jueves, 22 de diciembre de 2011

El debut

¡Hecho! Otra prueba más y la verdad, mira que me lo decía mi mamá… “Manolete, ¿pa qué te metes?”.

Evidentemente esto es una broma porque ni yo me llamo Manolete, ni tampoco ha sido tan catastrófico como podría parecer, es más, en líneas generales estoy contenta con el resultado.

La semana del 12 al 18 ha sido dura y no sólo a nivel de entrenamientos. Aunque supuestamente esta semana era de descarga, no ha sido así del todo. Ya os conté que la anterior estuve un poquito tocada muscularmente y no pude realizar el plan bien, con lo que ha habido algún que otro cambio y en esta ocasión le hemos dado un poco de “vidilla” al cuerpo. Han salido tres entrenos exigentes pero que me dejaron muy satisfecha, con rodajes de 12 km a 4’45 y algún progresivo bajando de 4’00 en compañía de mi amigo José Luis, si no hubiera sido por él, seguramente no habría llegado a ese ritmo yo sola (y es que todos entramos al trapo en cuanto nos pican un poquito). Aún así, continúo con las molestias musculares. Y decía lo de que no sólo a nivel de entrenamiento porque el pensar en el debut me ha presionado, me he pasado toda la semana nerviosa y pensando en ello, la distancia, la modalidad en sí, el ritmo, el terreno y en definitiva… en qué es exactamente un cross y cómo afrontarlo (todo porque mucha gente me ha dicho que son muy duros).

Para remate, además, esta semana ha estado llena de acontecimientos lúdicos festivos que han penalizado un poco mis energías y mis fuerzas, pero es lo que tiene la Navidad y me gusta disfrutar de ella. Así pues, cerraba la semana precisamente con una cena de amigos en la que tenía que controlarme para poder estar fresca al día siguiente y con una llamada que me decía “menos mal que vienes mañana, se nos han caído dos de las chicas y al final sólo somos tres para formar el equipo y no hubiéramos podido competir”.

¿Quería presión? ¡Pues toma “dos tazas”! Si ya tenía mis sospechas de que no dormiría la noche del sábado (ya sabéis que me pasa siempre antes de una competición), ahora ya era confirmado que no lo conseguiría. He estado nerviosa por el estreno tanto en el cross, cómo por el club (primera vez cómo cangura), pero al menos existía un pequeño relax porque el equipo que llevábamos al campeonato estaba sobradamente preparado y yo sólo era “el quinto elemento”, ahora la cosa se complicaba y tenía una responsabilidad que me puso los pelos de punta… era la tercera y no podía fallar.

La noche no fue fácil, dolor de cabeza, revuelta por la cena, un sueño interrumpido… ¿nervios? Todo lo que se puede pedir como pre-competición, pero que fue inevitable.

Y amanece el domingo 18 de diciembre. A las 8:30 h estaba en pie, no parecía que los nervios me dominasen excesivamente pero después de la noche tan intensa, me encontraba algo cansada y apenas pude probar bocado (un zumo y medio plátano). Me despido en casa y con las mismas, me fui a Parla dónde había quedado en torno a las 9:15 h con mis compañeras de equipo. Llegué al parque donde se disputaría el campeonato y busqué entre todas las carpas que allí había, la azul del Canguro. Iba algo ensimismada cuando oí que me llamaban y allí estaba Pepe (el delegado) con Lourdes, una de mis compañeras. Nos saludamos, nos presentamos y esperamos a que llegaran más compañeros para terminar de montar la carpa, lo cual hicimos al ratito, pues llegaron Patricia y Marine junto con otro compañero de quien no recuerdo el nombre (perdón por mi memoria pero espero aprenderme pronto el de todos).

Terminada la faena, dejamos las mochilas dentro, le dimos nuestros DNI a Pepe para que nos pasara el control, nos entregó los dorsales y el chip, nos fuimos a calentar, busqué por los alrededores a mi tío pero no le encontré, inspeccionamos un poco el circuito (formado por una parte de 500 y otra de 1.500 m a las que se darían dos vueltas) y he aquí la primera cuestión, ¿clavos? ¿sí o no? Yo estaba flipando, entre el ambientazo que había, el buen rollo que se respiraba, las categorías inferiores corriendo y dándolo todo, animación, el nuevo reto a punto de producirse, el circuito con el sube y baja, giros, barro, césped y además… a ponerse las zapas de clavos que tan sólo había probado el día anterior haciendo unos progresivos y pensé “¿sabré correr con esto? Espero no quedarme clavada o caerme o ¡qué sé yo!”, pero confieso que me apetecía mogollón estrenarlas y ver de verdad qué era eso de correr con unas zapatillas que no pesan nada y que llevan clavos. Así es que a pesar de los nervios, estaba muy emocionada y por supuesto, dispuesta a darlo todo.

Así pues, unos 10 minutos antes pasamos por el control de atletas, comprueban que estamos todo el equipo y nos vamos a la cámara de llamada, de dónde ya no puedes salir. Hacía sol, buen día, aunque frío pero yo no lo notaba y en esos momentos se me vinieron a la cabeza los últimos consejos, “intenta regularte, si al principio sales muy fuerte, frena y piensa en coger un ritmo que no te vacíe”, “deja para el final todo lo que tengas” “suerte y disfruta!”. Últimos momentos de cháchara, algunas fotillos y por supuesto un abrazo entre todas las chicas para desearnos suerte, donde me dijeron “tranquila Raquel, en este cross hemos debutado todas, disfruta del momento” y para atrás hacia la salida.

