Casi una semana después y todavía no sé cómo empezar esta crónica. Hoy viernes 04 de octubre de 2013 me siento vacía, triste, melancólica y sin ganas de nada… ¿será el esfuerzo? ¿será todo lo acumulado? ¿qué será?
¿Es esto como una sensación de fracaso? No lo sé, que cada uno juzgue lo que considere.
Viernes 27 de septiembre de 2013.
Amanece el día tranquilo y dispuesta a coger un avión. Tengo el privilegio de disfrutar de una de las cosas que más me gusta hacer y casi nunca tengo oportunidad, poder levantar a mis pequeños, esas caritas dormidas, sus “hola mami”, sus besos matutinos, me dan una energía que invade todo mi cuerpo. Poder llevarles al cole y despedirnos de ellos allí, con un gran abrazo y otro beso gigantesco, deseándonos suerte, fue un bonito despertar.
Tras los últimos detalles con las maletas, Mario y yo nos vamos dirección al aeropuerto en lo que supone ser toda una excursión por el transporte público (no sé qué pasó ese día pero todos los transportes iban mal y nos tocó hacer cambios de itinerario). Por fin llegamos a la T4, habíamos quedado allí con nuestros compañeros del reto solidario “A por la silla para mojarse”, una iniciativa lanzada por mi amiga y compañera Patricia para colaborar en la recaudación para la Fundación Numen (niños con parálisis cerebral) para la construcción de una piscina y la sorpresa, el momento vivido, fue espectacular e inolvidable.
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Aquí hago un inciso. Lo he publicado entre amigos por las redes sociales y por mail, pero hasta hoy no había colgado nada en mi propio blog, así pues, por favor perdonadme por hacer este llamamiento y pedir un poquito de colaboración para estos pequeños con tanta fuerza.
Así pues, como nos dejan un mes más… un último y pequeño empujoncito.
Lo dicho, aprovechándome de vuestra generosidad, amabilidad, buen corazón… y de “esta vida que nos une”… simplemente pedir una pequeñísima ayudita, no es necesario mucho pero ya se sabe que con un poquito de muchos, se consigue algo grande… ya sea colaborando con una pequeña aportación o incluso, que lo podáis difundir entre vuestros amigos, conocidos, contactos… lo que queráis.
Seguro que entre todos… podemos conseguir algo bien bonito. En este otro enlace directamente se llega a la página para hacer las donaciones.
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Un sorpresón, inimaginable, una sensación indescriptible y es que allí mismo, junto a Cristina, Fernando B, Patricia y Fernando L (los compis) estaban estos pequeños tan grandes, un grupo de niños y niñas, con sus papás y mamás, esperándonos con una enorme pancarta, con aplausos y gritos para despedirnos y desearnos suerte en nuestra aventura berlinesa. Ni que decir tiene, la piel con los pelos de punta y las lágrimas difíciles de contener, hicieron que el comienzo del viaje fuera aún más bonito, único y lleno de motivación.
Y allí empezó todo… cruzamos la puerta de embarque y a esperar nuestro avión, entre risas y bromas, bocatas y chocolate, los últimos momentos en Madrid junto con el equipo Numen y nuestros amigos José Luis y Nacho (que también iban a por su propio reto… ¡vaya par de máquinas!).
Llegamos a Berlín, nos recoge la agencia y nos traslada al hotel en autobús, una vez en el hotel, dejamos las cosas y nos vamos a dar una vueltecita por los alrededores. Algo tranquilo y no muy lejos pues tampoco eran horas de andar “derrochando”. Finalmente acabamos en una especie de garito fiestero de cocktails, bebiendo alguna cervecita y cenando pasta… vamos lo normal en estos días, ponerse de hidratos hasta arriba y así hasta la hora de irnos a dormir, momento en el cual nos encontramos con otros dos amigos Joaquín (Aegis que también correría) y su chica Cristina, con los que estuvimos un ratito.
Sábado 28 de septiembre de 2013.
