lunes, 28 de diciembre de 2015

Todo ese ruido que el maldito invierno nunca se lleva...


En la puerta del sol como el año que fue otra vez el champagne y las uvas y el alquitrán, de alfombra están. Los petardos que borran sonidos de ayer y acaloran el ánimo para aceptar que ya, pasó uno más. Y en el reloj de antaño como de año en año cinco minutos más para la cuenta atrás, hacemos el balance de lo bueno y malo cinco minutos antes de la cuenta atrás.

¡Qué tan familiar es esta canción de Mecano! Sentimientos encerrados, tan apropiada para estas fechas… que yo en esta estrofa encuentro varias razones para iniciar mi entrada. Y es que para mí ha llegado el momento, es tiempo de “borrar sonidos de ayer”, es tiempo de “aceptar que ya pasó uno más”, un ciclo más… madurez? desilusión? cambio? aburrimiento? Son muchos los motivos y es difícil enumerarlos… así es que me quedaré con que simplemente ha llegado la hora de tomar un nuevo rumbo.





Hace 4 años y medio, este blog nacía en cierta forma para narrar mis pequeñas historias con el running (hoy tan de moda) o como se diría en español, con las carreras. Contar mis experiencias entre nuevos amigos, aquellos inicios en un deporte para mí antes desconocido y que hoy forma parte de mi vida, empezando en las carreras populares, tocando la cima de la montaña… no tenía otro objetivo que ser un diario de mis sensaciones y sentimientos sobre algo con lo que disfrutaba, que me hizo conocer cosas y gente nueva. Tenerlo por escrito para leerlo en cualquier momento, poder recordarme a mí misma el esfuerzo que se requiere para conseguir las metas que te propones, para no olvidar que lo hacía porque quería, que me gustaba, que me sentía realizada y satisfecha, incluso quería que aquello pudiera ayudar o motivar a otras personas que pudieran leerme. Saber que podría haber gente que se sintiera identificada y que por ello, se animase a hacer esas cosas que a veces “dan un poco de miedo”; intentar que pudieran comprobar la satisfacción que deja el simple hecho de haberlo intentado, el dar un paso para no quedarse con aquél horrible “¿y si…?”; encontrar frases motivadoras que inspirasen a esas personas con objetivos escondidos que están esperando salir a la luz, como aquella que dice “no tengas miedo a fracasar, ten miedo a no intentarlo”… era para este blog, otro de los objetivos.

Yo no pretendía ser nadie especial, simplemente ser una persona más con sus ilusiones, sus objetivos, sus metas, sus llegadas, sus experiencias… describir ese “recorrer el camino”. Y así fui creciendo en este deporte, el atletismo. Pasando de aquellas experiencias entre amigos, dando quizás un pequeño salto de calidad a nuevas disciplinas, me encontré con el maratón, he pasado por el cross hasta llegar a tres campeonatos nacionales (algo inverosímil para una persona como yo, de mi edad y características), he conocido la pista con su exigencia… y todo ello he intentado transmitirlo en este blog, algunas veces con más éxito que otras, pero siempre siendo todo lo sincera que me he sentido. Así es que, espero haberos hecho viajar, sudar, sufrir, disfrutar, reír, llorar… con haberos trasladado un solo instante a alguno de aquellos momentos y que lo hubierais sentido como lo sentí yo, me doy por satisfecha.

Llegados hasta aquí, creo que es el momento de “borrar aquellos sonidos” que retumban en mi cabeza, para ir dando paso a otros nuevos. Hace tiempo que no consigo escribir, narrar mis crónicas sin que parezcan un sacrificio me parece casi imposible, hoy no estoy segura de mis sentimientos con respecto a este deporte… ya no sé si disfruto o si siento que mi esfuerzo cae en saco roto. Mi nivel de auto-exigencia y de superación me han llevado a límites en los que ya no sé lo que quiero, me siento cansada y confusa sobre cómo enfocarlo, poder relativizar y verlo “como ayer”… me es difícil. Pero no me arrepiento de nada de lo que he hecho, creo que he disfrutado de cada etapa con ilusión y con ganas. He superado retos increíbles, puedo hablar de muchas cosas al respecto porque las he conocido, he estado ahí, he vivido mis propias experiencias y con ello puedo forjar mi propia opinión al respecto: sé lo largo y cansado que es preparar un maratón, pero también sé lo dura y extenuante que es la pista para un 800 ml. Y por supuesto, sin lugar a dudas, lo más grande de todo esto son las personas. Gente que he conocido a lo largo de este recorrido que ha sido maravillosa, grande, verdadera (otra no tanta) y de la que he aprendido mucho, tanto para bien como para mal… personas con las que he vivido momentos muy especiales, que se han convertido en amig@s. Y por supuesto, he descubierto que simplemente hay gente que pasa por tu vida, como si tal cosa, sin más y ya está… y que hay gente que realmente deja huella en tu vida con algún motivo y se convierten en personas muy importantes para ti… pero de todas ellas, siempre se aprende algo.