En la salida, sé que no seguí todas las instrucciones (intentaré no volver a hacerlo), pero es que me sentía muy violenta poniéndome al frente en una prueba que no sabía cómo iba a resultar, en la que era una novata, con vergüenza pensando que podría hacer el ridículo, que si me ponía la primera me pasarían todas las chicas y sobre todo, saldría disparada y descontrolada como una loca. Así es que, me puse en segunda línea y no “saqué mucho codos”. Con el corazón a 200 (supongo porque no llevé pulsómetro) escuché el disparo de salida y arranqué cómo pude, a toda velocidad y con fuerza detrás de las primeras chicas, detrás de dos de mis compañeras. No sé a qué ritmo iba, no lo puedo asegurar, quizás por debajo de 4’ porque me sentí que se me salía el corazón prácticamente al hacer la primera vuelta de 500 m, ¡qué sensación! Giros, subidas, bajadas y cada vuelta escuchaba los ánimos, mi nombre y un “¡vamos cangura!” hasta hacer las dos vueltas de 500 m, donde me adelantaron chicas y una compañera más. Y se inicia la primera vuelta a la parte de 1.500 m, escucho otra vez “¡lo estás haciendo muy bien Raquel, ánimo!”, aunque las zapatillas me dan cierta seguridad, me siento rara e inestable, se me tuerce un poco el tobillo pero no le hago mucho caso, me voy sintiendo cada vez más vacía, sin fuerzas y pensando que me he pasado en ritmo, de poco me sirven los consejos, empiezo a flojear pero sé que no puedo parar y en ese momento me pasa una de mis compañeras que me dice “venga, pégate a mí y vente conmigo”, así es que lo intento, pero no consigo aguantar su ritmo y aunque la sigo de cerca, se me va y entonces, en uno de los giros, veo a mi tío haciendo fotos, lo que me infunde unos poquitos más de ánimos. A partir de ese momento me quedaba la última vuelta de 1.500 m, sin apenas fuerzas, pero sin dolores musculares, aunque las piernas me iban, el corazón no me daba más y casi no podía respirar, pensando que no podía parar y a punto del colapso, con unas ganas de vomitar terribles, me vinieron a la cabeza esas palabras “lo de mañana es fácil, menea el culo hasta que te entre ganas de vomitar y cuando te entre, sigue corriendo”. ¡Vaya si era cierto! pero, ¿cómo seguir corriendo? ¿seguro? ¿podré? Y me dije que tenía que seguir hasta el final, costase lo que costase, aunque bajase el ritmo pero había que cruzar la meta y luego “ya respiraré”.


Tramo final, vuelvo a ver a mi tío que me anima y acto seguido, la última subida hasta la meta, “venga aguanta, un poquito más y ya está”, subo cómo puedo, casi arrastrándome pero veo la meta y me lanzo hacia ella, corro sin fijarme en mi alrededor, no sé si hay chicas delante o detrás, me da igual, sólo quiero llegar, no oigo nada y por fin… cruzo el arco y me digo “¡bien!”, paro el crono en 16’40’’ y aunque no es lo que esperaba, me conformo con no haberme rendido y haberlo terminado. Al menos acabé por encima de la mitad, la 16ª de 34 chicas… ¿qué más se puede pedir? Siendo la primera prueba de estas características, sé que tengo que estar orgullosa del resultado, pero aún así… ¡quiero más y mejor!
Casi no puedo ni quitarme el dorsal para dárselo a la organización, con el corazón todavía a 1.000 por hora llego hasta donde estaban mis compañeras, abrazos por la carrera, Patricia y Piedad con muy buen resultado llegando las segundas en sus categorías (¡enhorabuena chicas!) y finalmente nos vamos hasta la carpa donde nos felicitan por nuestra actuación. A continuación, correrían los chicos.

Fueron los 4 km más largos y duros que he corrido en mi vida, lo pasé mal, sufrí mucho, casi hubo momentos de pensamientos negativos que conseguí desechar, pero en resumen disfruté y lo pasé genial. Creo que lo más importante es la sensación de satisfacción que te invade cuando cruzas la meta porque te das cuenta de que el esfuerzo y el trabajo que estás realizando día a día, tiene unos resultados y una recompensa.

Eso es indescriptible.

Y el resultado final no podría haber sido mejor, los dos equipos femeninos quedamos subcampeonas y en cuanto a los equipos masculinos, dos de los tres que se presentaron, también se erigieron como subcampeones.



Y ahora… ¡a por el siguiente!





lunes, 12 de diciembre de 2011

Navidad, tiempo de ilusión

Ya se respira el ambiente navideño, ese aroma lleno de felicidad que nos embriaga en estas fechas. Es tiempo de celebraciones y fiestas, de comidas y cenas con familiares y amigos, tiempo de abrazos, besos y cariños… es tiempo de ilusiones.

Nos vemos inmersos en acontecimientos que a veces no buscamos, nos encontramos con personas que hace tiempo que no vemos o simplemente, compartimos momentos con aquellos con los que mantenemos una relación algo más superficial. ¿Es lo que queremos? ¿hacemos lo que nos apetece? O simplemente, ¿nos mueve una corriente de hipocresía y cordialidad? ¿qué te mueve a ti en estas fechas?