Nos levantamos tempranito para salir a trotar un poquito, media hora fresquita para ir cogiendo sensaciones en cuanto al clima y para ir entrando en “materia”. Fuimos prácticamente todos los amigos, hacia la puerta de Brandemburgo, para ver todo lo que allí había montado y para tomar conciencia de lo que nos esperaba. Fue un mini entrenamiento muy motivador y agradable. Después de eso, desayuno y de nuevo la agencia nos traslada hacia la Feria del corredor, donde recogeríamos nuestros dorsales. Por supuesto la Feria del corredor es espectacular, gigantesca y bien organizada. Se organiza en el antiguo Aeropuerto de Tempelhof, por sus hangares, las zonas de pistas, salas de espera, hall… vamos una pasada.
A pesar de la grandiosidad de la Feria y la gente, todo es muy ágil y rápido. Perfectamente organizado y separado por sexo, incluso jubilados no supone nada más que un par de minutos. Así es que dorsal en mano (más bien en la bolsa) y con la pulserita de “corredor”, nos desperdigamos para dar una vuelta por la Feria y hacer nuestras compras (algo indispensable por supuesto), además tuvimos la oportunidad de ver y escuchar al gran Gebrselassie.
Después de un par de horas por allí deambulando, nos fuimos a comer… ¿adivináis el qué? ¡bingo! otro plato de pasta y con eso y un bizcocho… pues nos fuimos a descansar un poquito al hotel, una siestecita y después un paseíto por la ciudad. Esta vez algo más extenso, pero de nuevo sin prisas y tranquilo, hasta la hora de cenar.
La noche del sábado fue un poco particular de cada uno, Jose y Nacho cenaron en el hotel, el equipo Numen (ahora con Julián que venía desde Barcelona) cenó fuera, Mario y yo nos hicimos un “take away” de comida japonesa (arroz fundamentalmente) y nos lo tomamos en la habitación. Después de eso, preparamos nuestras cosas para el día siguiente, la bolsa con la ropa seca que dejaríamos en el ropero, las zapas (que después de darle mil y una vueltas, acabé con las Ride6), calcetines, pantorrilleras, el dorsal en la camiseta, los geles, las gominolas y yo todavía, ¡no sabía con qué pantalón correr! En fin, hasta que llegó la hora de dormir, esperando que fuera una buena noche, pero nada más lejos de la realidad… al final resultó que estaba más nerviosa de lo que creía, no pegué ojo en toda la noche, el estómago me molestaba, tenía calor, frío y di mil y una vueltas, hasta que llegaron las 5:30 h de la mañana.
Domingo 29 de septiembre de 2013.
Amanece el gran día, con unos nervios de morirme bajamos a desayunar. Apenas me entra nada pero hay que coger fuerzas para lo que me espera, así es que, hago un esfuerzo y tomo un plátano, un poco de huevos revueltos, una tostada con chocolate y un té. Con las mismas, subimos a por las cosas y a las 7:15 h, nos lleva el autobús de la agencia hacia el gran recinto donde está la salida del maratón.
Llegamos enseguida, en ese momento es cuando percibo que la mañana está fría, aunque sin nubes. Me doy cuenta que me tiemblan las manos y que no es precisamente por el frío. De nuevo la organización es espectacular, grandes carpas de roperos perfectamente clasificadas por número de dorsal, por un lado las de los hombres y en una zona más apartada, las de las mujeres (un gran detalle teniendo en cuenta que luego nos tenemos que desnudar para cambiarnos, lo que permite algo más de “intimidad”) y todo correctamente señalizado. Así es que nos vamos las chicas a dejar nuestras cosas, es curioso que prácticamente no sentía el frío, aún así, me puse la bolsa que daba la organización para mantener el calor corporal y después volvimos para reencontrarnos con los chicos e ir a los cajones de salida. A Nacho y a Jose ya no les vi, a Julián tampoco, así es que Patricia, Fernando, Cristina, Fernando, Mario y yo nos fuimos juntos. Mientras íbamos medio trotando hacia los cajones, empiezo a sentir un nudo en el estómago, algo de frío en la cara y las manos, muchos nervios, mucha tensión y por fin llega la hora de despedirse.