Seguro que no voy a dejar de correr, pero desde aquí es un adiós. Tengo que cambiar mi forma de ver todo esto, replantearme mis objetivos, dar un rumbo diferente a este barco para volver a disfrutar, vivir, sentir… para volver a llorar y reír, sentir que los entrenamientos son ese camino con el que ilusionarme y que llegar a la meta es sólo el resultado, sentirme satisfecha conmigo misma. No sé cuánto tiempo va a pasar para que todo esto ocurra, no sé cuándo volveré a entrenar con esa ilusión o simplemente cuándo me calzaré de nuevo las zapas… recorrer otra vez los caminos que tanto me han ayudado a reflexionar contemplando el cielo o el horizonte, recorrer el JCI con compañeros o en soledad, oliendo la hierba y el rocío del amanecer o sintiendo la lluvia caer… son muchas emociones que no sé por dónde empezar.

Aceptando que “ya pasó uno más”, lejos de ser una inocentada, este blog llega a su fin. Es hora de cerrar este círculo, de la mano de una persona muy querida para mí que tantas y tantas veces me ha acompañado en estos retos, del que he sentido la fuerza cuando he flaqueado, que me ha empujado y llevado hasta la meta tantas veces… ¡feliz cumpleaños, te quiero un año más! Y como hoy va de canciones, mucho más apropiada que la de Mecano para todo esto, permitidme que os deje esta de Maldita Nerea que tanto me gusta… lo volveré a abrir en otro lugar, otro espacio, como dicen ellos “no vuelo en círculos cerrados, que no, que luego siempre se repiten” y no soy de esas, no me gusta, estoy aquí para romper esa espiral… soy así, “nunca llegue en el momento equivocado, porque siempre caí abriendo círculos cerrados” y ese es mi próximo objetivo.


Yo nado en mares pequeños Y que todo salga bien Que si son grandes me pierdo Y luego nunca se volver Veras, a mí ya no me van las pelis de miedo Los ojos tristes, las miradas Que van a parar al suelo
No vuelo en círculos cerrados Que no, que luego siempre se repiten Mejor en mares pequeños Donde el frio no te vea Donde ya no llega el sueño Y prometí portarme bien
Veras a mi lo que me va es contarte primero Que yo soy todo lo que piden Las princesas que yo quiero Si llueven pájaros mojados Tu y yo no iremos nunca donde dicen
Por si acaso no recuerdas mis abrazos Yo te dejo mi canción Guarda ese miedo que lo vela todo y solo se queda Solo se queda Diciendo cosas que siempre suenan a triste Cosas que suenan a olvidar Todo ese ruido que el maldito invierno Nunca se lleva
Porque de mucho más grandes hemos salido Ven, cuando lleguen nos habremos ido Donde las cosas que pasan se ahogan con un buen café
Veras a mi lo que me va es tumbarte en el suelo Para decir con la mirada lo que con mi voz no puedo Ya no seremos nunca extraños Ya no seré quien siempre te lo dice
Y hare que el frio nunca encuentre tus abrazos y no llegue mi canción Guarda ese miedo que lo vela todo y solo se queda Solo se queda Diciendo cosas que siempre suenan a triste Cosas que suenan a olvidar Todo ese ruido que el maldito invierno Nunca se lleva, nunca se lleva
Y dice cosas que siempre suenan a triste Tananana tanana Nunca llegue en el momento equivocado Porque siempre caí abriendo círculos cerrados Veras a mi lo que me va es colgarme en tu vuelo Para pedirte desde ahí que sigas Que sigas siendo lo que quiero
Y por si acaso no recuerdas mis abrazos Yo te dejo mi canción Guarda ese miedo que lo vela todo y solo se queda Solo se queda Diciendo cosas que siempre suenan a triste Cosas que suenan a olvidar Todo ese ruido que el maldito invierno Nunca se lleva, nunca se lleva Luego nunca se volver Y sigo y siguen, y siguen Diciendo cosas que siempre suenan a triste Que suenan a olvidar

