jueves, 22 de mayo de 2014

Dos diez miles y a la pista

Es evidente que esta temporada está siendo rara, fuera de mi tónica habitual… apenas escribo, apenas consigo abrir mis pensamientos, tengo encerrados mis sentimientos y no dejo volar a las sensaciones. ¿A qué se debe esto? ¿miedo, rabia, apariencia? Que nadie sepa la verdad… no, no es fácil, nada es fácil, todo conlleva un esfuerzo, un sufrimiento, también existen buenos momentos, gratificantes, te dejan buen sabor de boca… y entonces frases como aquella que dice “el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional” bombardean tu cabeza, pero nada tan real y verdadero, como en aquella mítica serie cuando oíamos: “Queréis la fama, pero la fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar. Con sudor.” Y ya te digo que lo pagas, vamos si sudas… ahora entiendo a Leroy Johnson cuando tantas veces intentó tirar la toalla y mandarlo todo allá bien lejos.


Así es que tenemos un buen cóctel: dolor, sufrimiento, sudor y todo ello cuesta, porque si fuera poco, encima no es gratis, sino que requiere esfuerzo… qué paradoja, ¿verdad? Esforzarse para sufrir… ¡pero es que estamos locos! ¿o qué?
Pues debe ser “o qué” porque ahí seguimos, luchando, intentándolo una y otra vez, aún dándote contra una pared, aún cayéndote de bruces, da igual si te rompes las rodillas o los músculos ni te soportan… incomprensible, ¿qué buscamos con todo esto? ¿qué queremos demostrar? ¿cuál es el verdadero objetivo? ¿realmente lo hacemos por nosotros mismos? ¿tan importante es superarse y mejorar una marca? ¿tanto cambia tu vida por ello? ¿eres más feliz cuando lo consigues? Sólo es un momento, un instante… ese en el que cruzas la meta y paras el crono para ver que has bajado tu marca unos segundos, algunos consiguen hasta bajar algún que otro minuto y parece que hemos alcanzado la gloria... a veces no es una marca, pasamos a mayores y ahora queremos superar una distancia… pasamos del 10K a la media maratón, algunos intrépidos y valientes se atreven con el maratón (la gran distancia) y ya los más locos hasta se dedican a los ultras porque ahí da igual el tiempo, el reto es conseguirlo, sobrevivir a ello… decir “yo he corrido 100 km” y en ese momento la gente flipa, “¡gloria al valiente guerrero! ¡grande!”, en fin… ¿qué puedo decir de todo esto? Ante todo y por supuesto, mi máximo respeto a todas estas personas (entre las que me incluyo) porque sólo el hecho de ponerte en una salida, aguantar la respiración antes de activar el crono e intentarlo… tiene un mérito enorme, no es fácil estar ahí porque desde luego… todo ha requerido un grandioso esfuerzo, dolor, sufrimiento y por supuesto… yo lo admiro, pero al final, un sinfín de retos, objetivos y etc. etc. que no llevan a ningún sitio porque ¿sabéis qué? Nunca es suficiente, no nos vale, queremos más y más, sobre todo si encima el reto no se ha conseguido y la frustración nos invade, pero sea cual sea el resultado… volvemos a intentarlo, volvemos a caer, volvemos…