Le doy un fuerte abrazo y un beso a Mario, le deseo mucha suerte y le digo “lo vas a hacer” (estaba convencida de que podría conseguirlo) y me voy casi con lágrimas en los ojos con la sensación de que me iba a la guerra (vaya tontería). Él y Patricia van al mismo cajón, el resto nos vamos juntos a otro. Sin embargo, después de la despedida el momento es más distendido, ya en el cajón de salida nos permitimos alguna risilla nerviosa y un poco de cháchara, intentamos olvidar la presión y los miedos pero es complicado. Yo personalmente pienso en todo lo vivido hasta entonces, siento que me van a faltar las fuerzas, pero me digo “tienes que hacerlo, puedes hacerlo”, el corazón me late muy deprisa, necesito que den ya la salida para soltar el estrés y por fin, unas palabras de ánimo de Gebre y veo soltar los globos amarillos que vuelan rápidos hacia lo alto. Me despido de mis compañeros “de cajón” y corro hacia la salida y al pasar por el arco me digo “vamos chicos, nosotros podemos… yes we can!!!”, pensando en Bruno y Lola, les llevo en mi camiseta, empujando y por delante, la dedicatoria de Alessandra Aguilar, nada puede fallar… crono ON.
Ahora es cuando empieza el show, sólo voy un par de minutos con Fernando B que me dice “tú y yo podríamos llevar el mismo ritmo… ¿cómo quieres ir?” y muy convencida le digo “los primeros km muy tranquilos, regulando y a 4:55” y vamos trotando, pero él tiene que hacer una paradita técnica y yo me quedo sola… ahí empieza el caos. Soy consciente de que tengo que ir despacio, se lo he dicho a Fernando y me lo digo constantemente, pero de repente veo que me estoy yendo a 4:50 y pienso “baja el ritmo, vas mal” e intento regular, lo intento… pero por más que lo intento no estoy centrada y no me salen los km como deberían, voy demasiado rápido, lo estoy viendo y sigo pensando “baja el ritmo”. Hago el primer parcial de 5 km a un ritmo de 4:57, vale genial… lo he controlado “¡bien pequeños, lo hemos hecho genial!”, me digo pensando en los dos nombres que llevo a mi espalda y que me acompañarían durante toda la carrera, porque en esta ocasión, estaríamos los tres solos, Bruno, Lola y yo. Me tomo una gominola y se me atraganta, lo paso mal y me digo que mejor no tomo más de estas.
Me siento bien, sigo corriendo, voy intentando controlar el ritmo y entonces me doy cuenta, de nuevo, que voy demasiado rápido, se me va algún km y vuelvo a pensar… “¡así no! ¡baja!”. Creo que lo estoy haciendo muy mal, incluso he visto algún 4:40 y eso me desespera porque me siento incapaz de controlar, pero pienso, “voy bien, vamos chicos, podemos”. Y hago el segundo parcial, 10 km a 4:47… “¡uf! me he pasado un pelín, esto seguro que lo pago, aunque tampoco ha sido mucho”. No olvido beber en todos los avituallamientos, no vaya a ser que eso me penalice.
Paso el km 15 y por aquello de ir pensando en pequeños objetivos, me digo “venga que sólo nos queda la mitad, vamos hasta el km 30” y me siento fenomenal, no hay dolores, tengo a mis pequeños empujando y claro… me paso un poco, llego en un ritmo de 4:45, pero como no voy echando las cuentas, no me fijo en que llevo sólo 1h12, no le presto mucha atención y sigo, pues yo iba viendo mis ritmos puntuales a 4:50 más o menos y me parecía correcto. Voy mirando la ciudad, entre las personas que están animando buscando banderas de España (pero no veo ninguna, esto no es como Nueva York).