Y permitidme algo más, por ser mi última entrada. No quiero irme sin antes contaros mi última crónica, que intentaré sea corta porque el tiempo apremia, el año se acaba y qué mejor fechas para hacerlo… cerrar una puerta para abrir una ventana, pero hoy es una crónica feliz, apropiada para esta época del año.

No puedo más que expresar mi gran satisfacción con el resultado de mi último maratón, a nivel deportivo y personal. Un viaje fantástico por las personas con las que lo he vivido (en el que no ha sido sólo correr) y por supuesto, donde el objetivo central se ha cumplido con creces. Me parecía una locura volver a correr un maratón, es un gran esfuerzo en cuanto al tiempo dedicado al entrenamiento y aunque en esta ocasión no me ha parecido excesivamente duro, sí ha sido un periodo difícil. Desde febrero del 2015 en el que solicité el acceso y me concedían el honor del dorsal… hasta octubre del 2015 en el que se disputaba la carrera, han pasado muchas cosas de las que intentaré no excederme en detalles.



Ha sido un año complicado de desmotivación, exigencia, cansancio, lesiones, entrenamientos duros, problemas respiratorios… he vivido una etapa en la que por unas cosas y otras no me sentía con fuerzas para afrontar nada, he ido “renqueando” a todos lados, llegaba cansada al cross (ni yo me creía volver a estar en un Nacional, aunque del resultado mejor ni hablar), la pista ha sido un desastre (sensación de tirar el tiempo por la borda), no me encontraba en buena forma y no veía la emoción por ningún lado, así es que yo me decía “¿cómo voy a afrontar así un maratón? ¡es imposible!”. Pero quizás haya sido la ilusión del viaje, ir a Chicago a correr, entrenar con una buena amiga que me lo propuso hace dos años y que finalmente ha conseguido llevarme por todo este recorrido, las vacaciones, compartir con amigos y familiares… no sé qué fue pero lo tomé de forma diferente, sin presión, con otra actitud pero eso sí, con el objetivo de bajar de las 3h30. Así fue que después del desastre de la temporada, llegaron las vacaciones y sin descansar más que 10 días, me metí en la rutina del maratón. Me encontraba bien, motivada por estar en la salida de esa gran ciudad e intentar mejorar mi tiempo. Empecé a entrenar, todo iba fenomenal, ritmos rápidos, muy bien de cardio, mejorando día a día… ni yo misma me lo creía, ni yo misma estaba segura de lo que estaba haciendo, pero no quería fallar, no quería “fallarme”. Así pasó mi verano, con buenos entrenamientos (exigentes también), amigos y familiares, disfrutando de ello y sintiéndome muy bien, otra vez por los caminos, el JCI… parecía que todo volvía a ser como antes, hasta que me lesioné.