Entonces diréis… ¿y cuándo se divierte toda esta gente? ¿cuándo lo pasan bien? Pues ese es el tic de la cuestión porque yo ahora mismo, no lo sé. Es un momento tan efímero que se olvida rápido, apenas se percibe… no lo sé, yo no sé cuando dejó de ocurrir, si es que realmente ocurrió porque existen segundos, momentos, a veces días, no lo sé.
En resumen, una temporada rara en cuanto a sentimientos, sensaciones, emociones… apenas tengo ganas de ponerlas en blanco, ni de organizarlas, mucho menos de mostrarlas, cuanto menos se sepa, mejor… al fin y al cabo ¿a quién le importa? ¿por qué sigo sufriendo? ¿estoy disfrutando? ¿dónde está el límite entre uno y otro? Me gustaría encontrarlo, me gustaría que alguien me ayude a encontrarlo… ¿podemos llegar a abrir los ojos ante esto?
Pues ahí dejo esta pequeña reflexión que me lleva a contar donde estoy ahora… “la fama cuesta”, pero ¿qué más me da? ¿qué fama estoy buscando? ¿qué es lo que quiero? ¿qué intento demostrar? Y peor aún, ¿a quién? a mí misma… ¿seguro? ¡ja! Es lo que decimos todos pero al final sabemos que no es verdad, buscamos el halago, buscamos el reconocimiento, buscamos subir nuestra autoestima… yo, realmente ya no lo sé, no sé qué quiero, no sé si me apetece, no sé si disfruto o sufro más que otra cosa, no sé si todo esto me merece la pena, no lo sé… o quizás ha llegado el momento.
La cuestión es que entre estos ir y venir, paso del campeonato de España de clubes a dos diez miles que pasan por aquí, por esta mi temporada sin pena ni gloria, desapercibidos, sin buenas sensaciones, sin ser dignos de recordar, sin ningún otro objetivo que engrosar “mi palmarés” de carreras patéticas.
El primero de ellos cuando me inscribí tenía ganas, ánimos, incluso intención de competirlo e intentar mejorar mi marca, podía ser un buen sitio para conseguirlo, una carrera adecuada en cuanto a perfil y climatología, pero… cuando llegó el día, todo había cambiado… no tenía ni ganas, ni fuerzas, ni objetivo, ni intención de disputarlo a tope por cosas varias que me había ocurrido en las últimas semanas que dicho sea de paso, estuve hasta a punto de no ir. En fin, lo que iba a ser un fin de semana de tensión competitiva con amigos y otros atletas, disputando el 10K de Laredo… se convirtió en un fin de semana con amigos y niños en el que “ya que estoy aquí, pues voy a correr”, eso sí, al final fue agradable y divertido. En resumen, ni me preparé, ni sentí la tensión de la carrera, ni me cuidé en la alimentación y al final me puse en la salida a probar, a correr y que saliera lo que saliera. No voy a decir que no sufriera, porque como en toda carrera al final lo pasa mal, pero encima a los 2 o 3 km ya iba con flato y mis fuerzas fueron decayendo poco a poco, así es que fui perdiendo a mis dos amigos con los que iba en grupo y quedándome rezagada allí con mi historia, mis pensamientos y mi eterno “¿y qué hago yo aquí?”. No merece la pena mencionar km a km cómo fue la carrera, no fue una buena carrera pero en los 2 últimos km me reencontré con mi amiga y eso me hizo subir un poquito el ánimo, me uní a ella y finalmente, en los últimos 500 m conseguí incluso acelerar el ritmo… resultado MMP por 30 segundos. Y pensaréis… ¿pues qué bien, no? ¡qué tía! Sin prepararlo mejora la marca, ¡estará contenta! Pues ya veis, nada más lejos de la realidad, para mí no fue un triunfo, no disputé la carrera con todos mis sentidos, digamos que “pasaba por allí” y aquello no es meritorio porque total, 30 segundos no son nada, la carrera tenía un perfil fácil y al fin y al cabo, si más o menos mantienes tu forma… pues compara la San Silvestre Vallecana con el 10 K de Laredo… es como comparar un huevo con una castaña, vamos… que no cuenta, que no vale, que me da igual y que a mí no me supuso ninguna alegría ni motivo de celebración… ¡qué estupidez! ¿verdad? Pues ahí estoy yo, así soy.

 


