Una montaña rusa

En el momento de esta carrera, estaba pasando por toda una montaña rusa de sensaciones y sentimientos. Quizá no me pilló en el mejor momento, quizá estaba en una nube de incertidumbres, quizá demasiada felicidad desvocada, quizá por el contrario, eran demasiados obstáculos de por medio.

CRÓNICA MEDIO MARATÓN DONOSTIA - 16 de mayo de 2011

Por empezar por alguna parte, decir que la verdad, este resultado me ha sorprendido hasta a mí misma. Sinceramente, no iba con la intención de dejarme la piel en esta carrera tras una semana algo ajetreada en muchos aspectos, no sólo deportivamente hablando.

Así pues, después de una temporada algo floja en cuanto a competiciones, del tipo de entrenamiento que he estado llevando a cabo de ritmos muy lentos, (todo ello enfocado a un único objetivo), no llegaba muy motivada a esta media maratón y mucho menos, con la intención de buscar mejorar mi marca personal. Pasito a pasito, de poquito en poquito, he ido entrenando sin prisa, pero sin pausa… y la verdad, en esta ocasión no ha existido esa típica semana de “descarga” pre-competición, sino que como una semana más de entreno, he hecho 4 días donde he tenido tirada larga, ejercicios de fuerza y tobillo, he hecho series, he trotado suave… al final de cuentas, me han salido unos 46 kilómetros, que no está nada mal para tener el domingo una competición. Dicho esto, acaba la semana cansada y de bajón, sin energía suficiente como para afrontar una competición de este tipo en el que los ritmos son exigentes y no te dan apenas tregua.

Y cómo tenía que hacer entonces la carrera? Dos semanas antes, esta carrera la habíamos planteado como un entreno más, no parábamos en toda la semana y el domingo hacíamos un entreno de calidad, en progresión, tal cual… poco más, sin presión, sin agobios.

Hay que hidratarse bien
El viaje era a San Sebastián, bonita ciudad, con su playa de La Concha, sus gentes amables y además, íbamos en compañía de familiares a pasar un fin de semana divertido y desconectar de todo. Pero el viernes, no empezó muy bien, como digo, prácticamente no me apetecía el viaje, estaba triste y mucho menos tenía ganas de correr… uf! qué pereza! para qué tanto esfuerzo? qué cansancio! mejor me dedico al turismo y disfruto la ciudad, el entorno y etc… etc… un sin fin de pensamientos negativos que sólo me llevaban al pozo más profundo.


Ella es especial
Sin embargo, a lo largo del viernes recibo las últimas instrucciones… vaya! allí mismo, ante mis ojos tenía todas las recomendaciones para afrontar, no sólo la carrera, sino todo el fin de s
emana, deportivamente hablando claro… ritmos de carrera, estrategia, consejos, advertencias… y las últimas palabras de aliento y de ánimo. Uf! y me situé entre la espada y la pared… entre el querer y el poder… si ya estaba triste… después de todo el trabajo realizado y aunque este no fuera mi objetivo, como iba a defraudar a las personas que confiaban en mí? además tenía allí mismo mi posible marca… era aquello la clave sorpresa? una nueva estrategia? durante dos semanas pensando en un entreno y de repente, dos días antes, resulta que puedo batir mi marca personal? me parecía algo irracional y una locura… y entonces los nervios y las lágrimas se apoderaron de mí… no sé cómo describir lo que me hizo sentir esa confianza depositada en mí.

Dando un paseo
Y así transcurrió el viaje hasta Donostia, entre pensamientos negativos, dando vueltas al por qué, empujándome a mí misma hacia delante, diciéndome que podía hacerlo, entre lágrimas, risas… una bomba a punto de explotar, que al final hizo su combustión el sábado siguiente entre sidra, amigos, chuletones, caminatas, recogida del dorsal, lluvia, sol… vamos, lo que no se debe hacer, todas las recomendaciones pre-competición tiradas por la borda… los consejos y el apoyo de Mario constantemente para que corriera y lo diera todo, pero total… sería lo que sería, saldría lo que saldría y aunque intentaba auto convencerme de que no me importaba nada, allí en el fondo, estaba la Raquel oculta que tanto tiempo llevaba escondida… y esa ansiedad del día antes de una carrera me invadió de nuevo como hacía mucho tiempo atrás.

Recogiendo el dorsal

Allí abajo la Playa de la Concha por donde pasaría 4 veces


Me acosté cansada, revuelta, dormí fatal, dando vueltas a las mismas palabras una y otra vez, hasta que al final llegó la mañana y me levanté diciéndome a mí misma: “puedo y lo voy a demostrar”.