Una fascitis bilateral me frenó, no sé si estuve a punto de la rotura, pero sentía bastante dolor y tuve que parar. Han hecho falta muchas sesiones de tratamiento y un vendaje funcional “a lo geisha” para poder estar en la línea de salida. Así fue que tuve que bajar de ritmos y adaptarme al dolor, entrenar con los pies vendados e intentando hacer toda la planificación en la medida de lo posible… ahora me empezaban a surgir las dudas de ese 3h30, me conformaba con rozarlo y punto. Era agosto y quedaba poco para el maratón, fueron pasando los días… hasta que de nuevo, otro obstáculo más en el camino. A seis semanas del maratón, de repente empiezo a sentirme febril, con dolor de piernas y de cuerpo en general, muy muy cansada… ¿en pleno agosto? No es normal tener una gripe en estas fechas, ¿me habría pasado? Llego a los 38 y 39 de fiebre, no puedo respirar, me encuentro débil, un poco inusual todo esto, así es que finalmente voy al médico para que me diga que tengo una neumonía atípica… “¡ale! ¡a tomar vientos el maratón!” Ahora sí que ya no tenía ninguna posibilidad, tres semanas de baja ya no daban a mucha opción, todo el verano entrenando para nada, rabia contenida porque me encontraba muy bien y de repente, mi cuerpo decide boicotearme de nuevo… ¡¡¡¡¿¿¿y ahora qué???!!! Entre la fascitis y la neumonía, acabaron por irse todas las ilusiones, ya no tenía ningún sentido seguir entrenando, ya nada tenía sentido y me vine abajo (como era de esperar). Pero Pili seguía creyendo en mí, “aún estamos a tiempo, quedan tres semanas, tranquila que llegamos”, tres semanas me parecían poquísimas para recuperar, pero en cierta forma yo le creí aunque ya sólo pensaba en acabar el maratón… adiós objetivo, adiós mejorar marca, ya nada importaba, ahora sólo quería ir a Chicago, salir, disfrutar y vivir una vez más la experiencia de recorrer los 42 km y 195 m en una gran ciudad. Había tirado la toalla para ir a por marca, mi único objetivo era cruzar la meta, ya no había presión, sólo quedaba correr… y eso es lo que hice.




Una vez en Chicago disfrutamos mucho de los días previos (de los posteriores también) conociendo la ciudad con amigos, un paseo en barco por el río, el inmenso lago Míchigan, un partido de los Chicago Bulls, pizzas, pasta, jazz… en fin, una ciudad altamente recomendable que me encantó. Y llegó el día, el estrés de levantarse pronto (4:30 de la mañana) para prepararlo todo, mi equipación de España, desayunar, relajarse un poquito antes de salir (lo cual es imposible) y quedar con los amigos en un punto X para arrancar juntos. Allí me vería con Pili que me acompañaría durante parte de la carrera o eso creía yo… porque llegamos al punto X y no me encontré con ella. Entonces fue cuando me entraron los nervios, fue cuando me di cuenta de que estaba sola otra vez (como en Berlín) y de que aquellos 42.195 m eran para mí. Allí en la línea de salida, en mi cajón de las 3h30 (¡qué ambiciosa fui!), mientras se oía el himno americano y rodeada de 70.000 personas, me sentía sola e insignificante, con miedo pero con la determinación de ir a por todas, había que terminar este maratón y lo iba a hacer tranquilamente, siguiendo mis sensaciones y sin pasarme, con ayuda de mi reloj (que he de decir luego se volvería loco entre tantos rascacielos). Se produjo la salida y allá que me fui yo sola, viendo como me pasaban por todos lados los demás corredores a una velocidad tremenda, incluso pensé “¡joer cómo corren aquí las mujeres!”, pero intenté no dejarme llevar e ir a lo mío, “ya pararán”. Con estos pensamientos arranqué y empecé a correr, cuando llegando al km 2, de repente una voz amiga me dice “¡te pillé!” y el corazón me dio un vuelco. Allí estaba Pili, conmigo, el destino quiso que nos encontrásemos, gracias a que ella salió algo por detrás de mí, me vio y me “recogió”. No puedo más que decir que para mí ha sido la carrera perfecta… acompañada de una gran amiga, que conoce los ritmos perfectamente sin necesidad de llevar reloj (menos mal porque de verdad que allí, llevar un GPS era inútil), que me conocía en mis entrenamientos y sabía lo que yo podía dar, charlando y disfrutando de la compañía con sus ánimos y consejos, el ambientazo de la carrera con miles de personas animando sin cesar, recorrer aquella ciudad, controlando en cada momento los geles y el avituallamiento… fue perfecto. No voy a decir que no sufriera porque mentiría, de hecho desde prácticamente el km 5 fui con mi típico pinchazo en el isquio (ese dolor que me ha acompañado en todos los entrenos), pero que intenté controlar diciéndome “es falso, es sólo tu cabeza que te quiere engañar para que pares, piensa en otra cosa y sigue”. Y mientras tanto, ¿el dolor de la fascia? no sé dónde estaba, no lo recuerdo, iba centrada en otras cosas para no pensar en ello, llevaba los pies vendados y confiaba en eso, sabía que no me rompería… sólo sé que quería correr, quería llegar, quería seguir viviéndolo. Había conseguido llegar hasta allí y nada lo iba a estropear, así es que disfrutaba con Pili y su manera de ver la vida, de cómo enfocaba ese sentir por correr… fui pensando en que podía hacerlo, en ningún momento vinieron a mi mente las palabras “no puedo”, sabía que llegaría y que me estarían esperando en la meta Mario y el resto de amigos, cada uno con su historia.