Este es un debate en el que siempre habrá seguidores y detractores de la Navidad, a mí especialmente me gustan estas fechas, así es que no voy a entrar a debatir nada, simplemente dejaré abierta una ventanita al pensamiento, al por qué hacemos las cosas, a cómo las sentimos o nos las tomamos, al valor que les damos y sobre todo… a la ilusión que nos mueve.

Han pasado dos semanas desde mi última entrada y lo cierto es que salvo algún que otro acontecimiento a nivel personal, no hay mucho más destacable a nivel deportivo (aunque todo depende de cómo se sientan las cosas). Quizás el hecho de entrenar una semana tras otra no sea destacable, a veces perdemos ese valor por sólo mencionar las competiciones, sin embargo, el hecho de poder entrenar ya es muchas veces importante (sobre todo cuando alguna lesión te impide hacerlo). Y es que estas últimas semanas están llenas de emociones, algo que para mí es habitual se ha convertido en algo muy especial, quizás han sido envueltas por la magia de la Navidad o quizás, dicho de otro modo algo más realista, por un objetivo nuevo, porque una motivación diferente me mueve hacia adelante y la ilusión ha vuelto en estos días.

Tras la primera semana de vuelta a los entrenamientos y transcurridas estas dos, puedo decir que he completado una segunda semana más. Aunque he vuelto lenta, me siento pesada, las piernas no responden a los impulsos que envía mi cerebro, el corazón se me dispara a pulsos muy altos, me encuentro fuera de forma y me está costando. Ha sido una semana muy intensa, dura y exigente, un tipo de entrenamiento que me está devolviendo a mi sitio, diferente, extenuante pero que no me deja insatisfecha, porque me gusta y me divierte. Entrenamientos en progresión, kilómetros recorridos a distintos ritmos, cuestas, ejercicios de fuerza y de técnica de carrera, series… ¿qué tiene esto de especial?

Visto así parece un saco de actividades sin ningún orden, pero cómo es de suponer no lo es, puesto que todo entrenamiento es planificado con un objetivo concreto, en mi caso para alcanzar un destino incierto y probablemente complicado, pero que me apetece afrontar. Nadie dijo que esto fuera fácil… ¿miedo? Lo nuevo siempre nos asusta, lo desconocido nos para y nos frena, decidimos seguir haciendo lo mismo porque no nos sentimos valientes o porque nos acomodamos, cómo dice el dicho “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”, pero ¿seguro que es lo queremos? Un día leí unas palabras que decían “siempre preferimos el pasado, porque el futuro es incierto y eso nos inquieta, pero en el futuro está la oportunidad, la conquista, la ilusión, los sueños, la incertidumbre” y creo que es verdad, así pues… ¿qué mejor momento para aceptar esa invitación que éste dónde es tiempo de propósitos, de sueños, de magia y de ilusión? Mentiría si dijera que no estoy algo asustada al haber decidido dar ese pasito más allá, ese salto cualitativo y cuantitativo que seguro será duro, que aunque me costará bastante, estoy dispuesta a conseguirlo porque sólo hay que creer en ello tal y como hacemos con la Navidad.
 

Como he dicho me encuentro lenta, tras la primera semana los últimos ritmos han seguido siendo algo bajos, aún estoy intentando despertar a mis piernas y veo cómo se dispara mi corazón hasta las 203 ppm. Los entrenamientos me están exigiendo un sobre esfuerzo que hasta ahora no había sentido, me muevo en una especie de ansiedad difícil de entender, creo que esto no ha hecho más que empezar y que habrá más sorpresas, incertidumbre, emociones… ¿no es lo mismo que sentimos de niños en estas fechas?

Los km en progresión no los consigo hacer aún en los ritmos planificados, las cuestas me siguen pareciendo duras, con los ejercicios de fuerza y de técnica de carrera me siento un “paquete” y las series me mantienen en tensión la noche antes de afrontarlas… y sin embargo, con el final de la segunda semana de entrenamiento, he empezado a notar el trabajo realizado, a saborear un regusto por lo desconocido y lo difícil, eso me motiva, me hace seguir adelante y me empuja a querer más. Sin embargo, al inicio de la tercera semana algo me ha parado, mi mente quiere una cosa pero mi cuerpo pide otra, noto una sobre carga en los tibiales y gemelos que me frena, el dolor se hace insoportable y decide por mí que toca descansar. Esta tercera semana no ha sido muy fructífera, no he podido realizar el plan tal y como estaba preparado, ha habido que ajustar y bajar intensidad, he tenido que adaptarme a las circunstancias y eso no siempre me gusta porque me quedo con la sensación de que pierdo el tiempo, de que no llego y es que me ocurre cómo a los niños… a veces soy muy impaciente.


A pesar de todo, aunque no he podido ejecutar el plan al 100%, he realizado alguna de las sesiones planificadas, en las que no sólo he podido comprobar si mis piernas están preparadas para aguantar determinados ritmos, hay algo más. El entrenamiento no consiste únicamente en preparar al cuerpo para correr un 1.000 por debajo de 4’, el entrenamiento consiste también en preparar a la mente (algo que yo todavía tengo que trabajar bastante aunque algunas veces lo consigo), en enseñarla a creer que se puede, ella lo domina todo, porque cuando la ilusión te mueve, cuando lo quieres de verdad, te vuelves imparable.

