Pues una semana después… estamos de nuevo en harina. El domingo se presentaba una de las citas más importantes del calendario: Campeonato de Madrid de Cross Corto.
Así pues, con los nervios que esto conllevaba, preparamos la semana con todas las ganas que pudimos. Intentamos que fuera una semana suave, con algo de descarga para no quemar las pocas energías que en estos días estaba teniendo y que de este modo, fuera fácil afrontarla. Lo intenté… además contaba con el buen rollo del equipo, las chicas estaban llenas de ganas y de energía, con mucho ánimo, así es que intenté contagiarme de ello.
La semana del 13 al 19 de enero de 2014 transcurrió, como digo, con entrenamientos algo más suaves: carrera continua para lavar un poco “las patas”, los circuitos de fuerza habituales, un poco de PA y de nuevo… a rodar suave con vistas al domingo.
Y llegó el domingo.
No sé qué decir al respecto porque lo cierto es que últimamente mis entradas no brillan por su alegría, ni buenas sensaciones, ni nada similar… pero no por los resultados en el atletismo, sino porque últimamente mi vida personal está en una constante montaña rusa que como habréis podido leer, entre mal estar general, resfriados, desmotivación, bajones, etc. no me permiten centrarme, disfrutar, no me dejan volar, con lo cual… el domingo simplemente me levanté y fui a la carrera porque había que ir.
El día era gris, lluvioso y frío, un típico día de cross sin duda, pero que no me invitaba a correr. Llegué allí con mi tía María (gracias una vez más por acompañarme en tantas ocasiones) y bueno, el ambiente es lo que tiene… te envuelve, te engulle, te arrastra y en cuanto llegué, se me pasaron los malos pensamientos que me rondaban por la cabeza y me fui a calentar con las chicas. Dimos una vueltecita al parque Polvoranca entre charla y lluvia, risas y conjeturas, “pues yo calculo que quedaremos quintas o así”, “está la cosa complicada pero podríamos ser cuartas” y bla bla bla.
Y llegó el momento. No hubo cámara de llamadas y en esta ocasión percibí como un poquito más de desorganización, aún así… últimos progresivos, movilidad y “a filas”. En ese momento el corazón se te acelera, intentas que parezca natural pero te falta el aire… incluso ahora que lo estoy escribiendo y tengo el recuerdo, noto como me sube el pulso y el corazón se quiere salir. Es el tercer año que compito en este cross y siempre me produce la misma sensación, respeto, miedo, ganas y mucha expectativas, pero este año sabía lo que había y tenía bastante claro lo que iba a suceder, con lo que sólo me quedaba correr lo que pudiera y ya está.
Disparo de salida y a correr. Los primeros metros rectos y llanos están acompañados de los ánimos de la gente que está allí viendo el cross, te llenas de fuerza y de repente te encuentras en la primera bajadita que aunque no tiene mucha pendiente, este año estaba a tope de barro. Intenté pisar fuerte, pero me fue imposible no resbalar así es que casi con más miedo que otra cosa, corrí lo que pude por el sendero entre árboles, cerca del riachuelo, estrecho y sinuoso que en esta ocasión, era un auténtico barrizal. No sé cómo expresar esa sensación de contradicción en la que me sentía insegura por el barro, torpe, pesada pero a la vez me lo estaba pasando genial, el esfuerzo que me estaba suponiendo todo ese barro salpicando hasta el tobillo era algo indescriptible. Con todos esos pensamientos fui adelantando algún puesto, llegó la subida que este año se alargó un poco más (creo que el circuito era algo diferente) y en ese instante vi a Mario que había aparecido allí de repente como un fantasma, lo que me sorprendió y animó al mismo tiempo, el recorrido gira, vuelve y te enfrentas a las temidas “S” que tanto me fustigan mentalmente. Y es que este año aún fueron más difíciles porque como he dicho, el barro te atrapaba, te cogía de las piernas hacia dentro de la tierra y no te dejaba avanzar, “déjame que tengo que seguir corriendo” y bajas con más miedo que vergüenza. Subes la última y enfrentas la recta hacia la segunda vuelta mientras Pedro y algun@s compañer@s del club te animan.