No podía creérmelo, pasé la media en 1h44 y estaba fresca, ahí estaba el isquio, pero no la fascitis, no había cansancio, todo el tiempo Pili controló la carrera y los ritmos, me frenaba cuando me emocionaba y quería ir más rápido, me empujaba a esforzarme cuando bajaba un poco el ritmo, fue como correr sin darme cuenta. Llega un momento en que empiezas a pasar a gente (incluso los que te habían pasado) y el que no me pasase nadie me hizo sentir fuerte, las últimas millas empezaban a ser duras (llega un momento en que es más fácil pensar en millas que en km, te ayuda mentalmente), ya casi no tenía ni fuerzas, ni sentía las piernas… sin embargo me asombraba que cada vez que pasábamos una milla Pili me decía, “esta ha sido más rápida que la anterior”, hasta que por fin enfrentamos la última milla y de ahí, paso al último km, últimos 500 m y Pili tirando de mí “venga que lo vas a conseguir, una coca-cola si haces 3h25” y yo pensé “¡qué dices loca voy a hacer yo esa marca! si me basta con acabar y ya está”, no quería ni mirar el reloj, no quería saber qué tiempo llevaba (no lo hice en toda la carrera), no quería saber el resultado, ya sólo quería llegar.

Y allí estaba la meta, por fin la iba a pasar, ¡qué gran momento! ¡es fantástico! Cruzar la meta de un maratón, cruzar la meta de ese maratón después de todo lo que me había costado, era una de las mejores satisfacciones y sensaciones del mundo… alcé los brazos al cielo (de nuevo allí estaba él) y me dije a mí misma “lo has conseguido Raquel, una vez más”. Oí a Pili decir “cachisss, por casi me invitas, ha faltado poco pero has hecho un marcón”, fue entonces cuando caí en la cuenta, no podía creérmelo, estaba flipada, había hecho marca personal con 3h26, me abracé a ella y rompí a llorar… “¿lo ves? podías hacerlo, tienes que creer más en ti” me dijo y me di cuenta de verdad del logro que había conseguido. Simplemente acabé feliz, como hacía mucho tiempo que no me sentía… simplemente fue perfecto.






Gracias Pili por hacerlo posible, por ayudarme y acompañarme. Gracias Joaquín por tu trabajo, por haber contenido la fascitis y haber hecho que estuviera en la línea de salida. Gracias César, Carmen, Fran y el resto de amigos que me habéis acompañado en muchos de los entrenos. Gracias a mi familia por animarme, darme cobertura para entrenar y soportarme. Gracias a mis pequeños por creer que soy Wonder Woman y gracias a Mario por estar siempre a mi lado, creyendo y compartiendo mis peripecias.

Este maratón fue especial, fue duro, fue difícil, pero fue bonito, intenso y me demostró algo muy importante. Cuando te quitas presión, cuando te repites una y otra vez que “se puede”, cuando disfrutas de verdad con lo que haces y sobre todo, cuando tu actitud es positiva… no hay nada que no puedas hacer, no hay nada que te pare… siempre se puede. Quizás la lección más importante sea simplemente creer en uno mismo.




Hasta aquí he llegado… es el momento. Un poco triste pasar página y que sea la última de este libro, pero creo que es el mejor final para cerrarlo. Un epílogo final con una victoria dulce sobre todo este viaje deportivo, con la conclusión de que me ha servido para reflexionar y con la sensación de que ha ayudado a algunas personas, que las ha transportado hasta allí, que quizás las haya animado y sobre todo… espero que haya servido de inspiración para que cada cual escoja su propio camino, a mí me ha servido para darme cuenta de que aún estoy en la búsqueda del mío.

Hasta siempre amig@s... hasta siempre Wonder Woman