El próximo domingo me enfrento a mi primer cross, será el primer reto nuevo de esta temporada, será la primera prueba de este tipo y no sé qué me voy a encontrar, no sé cómo la voy a terminar. Y podría decir “después de haber corrido 42 km, ¿qué puede suponer una prueba más corta?”, pero es que aunque sólo sean 4 o 6 km, es de nuevo un mundo desconocido para mí, por el terreno, la velocidad, la preparación, los demás atletas… siento que ahora no es una competición contra mí misma, ahora toca competir por un puesto, ahora es de verdad y eso me produce ansiedad y me arruga el estómago. Soy consciente de que esto lo hago porque quiero, porque me gusta, porque disfruto y que no debería suponerme ningún estrés, pero sinceramente… ¿quién se pone un dorsal y no nota la competitividad corriendo por sus venas? A mí me ocurre siempre y no puedo evitarlo, debe ser la adrenalina o las endorfinas, de cualquier forma volveré a hacerlo y no sé qué pasará esta vez, sólo sé que mi corazón irá a mil por hora durante 4 km y mis piernas correrán sin parar como sea, hasta cruzar la meta… dejaré que la magia de la Navidad me lleve, me acompañe y me guíe.

El domingo vestiré y defenderé por primera vez los colores del Canguro y como la vida está llena de casualidades, sigo envuelta en el color azul que me visita en casa cada año por Navidad, incluso también en el trabajo y además, en esta ocasión me traen un regalo nuevo para afrontar mis nuevas carreras… ¿tenemos o no tenemos que creer en la magia y la ilusión? 




lunes, 28 de noviembre de 2011

Nuevos colores, nueva etapa

Antes de nada, amigos que me seguís a través de este blog, quiero daros las gracias por vuestros comentarios y vuestras felicitaciones, por ese empuje y esa energía que me trasmitís y en definitiva, por estar ahí, escuchándome y apoyándome. Para vosotros esta rosa azul.

Punto y aparte.

No va a ser esta una entrada muy extensa porque en cierta forma es algo triste, en cierta forma es un “mirar hacia adelante” y hay que tomarlo a sorbitos, poco a poco.



A veces en la vida nos vemos obligados a tomar ciertas decisiones que nos pueden o no gustar, que son más o menos fáciles o difíciles, que llevaremos mejor o peor… decisiones que no queremos, pero que son necesarias. Son momentos en que se enfrentan la necesidad contra el querer, se impone la obligación frente a la libertad… y duelen.

Así pues, en estas formas, no tengo otra salida y muy a mi pesar, con todo el dolor que se puede describir (no lo estoy pasando bien y me está resultando muy difícil), dejo los colores verde y blanco, el club de atletismo y amigos que me ha visto casi nacer como atleta, que ha hecho que este deporte entrase en mí y que me ha puesto en la línea donde estoy. Hoy es necesario, mañana no lo sé… quién sabe, quizás sólo sea un “hasta luego”.

Siempre en el corazón GGM.

Gracias amigos, los que en la intimidad os habéis preocupado por mí, me habéis preguntado, os habéis interesado por mi estado y por cómo estoy… os aprecio y os quiero mogollón, os echaré de menos.

Pero como hay que mirar siempre al frente, hay que seguir adelante y levantar la cabeza, no voy a dejar que esto me abata… he pasado (y sigo pasando) momentos muy duros y complicados, así es que… al toro por los cuernos, bienvenido color azul, ¡hola nuevos amigos! Gracias por acogerme en vuestra familia, estoy convencida de que va a ser una etapa fantástica y llena de emociones.

Así pues, con ganas, con fuerza, llena de motivación, con el corazón a mil por hora por los nervios y acompañada de la ansiedad por un mundo desconocido, comienza para mí una nueva etapa atlética con más amigos, nuevos objetivos y retos, nuevos entrenamientos… se abre ante mí un arsenal diferente de posibilidades deportivas que me están sirviendo para afrontar muchas de esas decisiones tan duras.

Dicen que el azul es un color fresco, tranquilizante y al que se asocia con la mente, a la parte más intelectual de ésta, que ayuda a controlarla, a tener claridad de ideas y a ser creativos. Así pues, para seguir con esta última tendencia mía, la mente lo es todo, en la mente está el poder… si queremos, podemos… ¡yo puedo!

Palabras claves del color azul: estabilidad, profundidad, lealtad, confianza, sabiduría, inteligencia, fe, verdad, eternidad. Azul marino: conocimiento, lo mental, integridad, poder, seriedad. Azul Claro: generosidad, salud, curación, frescor, entendimiento, tranquilidad.

¿Seguro que se acabó “Verano Azul”?


Este domingo, después de un agradable rodaje por la Casa de Campo con un buen amigo, estuve conociendo a mi nuevo club. Celebraban su mítico y 47º “Cross del Canguro”, una prueba muy bonita que transcurre por El Bosque, agradable, divertida, entrañable y familiar, que me gustó mucho y además, en la que hubiera participado, pero… ¡al año que viene no se me escapa!.

De nuevo, gracias a todos los canguros por la acogida.





