarme e ir detrás de Luisa para ver si de esta forma conseguía regularme un poquito. Tras el disparo de salida, así hice… vi a mis compañeras que ya iban flechadas muy por delante, algo más atrás iba Silvia y muy cerca de mí, Luisa a la que me pegué e intenté seguir en toda la carrera. Me sentía con ganas (a pesar del asma y los nervios de la competición), me gusta el circuito y pensé que no tenía nada que perder, con lo que fui aguantando atrás en el grupillo que habíamos hecho porque no quería pasarme. Hice la primera vuelta, que como siempre sufro bastante hasta que “entro en materia” de verdad, pero que afortunadamente se hace más llevadera por los ánimos que recibíamos en todo momento y como no por las indicaciones de Pedro que siempre está en la curva adecuada para decirte lo que necesitas. Al paso por el km 2 me empiezo a sentir fuerte y voy incrementando el ritmo, con lo que empiezo a separarme algo del grupo que se va quedando atrás, miro a Luisa para que me siga pero por algún motivo no puede (luego sabría que se sentía mal porque lo habitual es que ella quede delante) y el resto de chicas también se van quedando. Sigo subiendo el ritmo y pienso “venga, unos giritos más, cuidado con los tobillos, vamos a por la cuestecita y en un momento estás en meta”, lo cierto es que el terreno estaba un pelín peligroso en algunas zonas y me da un poco de miedo pisar mal, entonces llega la cuestecita, el puente y  vuelvo a escuchar ánimos, me debe quedar poco, oigo a Pedro decirme “vigila tu pisada, ese pie, muy bien Raquel, venga que la tienes muy cerquita a por ella”, yo que sólo podía pensar en respirar me digo a mí misma “venga, último sprint y adelantamos como sea… a por ella”. Esos últimos metros siempre me digo a mí misma si podré sacar un poquito más de mí porque precisamente son los que te dicen si te has pasado de frenada o por el contrario, has reservado demasiado… no sé, yo siempre tengo la sensación de que no lo doy todo, aún así suelo acabar bastante fundida pero, en fin… esprinté vaciándome todo lo que pude en los últimos metros entrando delante de mi objetivo y muy pegada a mis compañeras que como siempre arrasaron en la prueba. Felicidades chicas, porque una vez más hicieron pódium, entrando Inma primera, Carmen segunda, Sofía quinta, Silvia sexta, yo la séptima y Luisa la décima. Quizás ese día fuera que la suerte estuvo de mi parte, poca gente, buen clima, la pobre Luisa que iba tocada… pero desde luego a mí me sirvió para que contasen conmigo para competir con el equipo en el Campeonato de Madrid de cross corto… ¡estaba dentro! En ese mismo momento se decidió que formaríamos equipo el máximo de corredoras que se podían presentar, seríamos 8 aunque sólo puntúan 4, pero al menos podía intentarlo, al menos tenía una remota posibilidad, al menos me hizo sentir bien porque aunque fuera de “extra” estaría allí una vez más, dándolo todo aunque muchos condicionantes eran los que existían para que no pudiera ir al Campeonato de España, la cosa estaba muy difícil… pero esto, mejor lo dejo para la siguiente crónica en la que describiré los dos Campeonatos de Madrid y nuestros resultados…


 
Entonces, ¿seremos capaces de clasificarnos en alguno de los crosses? ¿quiénes estarán en el cross corto? ¿y en el largo? ¿estará el CAF en el Nacional? Tic, tac… tic, tac…