Preludio
Se avecina una noche movida, decido tomar una tisana relajante e intento imaginar el mañana.
He preparado mis cosas, las zapas, los clavos, la ropa… todo está listo al pie de la escalera.
En estos momentos me visualizo corriendo, estoy en el km 3 casi sin fuerza, voy con el grupo al que me uní desde el principio; he sabido regularme, he encontrado mi hueco, he ido cómoda hasta este momento en el que me siento agotada.
Pero ahí está el segundo en el que el km 3 pasa. El grupo empieza a deshacerse. Algunas chicas aprietan, suben ritmo para descolgarse. Yo soy una de ellas, no voy a dejar que esto me supere… hoy no, esta vez voy a entrar hasta el final.
Llevo el barro pegado en las zapatillas, me pesan las piernas pero el corazón me grita “¡adelante!”. Así es que subo ritmo, aprieto los puños y decido dar todo lo que tengo. Veo el arco de meta, último sprint, me despego, voy volando, cojo aire y cruzo la meta… he dejado atrás a las chicas.
Estas palabras las escribía momentos antes de irme a la cama, intentando imaginar lo que podría ser mi día siguiente, cómo podría ser la carrera que iba a disputar en unas horas… y todo esto por un curioso consejo: “escribe la crónica de la carrera de mañana, piensa cómo te gustaría que fuese y mañana actúa según el guión”.
Lo cierto es que no tuve tiempo de escribir ninguna crónica, tampoco hubiera tenido imaginación suficiente, así es que me conformé con esas cuatro líneas y respiré esperanzada pensando que quizás hubiera algo de magia en aquél pequeño papel en el que estaba poniendo gran parte de mi ilusión… y me fui a la cama con un sueño.
¿Se cumplirían aquellos pensamientos? ¿volaría aquél escrito hacia una realidad?
Sábado 08 de diciembre, a las 8:00 de la mañana habiendo desayunado un té con leche, un plátano y una tostada de pan… nos disponemos a irnos, Mario y yo, rumbo a Cantimpalos (Segovia). Asombrosamente no he pasado una noche intranquila, me he levantado relajada y aunque voy en el coche algo pensativa, sin apenas hablar, intento concentrarme sin ponerme excesivamente nerviosa.
En poco más de una hora, llegamos a Cantimpalos, es una mañana despejada pero fría, se respira un agradable ambiente, hay algunas carpas de clubes, muchos niños, jóvenes, veteranos… una amplia vista del circuito, a lo lejos, hace pensar que es bastante llano, el suelo está blandito y completamente cubierto de hierba, así que mientras nos ponemos a hacer cola para recoger el dorsal decido que lo idóneo es correr con clavos, definitivamente.
Mario me pide que recoja los dorsales mientras él calienta, porque ya va justo de tiempo y para mi sorpresa, mientras estoy en la fila, aparece Luis con su cámara en mano… “¡¿pero qué hacéis aquí?! ¡estáis locos!” y una emoción me recorre el cuerpo porque sinceramente, lo agradezco mogollón, han venido todos a disfrutar conmigo de otra experiencia más, mi tía María, mi tío Claudio y mi amiga Belén (de verdad, chic@s, muchísimas gracias por estar ahí, por acompañarme, por darme ánimos y fuerzas).
Después de esto, varias idas y venidas al coche para ayudar a Mario a prepararse y finalmente… ¡a correr! Así es que, allí estamos animándole, charlando relajadamente y disfrutando de otras carreras hasta que llega mi momento.
Buena carrera la de Mario, su “primer” cross en el que se lo ha pasado en grande, ha hecho un buen tiempo (a pesar de no llevar clavos) y en definitiva, ha disfrutado mucho… ¡felicidades!
Llega mi turno, unos 50 minutos antes de la carrera me pongo a trotar, recorremos el circuito y para mi sorpresa, no es tan llano como esperaba… además empieza a levantarse el viento y en algunos tramos, es bastante molesto. Pero estoy tranquila, pienso que es lo que hay, que voy a hacer todo lo que pueda y que lo único que puedo esperar es mejorar mi tiempo con respecto al último cross, aunque soy consciente de que no debo comparar circuitos, ni días, ni estados de ánimo y que cada carrera es diferente… pero yo me sigo empeñando en lo contrario.
Al final, un poquito de charla con mi tío, unos consejillos, más calentamiento, un poco de técnica de carrera, unos progresivos y voy a cámara de llamadas. Me identifico y finalmente me voy a prepararme, me pongo los clavos, me cambio la camiseta ya con el dorsal, últimos progresivos y me voy a la línea de salida (a la que por poco llego casi cuando van a dar el disparo). Tan sólo 10 segundos de concentración, silencio, en posición y ¡pum! Las chicas salen disparadas como alma que lleva el diablo.