Y mientras tanto, para amenizar la semana, comienzo de nuevo los entrenamientos. A tres semanas del maratón de NY, después de algo más de 10 días parada, vuelta a la actividad. Ha sido una semana dura porque los entrenamientos han sido exigentes, el cansancio acumulado y los ritmos lentos anteriores, han hecho que me haya costado ponerme “en marcha”. Con entrenos que me han llevado a disparar el corazón, subir las pulsaciones hasta las 200 ppm, intentar alcanzar ritmos de 4’50 y ejercicios de saltos… he acabado esta semana agotada y con una carga considerable en las piernas.
He sufrido, pero me he divertido, especialmente con el entreno del sábado que hice en magnífica compañía. Un calentamiento previo de7 km a 4’45 donde nos encontramos con un compi, que como siempre va tal cual gacela y para seguirle el ritmo hay que echar el resto, después unos ejercicios de técnica de carrera con saltos en los que me sentí un paquete de los que hacen historia… ¡cómo se puede estar tan garrote! Para terminar con unas series en campo a través donde me quise morir, barro y césped, los pies no me daban, no se levantaban ni un palmo del suelo, me costaba dar cada zancada, me notaba pesada, sin fuerzas y prácticamente sin aire que respirar… era el primer entrenamiento que hacía de este tipo, me pareció durísimo (me temo que habrá muchos más, ¿verdad?) y es que bajo “vigilancia” tuve que hacerlo (como pude eso sí), pero no paré, terminé y me siento satisfecha.

Definitivamente, parece que sí… terminó “Verano Azul”.

lunes, 14 de noviembre de 2011

42 i de NY

I did it!!!

Una semana después y aún se me eriza la piel cuando lo recuerdo, son tantas las emociones y sensaciones vividas, que no sé por dónde empezar… sencillamente inolvidable.

Me voy a remontar a unos 3-4 días antes de mi marcha a Nueva York; los que habéis seguido mi recorrido hasta aquí casi semanalmente, habéis podido leer sobre mi estado de ánimo y mis cambios, abriendo una ventana a mi interior y me queda decir que en esos días aún pude descubrir algunas cosas que provocaron en mí reacciones que me llevaron a afrontar definitivamente la mítica distancia… ¡impensable las sorpresas que te puede deparar la vida!

Aquella amigdalitis, una nueva infección, más antibióticos, 3 días después de la media de Fuenlabrada me aparece un fuerte dolor en el glúteo… ¿realidad o nervios? Mis amigos me decían que eran los nervios típicos a los días previos de un maratón, que aparecen todos los dolores habidos e imaginados, pero yo me sentía débil, sin fuerzas y cansada, ¿miedo quizás?, mis ánimos estaban por los suelos y no me sentía en condiciones de afrontar nada. ¿Cómo podía estar ocurriendo todo eso? Había realizado un gran trabajo durante meses, ¿se iba a quedar así? ¿no llegaría ni siquiera a estar en la salida?

Y aquí es cuando llegan las sorpresas, la gente que te apoya, que te ayuda, que te anima y que “te quiere”, la gente que merece la pena… en esos 3-4 días, por ellos y para ellos, aquella frase en uno de mis post anteriores: Honor a quien honor merece.

Jueves 03 de noviembre, 10:30h de España, volamos a Nueva York; un viaje duro porque fueron 10 horas hasta Atlanta, más un enlace hacia nuestro destino que nos llevó otras 2h30, además de la espera en el aeropuerto, el control de inmigración correspondiente, prisas, equipaje… para terminar en un shuttle bus que nos hizo una ruta turística por los 8 terminales del JFK hasta llegar a nuestro hotel casi 2 h después… total, unas 18 horas danzando de un lado a otro, hasta que conseguimos alcanzar ese preciado tesoro que es el descanso. Es increíble lo que puede llegar a soportar el cuerpo cuando está inmerso en una nube de ilusión.

¡Ay Nueva York! Magnífica ciudad, desde la primera vez que la pisé ya me enamoré de ella, en aquél entonces ya me sentí en un auténtico sueño, ahora lo he alcanzado, ese sueño se ha hecho más realidad y la ciudad ha terminado atrapándome para siempre. El viernes a primera hora de la mañana salimos a trotar 20’, la gente con la que te cruzas te pregunta si vas a correr el maratón y te desean suerte. Después nos fuimos a la feria del corredor a recoger el dorsal junto con nuestro compañero y amigo José Luis. Ya allí notas lo grandioso de la organización, los recursos empleados, el entusiasmo de los voluntarios y es que allí, todo se hace a lo grande. La jornada fue fantástica, un paseo atravesando toda la ciudad por los barrios más típicos, puente de Brooklyn, Chinatown, Little Italy (con su correspondiente plato de pasta para comer que nos dejaron de todo menos insatisfechos), Soho hasta Time Square y cómo no, con una compañía de lujo, amigos y familiares. Al final del día, cuando llegamos al hotel, estábamos reventados, pero ¿quién puede irse a descansar estando en Nueva York?Después un paseo por la 5ª avenida y cuando quisimos darnos cuenta, nos llegó la hora de ir a cenar, de nuevo con nuestros amigos y familiares. El día tenía que haber sido más tranquilo, pero fue difícil y fuimos un poco inconscientes porque acabamos el día bastante cargados, con dolores en los isquios, cuádriceps y glúteos… difíciles pensar en correr al día siguiente. Sin embargo, aunque estaba algo preocupada por aquellos dolores de última hora, me sorprendió mi estado de tranquilidad, no me lo podía creer pero había pasado dos días sin tensión, sin ansiedad, sólo estaba feliz y me acosté sin nervios, con una frase en la cabeza, “puedes hacerlo porque estás sobradamente preparada” y dormí como hacía tiempo. 



El sábado quedamos con un grupo de gente que conocíamos de otro foro de maratonianos y con los que comimos. Fue una mañana muy agradable, me parecieron gente encantadora y además demostraron ser grandes atletas, “fue un placer conoceros, seguro que coincidimos más veces”.