Después de ese diez mil decido preparar la pista… venga, voy a intentarlo este año de verdad, voy a esforzarme, voy a prepararla a conciencia… sé que es dura pero seguro que puedo con ella… ¿seguro? ¡qué ilusión más intrépida e inconsciente! Total que me uno a mis compañeras del Fuenla y decido hacer el plan 800-1500 que pone el entrenador en la escuela, así por las bravas como una valiente y como si tal cosa. Pero… ¡ay amigos! lo que os decía, ¡cuán intrépida es la ignorancia! No tenía ni idea a lo que me enfrentaba, ni lo que iba a suponer, por supuesto mucho menos a que pudiera hacerlo… así es que entre col y col, decido apuntarme al 10K del R&R Madrid por ver cómo andaba de forma, aunque ahora mismo no fuera de ver más allá de un 1.000, yo voy y me lanzo a la piscina. Os podéis imaginar el fracaso, porque en esta ocasión por supuesto no mejoré marca, sino que la empeoré y lo que es peor, sufrí como una perra. Los 5 primeros km tendidos y cuesta arriba desde Cibeles hasta el Bernabeu, son terribles, sobre todo para mí que afectada por la alergia no me entra ni una gota de aire en los pulmones, voy sin oxígeno y encima para colmo, te dejas llevar por el ritmo con el que sale la gente que es a toda leche… así es que, lo pagué con creces y pinché por todos lados. Cuando llegué arriba y vi que el globo de 45 minutos estaba a mi lado, me dio un bajón del quince que estuvo a punto de hacerme abandonar, pero eso sí, ya me conocéis que al final, hasta el día de hoy, aún no lo he hecho y me dije… “venga que es cuesta abajo, aprovecha y luego en la última cuesta, ya veremos cómo salimos”. Dicho y hecho, sin apenas oxígeno ni en los pulmones ni en los músculos, con las piernas pesadas y doloridas, alargué zancada y allá que me lancé Castellana para abajo. Fui bien hasta la Puerta de Alcalá donde llega el último km de subida y entonces fue cuando me quería morir, pasito a pasito como una tortuga fui subiendo, aquella cuesta se me hizo muuuuuy larga, hasta que al final entramos en el Retiro y justo, allí a lo lejos a 500 m veo el arco de meta mientras suena “Higway to Hell” de AC/DC y pienso que efectivamente ha sido un infierno pero aprieto en esos últimos metros y entro en meta todo lo digna que puedo. Lógicamente la marca ni mencionarla pues se queda muy lejos de mi MMP, con lo que además de haber sufrido, el resultado es nulo y las sensaciones con las que te quedas son pésimas, a todo eso le añades el “si es que no tenía que haber venido” y te consuelas diciendo, entre que no es una carrea para hacer marca y que voy jodida por la alergia, mejor paso página y a otra cosa mariposa.

 