No queda nada para llegar a la media, voy pensando que tengo que tomarme el gel, no sé si hacerlo en el km 17 (como me dijo Mario) o más adelante, así es que al final, entre varios pensamientos me lo tomo en el km 19. Intento ir pensando en distintas personas que rodean mi vida para que se me haga más ameno, me acuerdo de Rita en el 17 (que me lo pidió), en el 18 de mis suegros, en el 19 de mi padre (me guardo a mi madre para los últimos), en el 20 me acuerdo del Dr. H. Llego a la media y me fijo en el tiempo, veo que la hago en 1h41, intento calcular el ritmo y me digo que estoy yendo a por 3h20… “¡estás locaaaaa! ¡la vas a cagar! ¿qué haces? te has pasado tres pueblos”, otra vez a 4:45 pero me encuentro muy bien, sin dolor, contenta, mis pequeños están ahí empujando y pienso en que GB estará flipando y estará diciendo, “¿qué haces Wonder? ¿dónde vas?”, mientras el Zagal lo estará haciendo fenomenal, cumpliendo paso a paso, disfrutando y la verdad, no sé por qué me acordé en ese momento de estas cosas, se me cruzaron estos pensamientos y llegué hasta el km 22, me acordé de mi hermana, tengo claro para quién son los 3 últimos km. Sigue habiendo mucha gente, oigo la música, voy viendo algunos grupos, pero no sé… falta algo. Sin darme cuenta bajo el ritmo y llego al km 25 en 4:52, una chica pasa con una camiseta que me llama la atención “pain is inevitable, suffering is optional”, me gusta pero pienso que estamos locos.
Y entonces empieza poco a poco la condena, al darme cuenta de mi nuevo ritmo, me da un poco de bajón e intento apretar y volver a correr más, “venga que podemos”. Pero llegando al km 29 se me acalambran los pies, se me empiezan a dormir, no sé cómo hacerlo, cómo correr para que se me pase pero creo que no hay remedio, “¡mierda! esto no, por favor… ¿al final me equivoqué de zapas? ¿por qué? No pasa nada, ¿verdad mis pequeños que vamos bien? Vamos por la derecha”. Pero no, ya no van tan bien las cosas, empiezo a bajar el ritmo, empiezo a no disfrutar de la ciudad, me da igual la gente, no me motivan nada, ni la música, ni los gritos y llego al km 30, evidentemente bajando el ritmo aún más, estoy ya en 4:58 y me acuerdo de Aegis, “ya voy mal y aún quedan los peores km, todavía hay que pasar por los km del 32 al 36, los que estás más sola, los más duros… vaaaaaaaaaaaamos”. Veo un panel grande de la organización donde van pasando todos los nombres de los corredores y en grande pone “you all are heroes”, pero ni eso, ni yo misma consigo convencerme. Entonces empiezan los dolores, me duelen mucho los gemelos, no puedo casi andar, voy mirando a los lados por si hubiera algún metro cerca, “lo cojo y me voy, ¡no! No puedo fallar así a Bruno, a los niños de Numen… fíjate en ellos, su fortaleza, su grandeza, no puedes abandonar,¡ tienes que seguir por ellos!”. Me tomo el otro gel, a duras penas, voy bebiendo agua e isotónicos, paso del plátano, no me entra nada, me duelen mucho las piernas y aún queda lo peor.
He de reconocer que en esos km se me pasaron muchos pensamientos que no alcanzo a recordar con claridad, entre un tira y afloja conmigo misma, mi propia lucha, quería abandonar, pero no podía hacerlo, tenía que conseguir esa medalla para ellos, el dolor empieza a ser muy fuerte, noto el viento, siento frío, pienso en andar… “¡no lo hagas! Aunque sea trotando muy poquito pero no se te ocurra andar”. Bajo el ritmo muchísimo, llego al km 35 en 5:16, me vengo abajo pero pienso que ya me da igual, que no voy a conseguir ninguna marca y me conformo con llegar, con eso me basta. Empiezo a pararme en los avituallamientos, ya no cojo el vaso y voy corriendo, lo cojo tranquilamente y me lo voy bebiendo andando. Paso el km 36 y un corredor me grita “vamos Lola” leyendo mi camiseta, le doy las gracias con el pulgar. Sigo a duras penas, necesito andar, sólo oigo ruidos alrededor, una espectadora me dice “¡go Raquel!”, a penas puedo darle las gracias, no me importa, me encuentro mal y entonces me paro y ando, ¿cuánto? no lo sé, quizás un minuto, no tengo noción del tiempo, no miro el crono, vuelvo a correr, ahora el dolor es insoportable. Por fin llego al km 38 y pienso “esto es un cross Raquel, no queda nada”, pero sin embargo no puedo, tengo frío, empiezo a llorar, me vuelvo a parar, ando otra vez y de nuevo dos corredores españoles me animan “venga española, lo tenemos ahí ya, tienes que darle un último empujón”, les levanto la mano y les veo irse a buen ritmo.