Domingo 06 de noviembre, 5:30h de Nueva York, nos levantamos, nos enfundamos en un mogollón de capas de ropa (nos lo recomendaron porque teníamos que pasar más de 2 h esperando a la intemperie), además los dos días anteriores habían sido fríos y con viento, pronosticaban un grado de temperatura (decidimos ponernos camisetas de compresión como primera capa) y nos fuimos hasta el autobús que nos llevaría a Staten Island, donde aprovechamos para desayunar un yogurt con cereales, un plátano, una barrita de proteínas y una bebida isotónica. Empieza a amanecer cuando casi llegábamos a la isla, junto con otros cientos de autobuses, de donde empiezan a bajar miles de corredores y con los que nos dirigimos hacia las “villages” asignadas a nuestro dorsal y color. La emoción se puede cortar, no es invisible, 47.000 personas deambulando por todos lados, durmiendo en el suelo, comiendo, bebiendo, caminando... dejamos nuestras bolsas en los camiones ropero y fuimos a encontrarnos con José Luis, para soltar los últimos nervios con un poquito de charla, unas bromas y para darnos el último abrazo lleno de suerte, hasta el momento de irnos, cada uno a su “corral“ de salida. Y allí dentro, mi estómago se encoge y me informa de esos nervios que estaba echando en falta, “¿lo ves? es cierto, es real… estás aquí”.

Por fin, después de casi una hora de espera en el corral, en el que hemos soltado gran parte de nuestras ropas, nos llevan a la salida… algarabía, gritos, aplausos, risas, comentarios, un ruido ensordecedor que de repente se ahoga, desaparece y todo el mundo se calla para escuchar el himno americano, cantado “a capela” por una policía con una voz impresionante que hace se me erice la piel y las lágrimas asomen por mis ojos, es inevitable contener tanta emoción. Finaliza el himno, todo el mundo aplaude, tira la poca ropa que queda encima, estoy sudando y aún no he empezado a correr, el día no podía haber salido mejor, la temperatura era agradable y más alta de lo previsto (nos sobraron las camisetas interiores), pistoletazo de salida y entonces se escucha al gran Frank cantando “New York, New York” que nos acompaña en nuestros primeros metros de la carrera, los nervios han desaparecido y cantando comenzamos a correr cruzando el arco de salida. Atravesamos el Verrazano, el primer puente de unos 3 km que se cruza, que nos lleva directos hasta Brooklyn y en el que sólo hay corredores. A partir de ahí, las calles están llenas de gente por todos lados gritando, animando, aplaudiendo… bandas de música, grupos de baile, carteles, cencerros… es indescriptible. Nuestros primeros 5 km tienen que ser casi un calentamiento, una toma de contacto a un ritmo tranquilo y cómodo (5’10) que nos permitiera ir entrando en carrera, lo cual se nos hace fácil porque el primer km es lento hasta que se empieza a correr. Después, los 5 km siguientes tenemos que hacerlos algo más rápido, pero sin pasarnos, reservando para encontrar nuestro ritmo de carrera, lo cual ya empieza a ser algo difícil por la intensidad de la gente que te anima, mires donde mires siempre hay algún espectáculo. Luego llegaría el groso de la carrera, desde el km 10 hasta el 31 (como una media) donde tendríamos que conseguir nuestra velocidad de crucero a 5’00, controlando el pulso, midiendo el tiempo y tomando algunos geles pequeños. Pero me es imposible contenerme por los gritos, la música, el ambiente, si no es por Mario que en todo momento lleva el control de la situación, midiendo en cada km los tiempos, preguntándome el pulso, bebiendo un poquito de agua y de isotónico en todos los avituallamientos que son bastante liosos (mucha gente, tropiezos, empujones) y que va parándome los pies porque siento como que la gente me lleva en volandas, me siento fuerte, llena de energía y feliz.

Vamos atravesando Brooklyn, alrededor del km 20 de repente el silencio nos invade, estamos atravesando el barrio de los judíos ortodoxos que están por allí paseando, haciendo su vida ajenos a todo, como si no estuvieran pasando miles de corredores por sus calles, es el único momento en el que escucho mi propia respiración y mis pensamientos, empiezo a notar molestias, “no puede ser que tan pronto lleguen los dolores, he hecho tiradas más largas y me he encontrado bien, esto no es real”, así es que no le digo nada a Mario e intento olvidarlas, sigo corriendo hasta un segundo puente más pequeñito que nos devuelve al griterío y de nuevo a la música, oigo a Alicia Keys y su “The Empire State of Mind” que me ha acompañado en mis entrenamientos y me vuelvo a sentir dentro, me dejo llevar otra vez hasta el km 25 donde está el puente de Queensboro, unos 2 km de un casi túnel en el que ya se empieza a notar el cansancio de los corredores, se baja el ritmo y se escuchan algunos lamentos. Mario me dice “hay que salir de aquí enteros”, así es que poco a poco vamos a nuestro ritmo, pero casi al final me dice que le molesta el isquio, yo intento quitarle importancia y le digo que también llevo los cuádriceps tocados y la verdad es que se hace algo duro. El puente nos deja en Manhattan, es inimaginable lo que nos espera. Unos 7 km rectos en First Avenue, más gente, más gritos, a los lados los distintos países se agrupan con las banderas que los identifican, vemos a España, me emociono y voy hacia ellos, casi pierdo el control y voy enfilada pero Mario me llama y me retiene un par de veces, es un río infinito de corredores y colores, me cuesta contener el ritmo aunque el dolor en los cuádriceps va creciendo, de nuevo Alicia Keys que me da energía, hasta llegar al km 31 donde tomamos el gel más grande para afrontar el último tramo, el último diez mil.