Llegamos al punto de salida. La mañana estaba agradable, no hacía frío, el sol se asomaba algo tímido y aunque había un ligero viento, se respiraba un ambiente tranquilo, no había excesiva gente, así es que pudimos calentar, estirar y nos situamos tranquilamente en nuestro lugar… acompañé a Mario, que haría su mejor marca personal después de varios meses de trabajo duro y de una preparación de calidad (felicidades campeón!), hasta el disparo de salida, que cada uno iría por su lado. Así salimos, la gente bien situada, no tuvimos que zigzaguear, no tuvimos que hacer ni adelantamientos, ni cambios de ritmo, simplemente… dejarse llevar y entonces empezó “mi verdadero viaje”.

Había carrera de 10 kms a la vez y quizás entre ellos y por haberme situado un poco delante, empecé a correr algo rápido, me estaba dejando llevar demasiado y el primer km lo hice en 4’05 y aquello me asustó porque tenía indicaciones de no pasar de 4’45 o no resistiría… tenía aún 20 kms por delante y a ese ritmo, seguro que petaría. Intenté bajar el ritmo para que los primeros 5 kms fueran de contacto, testeando mis sensaciones, mis piernas… pero me fue imposible, la adrenalina y la gente de alrededor me lo impedían, me encontraba cómoda y al final los hice en 22’55.

Una buena carrera para Mario
Llegaba la segunda parte, precisamente donde tenía que buscar mi ritmo, ese ritmo que andaría entre 4’35 y 4’40… y sin embargo, estaba yendo en torno a los 4’30 y tenía que aguantar así todo el tiempo que me quedaba… lo intenté. Vi a Mario que ya iba a por su segunda vuelta, le animé y pasé el siguiente control, el km 10.4 en 47’49 y me di cuenta de que iba bastante bien, no estaba cansada, no iba asfixiada y de momento, las piernas me respondían, había pasado la primera media más o menos en lo que tenía pensado, así es que… seguro que podía conseguir llegar en 1h40’, lo que me había planteado unos días antes. Eso sí, en esta ocasión no olvidé hidratarme y beber en todos los avituallamientos, ya había tenido una mala experiencia que no quería repetir.

Y llegó la tercera parte de la carrera… mantener el ritmo, buscar la meta, tener confianza, buscar alianzas… intenté interiorizar ritmos, consejos, iba todo el tiempo pensando en ello y cuando llegué al km 12 me acoplé a un grupo de chicos que llevaba un ritmo que más o menos se ajustaba al mío, así es que me quedé con ellos, nos llovió, el viento nos empujaba, pero iba cómoda, “arropada” y comprobé que íbamos a 4’10 y 4’15, las piernas me daban… cuánto podría resistir aquello? fuimos adelantando a alguna chica, bastantes chicos y la respuesta a mi pregunta no tardó en llegar… en el km 16 las piernas ya no me daban. Me empezaron a molestar los cuádriceps, llevaba los isquiotibiales muy cargados y los pensamientos negativos asomaron por mi mente.

En los últimos kilómetros
A falta de 5 kms te vas a rendir? un GGM nunca abandona… todo mi esfuerzo y mi sufrimiento tenían que tener su recompensa, sé sufrir, tengo que aguantar, no puedo defraudar, hay que seguir adelante, hice un barrido hacia atrás, busqué pensamientos positivos, mis últimas vivencias, la dureza de todo este año y lo que había conseguido superar… y entre mis propios pensamientos y aquellos “aupa neska” llegué al km 19. Quedaban 2 kms y uno de ellos era una pequeña cuesta arriba, las piernas no me daban, los cuádriceps me dolían muchísmo, había más animación en esa parte del recorrido, nuestros familiares estaban allí desgañitándose y gritándonos (gracias de corazón), pero no podía dar un paso más, empezaron a recorrerme los calambres, se me agarrotaron los músculos y mientras tanto, rondando mi mente seguían los mismos pensamientos… no puedo rendirme, puedo, piensa en estos dos últimos meses, el trabajo, el esfuerzo, la vuelta, hay que terminar… pasé al lado del crono y me pareció ver 1h30’… cómo? no puede ser! me queda un km y eso significaría llegar a esa posible marca que alguien me había confiado en el último momento… sería capaz de hacer 1h36’? venga… la última cuesta (que no es la del ángel caído con la que siempre, mejor o peor, has podido), eso me alivió y me ayudó… luego te dejas caer… y está hecho!

Así fue… los últimos 500 m los recorrí con un chico que me iba hablando en vasco (gracias por los ánimos), aguanta el ritmo, muy bien esa zancada, ahí está la meta, déjate llevar… un último intento… me pasó una chica en los últimos 150 m, pero después de aquél esfuerzo, no podía permitirlo… ya era cuestión de orgullo… así es que… arranqué mis últimas energías de lo más hondo e hice mi último sprint, la adelanté y crucé la meta… levanté los brazos y allí estaba mi marca, 1h35’, no podía creérmelo, así es que lloré y dije “esto va por ti”.

Objetivos conseguidos

Nuestros acompañantes

Gracias chicos... fue un bonito fin de semana.