Pienso en los grandes atletas que lo pasan mal, pienso en los últimos tramos cuando van recogiendo cadáveres, “madre mía, soy uno de ellos, soy un cadáver” y me empieza a adelantar gente, veo muchas chicas que van fenomenal, fuertes, firmes, convencidas y yo no puedo, voy llorando, llego al km 40 en 5:33, claramente la he cagado, lo he pagado y pienso en ellos, en Mario que habrá llegado hace rato y habrá hecho un gran carrera, en Lola, mi pequeñina y en Bruno, mi pequeño campeón, pero no puedo y vuelvo a andar y eso me mata, “les estoy decepcionando, lo estoy haciendo fatal… ¡pero qué dices! Estás aquí, has salido, has recorrido 40 km, no te queda nada, lo has conseguido… ¡mira ahí está el km 41!”. Lo veo a la izquierda, hay un arco y de nuevo Bruno en mi cabeza, “¡ahora sí hijo, por ti, este último km es por ti! Tú has demostrado mucha fuerza y valentía, te mereces que yo te las devuelva”.
Paso el km 41 como puedo, intento pensar en apretar este último km y hacerlo un poquito más rápido, creo ver en el crono 3h26, tampoco está tan mal, pero veo que ya no conseguiré mi tiempo, aún así tengo que intentar el último esfuerzo, casi no puedo mover las piernas, me duelen tantísimo que me parten, pero no me importan. Entonces giro y veo la puerta de Brandenburgo, me freno en seco, me quedo pasmada frente a ella, colapsada y me echo a llorar… ¡cómo es posible! está ahí, no queda nada, pero no puedo ir hacia ella. En ese momento llega un corredor corriendo por detrás y me coge por la espalda, me empuja y me dice “está ahí, disfruta lo que queda” y en ese momento arranco de nuevo a correr.
Esos últimos metros apenas los recuerdo, los hice llorando y pensando en este tiempo, en Bruno, en Lola, en Mario, mi familia, las lágrimas no me dejan ver apenas, paso por debajo de la puerta, ni me fijo en ella, oigo gritos pero no veo a la gente, me doy cuenta de que el suelo es diferente ¿o no? No puedo respirar de la angustia ¿o es emoción?, ya está, ahí está el arco de meta, ya no hay nada más, esto se acaba… cruzo y me invade un berrinche tremendo, paro el crono y lo miro, 3h31, ¡vaya mierda! No puedo dejar de llorar, el sofoco es tal que tengo que echarme a un lado para no molestar, “he fallado, os he fallado, no lo he conseguido”.
