“No hay nada como escupir para arriba… siempre te acaba cayendo”.
Y es que últimamente esta frase la escucho más a menudo de lo que querría, pero como soy cabezota y testaruda, me la gano a pulso, está claro.
¡La vida te sorprende y te da oportunidades constantemente! Sólo tenemos que aprender a aceptarlas, cogerlas o no es cosa de cada cual, son decisiones que hay que tomar… ahí está la libertad de cada uno. ¿Qué podía esperar el lunes siguiente al Campeonato de Cross Corto de Madrid? Mi actuación en esta carrera fue lamentable (ya conocéis la crónica), mi estado de forma era aún peor porque después del esfuerzo me quedé bastante más tocada de lo que estaba y en cuanto a mi estado de ánimo, pues eso… por los suelos, pero sin embargo, estaba tranquila.
Y estaba tranquila porque la siguiente carrera la iba a afrontar y disfrutar sin presión, como “reserva”, como apoyo “por si acaso”, iría a correr porque me gusta, disfruto compitiendo dentro de un club pensando que puedo aportar algo, me gusta el cross aunque me parece muy duro (creo que esto ya lo he dicho alguna vez… ups), me gusta el compañerismo y el ambiente, en fin. Así es que el domingo 27 de enero, íbamos a disputar el Campeonato de Madrid de Cross Largo en El Escorial con un equipazo de impresión, grandes corredoras con muchas posibilidades… y ¿en juego? ¡en juego estaba la clasificación para el Campeonato de España! Y ¿por qué no? incluso hubiéramos tenido opción de pódium si no hubiera sido por…
Yo era la sexta corredora, por lo que estaba tranquila, mis compañeras harían un excelente papel, la clasificación estaba asegurada (para la clasificación puntúan las cuatro primeras corredoras de cada equipo), así es que al menos yo no tenía ninguna duda, sinceramente pensaba que el equipo era excepcional. Por eso arriesgué con mi participación en el cross corto, no pensé que pudiera poner en peligro al equipo, no era más que eso… “un apoyo”.
Pero lo que son las cosas, lo que es la vida y cómo te cambian los planes en cuestión de segundos, porque justo ese lunes siguiente al cross corto nos invaden las malas noticias… ¿cómo es posible? ¿que no viene quién? ¿que tampoco estará quién? ¡no me lo podía creer! Nos fallaban dos corredoras, de seis que éramos nos estábamos quedando justo las cuatro mínimas para poder puntuar, para poder hacer algo e intentar clasificarnos.
Me empezaron a temblar las piernas, me puse muy nerviosa, apenas podía ser consciente de lo que estaba pasando… ¿que sólo somos cuatro y encima yo soy una de ellas? ¡pero si mi estado es lamentable! ¡si no puedo apenas correr! ¡si voy arrastras por la vida! ¡jooooooooooooder, definitivamente la he cagado! Así es que ¡zas! En cuestión de horas toda mi perspectiva a cerca de la carrera había cambiado completamente, no podría haberme imaginado una situación así… ¡ya es mala suerte! ¿o no?
En fin… ¿veis? Ahí estaba la famosa frasecita… y es que en esta vida, es mejor estarse calladito ante lo que pueda pasar porque al final, a la vuelta de la esquina te la devuelven. Yo pensaba que era una carrera más, disfrutar sin presión independientemente de mi estado de forma… ¿y qué más daba? La cuestión es que el esfuerzo que hice en el cross corto me pasó una factura mayor de la que yo esperaba, ahora entendía eso de “poner en peligro al equipo” porque últimamente mis recuperaciones estaban siendo bastante nefastas, después de un entreno de calidad o más aún, una competición, la recuperación no me llegaba.
Así es que, os podéis imaginar cómo fue la semana… un desastre. Entre los nervios y la ansiedad generada por la importancia que de repente había adquirido, apenas pude entrenar debido al cansancio, a mi bajón de forma y a la sobre carga muscular (estaba bastante tocada de piernas). Tan sólo tres rodajes de 10 km durante la semana, lentos, muy lentos y pesados, que me hicieron venirme más abajo aún por el ritmo cansino que no conseguía superar y 20 minutos con unos progresivos el sábado, fue todo lo que pude hacer esa semana.
Llegué a plantearme si tenía algún sentido intentarlo, si no conseguía ni rodar por debajo de 5:30, ¿qué se supone que podía esperar el domingo? ¿con qué cara (o mejor dicho piernas) me presentaba yo en la carrera? Pero claro, no podía hacer eso a mis compañeras, no podía dejarlas tiradas, yo no me encontraba en disposición de hacer mucho pero si no iba, entonces ya sí que estaba todo perdido, no habría ni opción y la verdad, no tenía derecho a hacerles eso, al menos había que darles la oportunidad de intentarlo porque son buenas y se lo han currado, se lo merecen aunque mi cabeza insistía, ¡no estás para correr! ¿qué hago? ¿voy? Sí, no, sí, no, sí, no… eternamente.
Así es que después de marear y marear a mi entrenador, de tensar la cuerda y de charlar con Patricia, decidí que había que ir pasase lo que pasase y “¡qué sea lo que Dios quiera!”.