Venga, respiro hondo y voy a por la segunda vuelta. Son sólo dos kilómetros pero las piernas me pesan una barbaridad y lo que es peor, me falta el aire… siempre esa presión en el pecho que no me deja ir, siempre esa sensación de pérdida. Otra vez la recta, la bajada y plas, patino y me doy contra un árbol, “¡joder qué daño!”, pero sigo hasta la subida, otra vez está ahí Mario animando (eso creo) y las “S” y el barro que te atrapa, la temida bajada, mientras oigo “¡déjate llevar Raquel! ¡no te contengas!”, así hago, avanzo, adelanto y subo otra S más, bajo de nuevo y siento que me van a alcanzar pero no puedo dejar que lo hagan, la última subida y llevo dos chicas delante, de nuevo oigo “venga el último esfuerzo, ahí las llevas, no dejes que se escapen” y a pesar de mi agotamiento intento apretar, pero ya es demasiado tarde, quedan pocos metros y sólo consigo adelantar a una de ellas, “¿y qué más me da si el resultado va a ser el mismo? ya está hecho Raquel, no puedes hacer más”, así es que con las mismas la otra chica se me escapa, la dejo ir y detrás de ella, cruzo la meta.
Todas mis compañeras de equipo ya habían llegado, en esta ocasión perdí la referencia, no supe dónde estaban, no las vi en todo el recorrido (o al menos no me fijé) y creo que esta carrera fue más que por el equipo, fue una carrera contra mí en la que tenía que demostrar que a pesar de todo, podía hacerlo. No sé ni el tiempo en que lo hice, entré la sexta de mi equipo y la 33 en la general, así es que precisamente una actuación muy brillante no fue, pero en fin… es todo lo que pude.
Felicitaciones en meta con las compañeras que habían hecho una gran carrera, unas fotos de recordatorio y me fui a cambiar para enfriar. Entre tanto corrían los chicos y después los niños, con los que en un principio iba a haber corrido también Bruno, pero dado y como estaba el tiempo y la situación, no fue. El no verle allí me hizo sentir una punzadita de rabia, no sabía muy bien qué estaba pasando, Mario estaba (o quizás ya no porque desconocía que había hecho) y él tampoco, mientras los niños disfrutaban de esa mañana fría, lluviosa y embarrada. Así es que con las mismas, algo desolada y con un sentimiento extraño por esa mirada en la subida, me fui a trotar, pero algo en mi interior me decía “vete a casa” y esa fuerza pudo conmigo. No encontré a las chicas, no me despedí, no supe nada del resultado, no me importaba lo que pudiera haber pasado y en mi cabeza sólo martilleaba una imagen, una visión… así es que, me fui.
Todo lo que vino después…
Simplemente felicitar a este equipo de campeonas porque al final el Fuenla subió al pódium, en ese tercer cajón que nos ha dado billete directo para el Campeonato de España.
Esta vez sí, espero que en esta ocasión pueda disfrutar de un Nacional más (mi segundo), sin ningún contratiempo. Poder disfrutarlo como premio a toda esta temporada que para mí está siendo difícil, de adaptación, que me está suponiendo mucho esfuerzo pero que a la vez me está resultando emocionante, me empuja a querer mejorar, me lo estoy pasando bien y sobre todo, porque me está dando la oportunidad de conocer un nuevo grupo de chicas estupendas y muy majetas, con un gran sentimiento de equipo, bromistas y sobre todo, con muchas ganas de correr, competir, disfrutar y por supuesto ganar.
¡Aúpa Fuenla! ¡vamos a por ese Campeonato de España! Nos vemos otra vez en Oropesa.