Voy andando pensando en llegar al ropero, estará allí Mario, quiero abrazarlo y llorar, paso al lado de la entrega de medallas, cojo una y la sostengo en la mano, sigo andando a pesar de que apenas puedo. Me dan una “capa” de plástico (menuda heroína) para cubrirme del frío, estoy temblando y voy casi como un zombi. Cojo agua y un niño me da una bolsa con algo de comer dentro, la cojo como puedo, entre la medalla, la capa y el agua. Ahí están los roperos y busco a Mario, le veo sentado en el suelo con Patricia, está contengo, le veo bien, me alegro por él pero sin embargo no estoy contenta. Llego hasta él, me ve, me agarra y me pregunta “¿qué tal?”, pero me echo al suelo y de nuevo a llorar desconsoladamente, no puedo parar de llorar, me dice que me incorpore para cambiarme la ropa mojada, tengo mucho frío, se va a por mi ropa, no puedo levantarme, se me contracturan los cuádriceps y el abdomen, me abraza pero sigo llorando, me tumbo, me pregunta de nuevo (le preocupa que haya abandonado), le digo el tiempo y me felicita, pero a mí no me importa porque me siento fracasada, tengo tanto contenido que sólo quiero sacarlo fuera, es un sabor agridulce.
Estuvimos un buen rato allí hasta que conseguí calmarme, cambiarme y ponerme en pie, Patricia contó su carrera y el resto de compañeros que fueron llegando también (algunos más contentos que otros), nos preocuparon Jose y Nacho que no supimos nada de ellos (pero pensamos que les fue estupendamente y se cansaron de esperar… afortunadamente así fue, ¡enhorabuena muchachos por esos carrerones!), hasta que finalmente nos fuimos. Atravesamos el recinto y decidimos volver andando por aquello de eliminar el ácido láctico, íbamos analizando la carrea, Mario iba intentando animarme pero apenas le escuchaba, los diferentes motivos y cómo lo había hecho mal, me había inmolado (como suelo hacer en todas mis carreras, ya sean de 400 m, de 4 km o de 42 km), tenía frío, quería llegar, se me hizo eterno el camino… pobre con lo contento que él estaba y yo allí oscureciendo su éxito, “¡felicidades Mario! ¡gran carrera! Eres todo un campeón por todos lados, por tu carrera, por afrontar las cosas como lo haces, por tu forma de ver la vida… así es que, al menos ya sé de quién le viene a Bruno esa fuerza (perdóname)”.
Finalmente llegamos al hotel, coincidimos con todos nuestros amigos, Jose y Nacho que estaban listos para celebrarlo y el grupo Numen que llegaron en tren a la vez que nosotros, así es que tras las felicitaciones, nos separamos para cambiarnos y quedar para comer, beber o lo que fuera. Pero a mí me fue imposible, solo pude tumbarme, entre las ganas de vomitar, los dolores de piernas y la rabia que tenía por no haber conseguido bajar de 3h30, por la sensación de frustración y de fraude a mis pequeños, me quedé allí llorando toda la tarde.
No terminó así de triste el día, al final de la tarde, volvió Mario y conseguí incorporarme, así es que nos fuimos a cenar un poco y a tomar unas cervezas con Jose, Nacho, Joaquín y Cristina en una mini feria que había al lado en honor a la Oktoberfest. Al menos durante un par de horas conseguí olvidar un poco esa sensación tan frustrante y disfruté de mi estancia en Berlín, con mi marido y con mis amigos.
Hoy es lunes 07 de octubre de 2013, hoy estoy terminando de escribir esta crónica. Habéis podido comprobar que me costó arrancarla, que como siempre he escrito una larga crónica (cada cual es libre de leer o no), ha sido complicado intentar trasmitir todo lo que ha supuesto este maratón para mí y por último, llegan mis conclusiones. Quizás si hubiera terminado de escribir la crónica el mismo viernes que la empecé, las conclusiones serían otras pero hoy, veo las cosas de otra forma, con otra perspectiva, ya con el tiempo pasado las cosas se ven más claras y sobre todo, se ven de forma más objetiva.