Salgo prácticamente en el furgón de cola, no quiero precipitarme esta vez, no quiero vaciarme en los primeros 500 m porque sé que luego lo voy a pagar, así es que intento imponerme un ritmo más o menos cómodo y hacerme con un grupo. Lo cierto es que creo que lo consigo, en ningún momento miro el crono para saber al ritmo que voy pero no me noto excesivamente asfixiada. Voy escuchando a Mario al lado que intenta animar para que mantenga el ritmo, que haga grupo, pero la verdad, no sé si me apetece mucho hacerle caso… así es que, voy a lo mío y empiezo a salirme del grupo. No sé muy bien por dónde están las primeras, desconozco a qué distancia van, pero cuando damos la vuelta al primer circuito de 1.5 km, me parece todo un mundo, aunque es cierto que no noto la fatiga.
En ese momento comienza la vuelta al circuito largo de 2.5 km, enfilamos una magnífica recta casi llana pero con el viento en contra, no he conseguido entrar en calor aún y voy corriendo con chiquillas jóvenes (junior y juveniles), llenas de energía y de ganas pero entre las que me siento capaz de ir adelantando. No sé si hay muchas veteranas en carrera (me da igual, ni lo pienso) y además en caso afirmativo, supongo que van delante, aún así, empiezo a ganar puestos, me siento con ánimos y aún no voy muy sofocada.
Llegamos a la zona de zig-zag con pequeños montículos que hay que pasar, se hacen pesados y aunque no tienen a penas pendiente, son durillos porque además, el viento no acompaña… las piernas me empiezan a fallar en esos momentos, siguen frías, me duelen, casi no me responden y ni siquiera en las bajadas consigo aumentar el ritmo. Vuelvo a hacer algún adelantamiento y oigo a Mario decirme que vaya a por la chica que llevo delante que “va con flato”, pero es que aunque quiero, me es imposible… me conformo con que no me pase ninguna chica, así es que intentaré mantener el ritmo hasta el final con ese objetivo. En ese momento oigo a alguien que me dice “¡venga ánimo! que eres la segunda” y pienso si se habrá vuelto loco porque no sabe lo que dice, pero aún así, esa cosilla interna me habla y me dice “¿y si es verdad?”.
Pasados los montículos deben quedar como 500 m, donde te ves en otra recta que te permite coger algo de aliento, para enfilar el último tramo que aparece tras un giro a la derecha en ligera subida y que desemboca en el arco de meta. Así pues, en la recta la chica de delante se me va, no miro atrás para no llevarme ninguna sorpresa, pero aprieto los puños intentando aumentar el ritmo y evitar que no me adelanten en esos últimos metros (creo que hubiera sido algo frustrante conociéndome) y oigo mi nombre por megafonía y alguien que dice “parece que es la primera veterana” y entonces pienso que definitivamente se les ha ido un poco “la pinza” (con todo el cariño del mundo) y me digo para mí misma “pues va a ser que no”. Y sin embargo, como ponía en mi papel, aprieto los puños, decido darlo todo en el último sprint y vuelo hacia la meta.
Vuelvo a escuchar mi nombre por megafonía, pero pienso “la carrera no finaliza hasta que no se cruza el arco”, así es que hasta el final no cedo en el ritmo y cuando llego, me agarran, me felicitan y mientras me dicen “por favor, quédate en la carpa de premios”, paro el crono y me digo “¡mierda!”.
Qué momento más contradictorio, me están diciendo que he quedado segunda veterana, que voy a subir a mi primer pódium en un cross y sin embargo, estoy lamentándome por la carrera que he hecho, por el tiempo que me ha salido, porque me he quedado con la sensación de que podía haber apretado más al final, haber cogido incluso a aquella chica de delante, que podía haber dado más y sin embargo, no lo hice… y ahora me digo “¿pero por qué?” Y es que no consigo recordar si iba lo suficientemente exhausta o es que las piernas no me daban, pero en mi interior algo me decía “no lo has hecho bien”.
A pesar de todo esto, de esta lucha conmigo misma… tengo que decir que subir a un pódium te sube la moral, siempre es agradable, es una gran sensación sentirte que puedes hacer grandes cosas (aunque sea en niveles “diferentes”). Así es que con ese sabor agridulce que últimamente condimenta mis carreras, subí al segundo puesto a recoger mi premio: una mochila muy chula llena de alimentos de la tierra y los aplausos de mi familia y amigos.
Una mañana gélida pero en la que disfruté bastante, no sé si he conseguido aprender algo con esta carrera, supongo que sí aunque tardaré en asimilarlo… toda competición es siempre una experiencia.
Terminamos la jornada de forma muy agradable, en excelente compañía y con algunas de las personas más importantes para mí… en un lugar muy hogareño, comiendo huevos con chorizo y lomo inmersos en una conversación y sobremesa muy amena.
Y lo que no estoy muy segura es de si al final seguí el guión establecido porque no hubo casi grupo, no hubo km 3, no hubo mucho barro, pero en cambio… gané.