Dicen que aquí empieza la carrera, estos km finales son los más difíciles por todos los que ya llevas, se corren al ritmo que el cuerpo te permite, si te quedan fuerzas lo das todo y más, si no te quedan los haces como puedes, por inercia… ¿qué nos esperaría a nosotros en nuestro debut? Cruzamos el puente Willis que nos deja en el Bronx, es el cuarto, los voy contando y se lo digo a Mario para animarnos, vemos pasar a la liebre de las 3h30’ a una velocidad de la luz y le digo a Mario “pues va a ser que no le cogemos”, pero no me importa el tiempo, la música cambia de estilo, escucho la otra versión de “The Empire State of Mind” con Jay-Z, la gente algo diferente sigue animando del mismo modo, llevándonos hasta el Madison, quinto y último puente que desemboca en el barrio de Harlem entrando por Fifth Avenue, “Mario ya no nos queda nada”. De nuevo un cambio cultural, coros de música góspel en las puertas de las iglesias, más gritos, más aplausos y llegamos al km 35. Le digo a Mario “ya estamos, está hecho, sólo 5 km más”, no me contesta y me extraña, pero vamos cansados y pienso que es normal. Llevo las piernas con grandes dolores, las plantas de los pies me van destrozando pero no me importa porque en esa zona estarían nuestros familiares viéndonos, así es que cojo aire y me ilusiono con verles, me da fuerza pensar en ellos y los voy buscando a los lados, entre la gente… pero las calles pasan y no les veo, me vengo un poco abajo y me desanimo, entonces miro a Mario que va algo detrás y me digo, “esto no me puede parar, él se ha esforzado y ha hecho lo indecible por traerme hasta aquí, así es que va por ti Mario” y tiro, subo, corro, más gritos, más ánimos.

Vamos subiendo por la 5ª Avenida, inconfundible a lo lejos se ve el Empire State, tengo las piernas y los pies destrozados, pero no puedo parar, veo a Mario algo rezagado que me llama y me mosqueo porque no entiendo que quiera controlar el ritmo en estos últimos km, yo sólo voy pensando en acabar cuanto antes, me freno para irme con él y noto un bloqueo en los cuádriceps, me dice algo pero no le entiendo, vuelvo a arrancar y tiro de nuevo. Miro hacia atrás y vuelvo a ver a Mario distanciado, así es que intento parar otra vez y recibo otro tirón en los cuádriceps. Es un momento de total confusión, no sé qué hacer, ¿seguir mi ritmo y acabar lo antes posible? ¿esperarme con Mario y entrar juntos?, me dice que va mal pero creo que igual que a mí, sus músculos no le permiten mucho más, así es que finalmente son mis piernas las que deciden por mí y le dejo. Entro en Central Park, es inigualable, quedan sólo 4 km, es un sube y baja poco fácil, pero es lo último. Me doy cuenta de que no he sufrido el temido muro aunque tengo muy presente el dolor en las piernas y sólo pienso en acabar, casi no me doy cuenta de la cantidad de gente que hay en el parque, así es que echo mano de algunos consejillos, dejo entrar pensamientos positivos, tiro del baúl de las cosas buenas y recorro los últimos 2 km pensando en ellos: en Mario por todo lo que ha hecho, en mis hijos Bruno y Lola que me inundan de esa energía inagotable que tienen los niños, en mi tío Tivo y en mi amigo Fermín que me están viendo y empujando (estoy segura). Un poco más, último km, salimos del parque, giro a la derecha, llano, corro, intento subir el ritmo, otro giro a la derecha, volvemos a entrar en el parque, veo el cartel con las últimas 400 yardas, 200 yardas, ya veo el arco… allí está, inalcanzable, a los lados gradas con gente en pie aplaudiendo, 100 yardas, se acerca, está hecho, por el medio, el reloj que marca 3h39’05, levanto los brazos, miro hacia arriba y pienso, “por vosotros que me habéis dado las últimas fuerzas, por ti Fermín que te lo prometí aquél indeseable día”, cruzo la meta, detengo el reloj, 3h35’31’’ y me echo a llorar.

Inconsciente de lo realizado, con un dolor insoportable en las piernas, con el corazón todavía disparado, me quedo cerca del arco de meta buscando a Mario que no viene, los de la organización me dicen que siga, me hago la despistada y me paro, pasa el tiempo, demasiados minutos, no le veo y empiezo a preocuparme, hasta que por fin le veo entrar y me asusto, le veo desfallecido, perdido, tambaleándose y corro hacia él para sujetarle, le abrazo, le beso y rompo de nuevo en un llanto inconsolable. Lentamente llegamos a la zona de las medallas, Mario coge la suya y me la cuelga, yo hago lo mismo con la mía y nos hacemos la foto final. Pero ¿qué le ha pasado? Está frío, siento miedo, le hablo pero apenas contesta, no podía imaginar que estuviera tan mal, pensé que sólo eran dolores musculares, si hubiera conocido su estado real no le hubiera dejado solo… me siento fatal, a duras penas puedo con él, mis piernas casi no me responden por el dolor tan inmenso, pero es mayor la fuerza del corazón que hace que le lleve andando lentamente hasta un puesto médico. Allí le reaniman con agua y un poquito de sal, la verdad es que los voluntarios se portaron estupendamente, fue una deshidratación, un susto, se recupera y por fin podemos abrazarnos conscientes de lo que hemos conseguido: we did it, esto de los dos, es nuestro, es inviolable.