Sí, me sigue dando rabia haber desperdiciado uno de los mejores maratones del mundo, el maratón más llano y “fácil” por excelencia, el maratón donde se baten las marcas mundiales (de hecho, hemos tenido el privilegio de correrlo este año que se ha vuelto a batir el récord por Wilson Kipsang en 2h:03:23), con un día prácticamente perfecto en cuanto a temperatura y clima, creo que estaba preparada físicamente para ello (a pesar de haber andado en varias ocasiones), con un doble motivo y un reto maravilloso… si hubiera controlado la primera parte de la carrera quizás lo hubiera conseguido, si hubiera estado centrada en el maratón. Pero es evidente que no lo estaba emocionalmente, demasiado cansancio y demasiadas preocupaciones, todos mis pensamientos y mi atención estaban en otro sitio, en otro lugar, además he de decir que llegué al maratón de Berlín sin ganas, sin motivación y sin actitud… y supongo que eso se paga. Me da rabia no haberlo conseguido por un minuto y medio, pero ¿qué es eso en todo el tiempo que transcurre en nuestras vidas? ¿es realmente importante?
Después de este fin de semana (Pili, gracias a ti también), por fin me he dado cuenta de lo que importa de verdad, que correr un maratón es importante, que realmente no lo hace (ni consigue) tanta gente como se cree, que es una prueba dura de resistencia física y mental, pero no deja de ser una carrera… un minuto y medio en nuestras vidas no nos lleva a ninguna parte. ¡Hay tantas otras cosas importantes en la vida! Tanto me obcequé con ese minuto y medio por encima de las 3h30, que no he sido capaz de disfrutar de mi éxito, que es mi segundo maratón y he conseguido MMP… es mi segundo maratón, aún puede haber más, aún puedo mejorar, aún hay tiempo… ¿qué prisa hay? Si no ha podido ser esta vez, ya será en otra ocasión. Después de todo esto, hoy, tengo ganas de volver a intentarlo, de hacerlo bien, de prepararlo a conciencia y de controlar la carrera, no que ella me controle a mí.
No voy a volver a dar las gracias a todo el mundo, ya lo hice en mi crónica anterior y resultaría muy pesada, así es que… ya lo sabéis todos, los que habéis estado a mi lado en todo momento, a ratitos, aguantando, preparándome, probando, empujando de una u otra forma, a Numen y sus niños, compañeros, amigos, mi familia, Mario y mis pequeños… gracias.
Y me quedo con la experiencia de Jose y sus palabras “si a un maratón llegas bien, física y emocionalmente, puede que te salga bien; pero si llegas con falta de algo, seguro que el maratón te come”. Y en mi caso, desde luego que así ha sido, para muestra un botón (y no quiero que sirva de excusa). Otra frase de Miguel FyH, “las derrotas son las que dan valor a las victorias , no las subestimes”, porque creo que tiene razón, si todo hubiera salido bien no le habría dado importancia, de hecho se la habría quitado y no habría disfrutado de ella, pero la derrota, el fracaso, realmente es el que nos enseña, nos tumba y nos hace volver a ponernos en pie… y de aquí, estad seguros que he aprendido, ahora sé por experiencia propia que si en un maratón te pasas al principio, lo pagas al final. Y en general me quedo con los ánimos de todos vosotros y de mis amigos, por vuestro apoyo, vuestras palabras y el darme consuelo después. Es cierto que tengo poca experiencia, que hay que caerse muchas veces y volver a levantarse, de todo ello se aprende. Así como también con la experiencia y las palabras de Pili “a veces gano, a veces aprendo… pero nunca pierdo”. Y por supuesto con la inscripción de la medalla: “RUN ONCE, RUN FOREVER”.
Me gusta lo que decía Michael Jordan: “He fallado más de 9.000 tiros en mi carrera. He perdido casi 300 juegos. 26 veces han confiado en mí para tomar el tiro que ganaba el juego y lo he fallado. He fracasado una y otra vez en mi vida y eso es por lo que tengo éxito.”
Voy a disfrutar de mi éxito: mi MMP, mi experiencia vivida, haber podido estar en la salida y haber cruzado la meta, lo que he vivido por el camino hasta llegar aquí, nuevas emociones y nuevos amigos porque sobre todo, lo más importante, disfrutar de las personas que me rodean.
Así es que con todo este cóctel, haciendo alguna variación, que por supuesto tampoco es mía original, sino que circula por la red, me quedo con:
“a veces gano, a veces pierdo… pero siempre aprendo”
Próximo maratón: Chicago 2015.