Y llegó el domingo, habíamos quedado a las 11:00 en Las Rozas para ir las cuatro juntas. Menos mal porque sólo de pensar que tenía que ir yo sola (con mis pensamientos) hasta El Escorial, me estaba dando de todo y así fue mucho más fácil, de charleta las cuatro se te pasan un poco los nervios, le quitas hierro al asunto y ni te das cuenta. Una vez en El Escorial, ya se respiraba el ambiente, el circuito, los corredores y corredoras, la música, nuestra carpa y compañeros… hacía frío pero el aire se había calmado ¡venga vamos a calentar! Y eso hicimos, nos dimos una vuelta por el circuito, ¡no lo recordaba tan duro!, nos cruzamos con las chicas de los otros clubes y hasta troté un ratito con Raúl que me tranquilizó algo con los últimos consejos y ánimos (gracias de verdad porque estaba como un flan). Tras unos estiramientos nos ponemos el dorsal y nos vamos a cámara de llamadas.
Os puedo asegurar que ese momento es uno de los más extraños, es una mezcla entre el sumun de los nervios (parece que voy a explotar definitivamente) y la calma que me produce ese último empujón con los últimos progresivos hasta la espera para que se produzca el disparo de salida, momento en el que toca correr y pensar en la carrera… ¿apostamos? ¿nos clasificaremos? Había que quedar sextas, con eso era suficiente, pero éramos cuatro, no podíamos lesionarnos, teníamos que entrar las cuatro, yo tenía que conseguir acabar y había muy buenos equipos, grandes corredoras, mucho nivel… ¡al cajón! ¿el número 13? Y pensé ¡2013, nuestro año! ¡vamos a por ello!.
Cuando me quise dar cuenta estaba corriendo, ya no tenía frío, ahí estaba la primera recta y vi a todas las corredoras salir disparadas, yo me mantuve atrás, reservando y justo al finalizarla, apoyándome y dirigiéndome estaba de nuevo el míster (¡jo qué subidón! ya te he dicho muchas veces lo que significa para mí). En mi mente sólo había una cosa, “es una carrera larga, regula, no te pases al principio o lo pagarás en los últimos kilómetros, tienes que aguantar y si queda algo… darlo todo al final, regula, regula”. Intenté coger grupo y seguir los consejos que me habían dado y que Joaquín me iba dando, ritmo, “¡pégate al grupo!”, no abandonarlo, “la subida tranquila, regula” y así di las dos vueltas al circuito pequeño y enfilé el circuito largo. Sube, baja, giro, no recordaba tanta cuesta, la hierba, el barro, las chicas, “no puedo dejar que se vayan”, escuchaba los ánimos de compañer@s del club y amigas que estaban por allí… y llegué a la primera vuelta, ya notaba el cansancio, había abandonado algo al grupo que se había quedado atrás, no me sentía fuerte pero al menos no me dolían las piernas, empecé a adelantar chicas, eso me hizo sentir bien y escuché de nuevo al empezar la última vuelta en la cuestecita “venga muy bien, vas muy bien… no te cogen, tranquila”, pero yo pensaba “¿cómo me voy a tranquilizar? no puedo relajarme, no puedo permitir que me cojan… ¡uf! otra vez las cuestas, venga vamos a por ellas… voy a por aquella chica, otra que adelanto, venga a por otra” y así poco a poco fui llegando, recuerdo que en la cuesta más larga se quedan bastantes chicas, luego llegan otra vez los giros (pensé en no cebarme), más ánimos, pasé alguna chica más (lo que te da bastantes fuerzas), ya llego, veo la última bajada y de nuevo esos ánimos del míster y de compañeros del club… así es que como a 500 m de la meta adelanté a la última chica que después me metió una lijada justo 100 m antes de llegar a meta (¡qué caña!), quizás una tontería que no me llevaba ya a nada pero tenía que intentarlo… mis compañeras ya habrían llegado, ¿qué habrán hecho?, aunque estaba convencida de que habría sido una gran carrera para ellas y yo iba a entrar… al menos había conseguido correr los 6.800 m sin caer, al menos había una posibilidad… ¿apostamos?
Así es que crucé la meta y allí estaban Patri, Marine, Niusha que me recibieron una vez más con esas felicitaciones y alegría que les caracteriza… “muy bien Raki, lo has hecho”. Les abracé y les pregunté por su carrera (que por cierto fue bestial, ¡enormes chicas!) y enseguida llegó Pepe que nos felicitó y nos dijo “por cierto, que sepáis que este año se clasificaban los 7 primeros equipos, una sorpresita que hemos aguantado hasta el final”, así es que… teníamos algo más de posibilidades aunque al final, por méritos propios y aunque raspadas por muy poquitos puntos, incluso nos quedamos a 9 puntos del pódium (es curioso como en determinados puestos, tan sólo unos poquitos puntos deciden algo tan importante como estar en el pódium o quedarte fuera del campeonato), quedamos sextas y así nos clasificamos para el Campeonato de España.
Finalmente… ¡nos vemos otra vez en Oropesa del Mar el 24 de febrero de 2013!
¡Aúpa Cangur@s! Y sobre todo felicitar al equipo de chicos que hicieron un carrerón quedando los terceros de la clasificación.
Una vez más, gracias a los que estuvisteis allí animando y apoyando y también además a Cris por las fotos.