Casi 2 km después, salimos del parque hasta los camiones ropero donde nos esperaba Jose Luis, que después de esperar 2 h, por supuesto se había ido, nos cambiamos y nos fuimos andando otros 3 km hasta que pudimos coger un taxi que nos llevara al hotel. El ambiente seguía siendo inaudito, abrazos, felicitaciones, aplausos… pero ya estábamos agotados y sólo queríamos llegar al hotel. Tras un último esfuerzo, lo conseguimos, un té calentito para reponernos un poquito y a descansar un buen rato, que nos lo merecíamos.

Hablamos con nuestros familiares que estaban allí algo apesadumbrados por no habernos visto, con Jose Luis para decirle que estábamos bien, mensajes a nuestras personas queridas padres, hermanos, amigos para decirles que habíamos terminado y por supuesto, felicitaciones de todos ellos.

El día finalizó con una celebración con flores al más estilo Broadway, un homenaje al “chuletón” y a la cerveza, una conversación en torno a nuestra experiencia y vivencia, en compañía de las personas con las que habíamos compartido todo el viaje: nuestro amigo y compañero José Luis (hinco rodilla por el tiempazo y carrerón que hiciste, felicidades campeón) y su mujer Eva, mi tía Mari y su marido Luis, mi querida hermana Ruth con mi cuñado Miguel y mi sobrinillo Erick.

No hubo muro, no hubo cabida para los pensamientos negativos, nunca existió ese “no puedo” tan característico en mí, sólo corrí, contenta y alegre… sólo corrí.

Disculpadme por esta tan larga crónica, pero es muy difícil resumir 42.195 m de sentimientos y sensaciones, así es que, sólo me queda agradecer a esas personas que mencioné al principio todo su apoyo y cariño.

En primer lugar, gracias a las tres personas que han hecho posible este viaje, cuando ellos me lo propusieron no eran conscientes de que harían posible un sueño que no habría podido ni imaginar.

Gracias a algunos amigos que nos apoyaron por el foro y por correo dándonos los últimos ánimos, sobre todo por el foro de maratonianos que nos siguieron a través de un carrusel tan intenso como la gente que estaba allí mismo, volví a revivir toda la carrera cuando lo leí.

Gracias a todos vosotros, amigos, que me seguís a través de este blog y me dais ánimos, empuje y fuerza.
 
Gracias al grupo de atletismo del trabajo por sus ánimos, seguimiento y felicitaciones.

En especial gracias Jesús, por tu último correo en el que me dabas los últimos consejillos, trucos, ánimos y en el que depositaste tanta confianza en mí que me hizo sentir muy segura.

Gracias Charo por tus correos y mensajes constantes animándonos.

Gracias Ramón por esas palabrillas antes de irme, las recordé en todo momento e intenté “llevarla” puesta como tú haces siempre, creo que además lo conseguí.

Gracias Javier por esa comida en la que me diste los últimos ánimos y me trasmitiste tu energía y sobre todo, en como viviste mi carrera y me hiciste ese seguimiento animándome.

Gracias Luis por tratarme in extremis mi lesión, por el esfuerzo que hiciste en dejarme sin molestias y lista para correr, por tus ánimos y tu alegría.

Gracias Carlos por esa última llamada en el aeropuerto, por estar siempre ahí, por todo tu apoyo en estos días difíciles y por ser “el Amigo”.

Gracias a mis suegros y cuñados que siempre nos echan una manilla para poder llevar a cabo nuestras aficiones y dedicar el tiempo que necesitamos.

Gracias a José Luis y Eva por haber compartido con nosotros este viaje y habernos dado tantos ánimos, consejillos y buenos ratos… sois encantadores.

Gracias a Luis, Miguel y Erick por haber estado con nosotros en este viaje y en especial (tendréis que perdonarme chicos) a Mari y a Ruth porque siempre estáis ahí apoyándome y siguiéndome, compartiendo conmigo momentos difíciles, escuchándome, riendo y llorando conmigo. Os quiero mogollón.

Gracias Joaquín por preparar a Mario para que me acompañase, por esa última mañana en Polvoranca en la que nos diste las últimas claves para afrontar el reto y sobre todo, por arriesgarte a ayudarme en mis últimas semanas de entreno y llevarme hasta la salida.

Gracias a mi madre porque siempre está dispuesta a ayudarme, siempre está cuando la necesito, cuando se lo pido, porque nunca dice que no, por tantas horas de su tiempo que me ha dedicado para poder realizar entrenamientos, carreras y tantas otras cosas que forman parte de mi vida. Te quiero mucho.

Gracias a mis hijos, Bruno y Lola, porque estuvisteis conmigo hasta al final, ibais en mi dorsal, en mi corazón y en mi mente, porque vuestro amor e inocencia son el motor que me hacen rodar día a día y que ese día llevaron mis piernas hasta la meta. Os quiero más que a mi vida.

Y gracias a ti Mario, por lo especial y único que eres, porque siempre me apoyas y empujas en todo lo que hago, porque te desvives por mí, soportas y haces cosas indescriptibles; por supuesto por ese glorioso día, por correr a mi lado, gestionaste y controlaste toda la carrera, me llevaste y guiaste, te olvidaste de ti mismo y te dedicaste a que ese día fuera único en mi vida, eres un auténtico caballero y un verdadero campeón (hiciste una gran carrera), por tu amor incondicional y por ser la persona más importante en mi vida. Eres grande y como a nadie, te quiero.