Y ahí se quedan eso dos diez miles… mientras tanto sigo entrenando la pista. ¿Qué puedo decir de ella? Dura y exigente como ella sola, te pone en tu sitio una y otra vez, cuando crees que has conseguido un buen entrenamiento, llega el siguiente y ¡zas! Te mete un palo que te deja por los suelos… es imposible sacar una semana entera de entrenamientos satisfactorios, porque o no salen las cuestas o no consigues ir a ritmo en la PA, las series son patéticamente lentas o la fuerza te tiene tan atrofiada que los músculos te duelen hasta llorar. Yo pensaba que podría, fui muy valiente retándola pero me está venciendo, no puedo con ella, me sobrepasa una y otra vez, para un entrenamiento que me sale bien, me salen otros diez mal… las semanas son duras, estoy agotada física y mentalmente, los gemelos los tengo a reventar, los isquios tocados, los cuádriceps duros como piedras, voy cogiendo peso y todo me cuesta más… “la fama cuesta, aquí se suda y todo pesa”, sinceramente, hay que ser un privilegiado o tener mucha fuerza de voluntad para afrontar la pista, dicho de otra forma, hay que tener una cabeza estable y bien amueblada acompañada de un par de cojones.
En cierta forma no es sólo esta etapa final de la temporada, creo que en líneas generales ha sido una temporada dura y larga: desde el año pasado con el cross, el verano con el paso por la pista y el maratón, apenas he parado o descansado adecuadamente… por supuesto ni que decir de la mayor carrera emocional vivida con mi pequeño (que aún arrastro porque nunca acaba, tanto más dura que incluso un ultra y el más allá) hasta hoy, este año de nuevo en el invierno con la preparación del cross, aumentando en días de entrenamiento, introduciendo rutinas nuevas como son los circuitos de fuerza e intentando estar a la altura, mucha técnica de carrera para fortalecer tobillos y mejorar en algo la zancada, no ha sido sólo un trabajo físico, sino también mental (que es generalmente el que me vence). Así es que entre la fuerza que he metido, los entrenamientos tan exigentes, las pruebas mentales (12 vueltas a la pista da para preparar algo más que las piernas), estoy muy cansada, me pesan mucho las piernas, encima he cogido peso y parece que voy arrastrando el cuerpo… ¿para qué sirve tanta fuerza entonces si coges más musculatura que luego eres incapaz de mover? No me siento ágil, ni en cuerpo ni en alma, me siento torpe, sin técnica, sin gracia… no es bonito, no es eficiente y creo que ya no tengo ni edad para afrontar este tipo de pruebas, quizás deba dedicarme a otro tipo de disciplinas, en la montaña sufría subiendo pero os aseguro que los entrenamientos no tenían nada que ver (al menos los que yo hice, no puedo hablar de la gente que se dedica a la montaña en cuerpo y alma porque lo desconozco, seguro que también se dejan la piel); incluso preparando maratón he sufrido menos y de verdad, no le quito mérito a los entrenamientos para ello porque requieren tiempo pero vas a otro ritmo que no te deja tan exhausta y con sensación de no poder moverte… y por supuesto no voy a valorar los ultras (que desconozco por completo), pero dejadme en que dude de que pueda haber algo más duro y difícil que la pista, pocos metros a intensidades súper altas que te dejan petrificado, imposible moverte porque de verdad, no vas… y cuando no vas, ni aunque tu cabeza quiera, es en los pocos sitios que de verdad son las piernas quienes te frenan… siempre lo diré, lo que sentí en aquel 800 cuyos últimos 80 m se me hicieron eternos, no lo he sentido en ninguna carrera, ni siquiera en el maratón de Berlín en el cual me paré y volví a andar… aquello fue bestial, inaudito, como se te bloquean las piernas y no eres capaz de dar un paso. Eso sí, tengo que decir que es impresionante ver a tantos chiquillos y jóvenes atletas allí en la escuela con tanta calidad, corren cual gacelas, vuelan y van como si no les costara nada… es increíble verles correr en la pista, es bonito y mejor aún es escuchar sus comentarios en los entrenamientos, porque también sufren, también les cuesta, también se esfuerzan… pero ellos, tienen juventud y toda la vida por delante para hacer de esto, algo más que correr.
En fin… hoy estoy aquí, intentando reflexionar sobre mi momento, intentando justificar el por qué de mi esfuerzo y mi sufrimiento, intentando encontrar ese objetivo, reto o alimento para mi ego porque en verdad, hoy no lo encuentro… hoy he llegado a decir “hasta aquí he llegado, creo que es el momento de dejarlo, no puedo seguir”. Intento buscar los ánimos en la gente que me rodea, pero no me sirve, ni siquiera mis compañeras, Mario (que ya debe estar harto de tanta gilipollez) o mi madre que se preocupa cuando me ve triste y agazapada… nada puede levantarme la autoestima hoy, las sensaciones son malas y tengo mis dudas de que la noche ayude a aliviarlas. Hoy no he podido con el entrenamiento… un test, sólo la palabra ya me acojona, he pasado todo el día pensando en ello y al final, he llegado con la cabeza diciéndome “no vas a poder porque estás acojonada” y así ha sido, antes de empezar ya lo había perdido, durante el rodaje iba escuchando a mis compañeras y no he sido capaz de cruzar ni una palabra porque estaba inmersa en mis pensamientos negativos, “no podré con ello”, no he conseguido hacerlo, pero hasta el punto de frenarme en seco, sentir un nudo en el estómago hasta dolre y notar que me quedo sin aire… “¡maldito mil que ha podido conmigo!”, ahí estaban esos metros en mi cabeza o debería decir esos km porque no había un mil, había algo más, había bastantes más km y me han sido inalcanzables, he frenado a los 300 m, ni siquiera he conseguido dar una vuelta completa a la pista… ¡imaginaros la sensación! Ha sido lamentable y patético, al final he abandonado y me he ido a casa totalmente frustrada, llorando, echando por la borda todo el entrenamiento, ni el 800 ni el 600 de después los he podido hacer, aunque he pasado diez minutos deliberando entre si seguir intentándolo o no… al final se ha acabado, mi cabeza ha dicho ¡no! y me ido pensando que no quiero competir, no me atrevo, no soy capaz, no merece la pena, no me reporta nada y así no se puede ganar a la pista, no creo que llegue al final, no creo que llegue al campeonato de España de veteranos, no creo en mí… esta batalla la he perdido, “ha llegado el momento”.

 


sábado, 3 de mayo de 2014

Campeonato de España de Clubes Campo a través 2014

Bueno, por fin consigo encontrar las ganas y el tiempo para escribir esta última crónica de la temporada de invierno… por fin consigo encontrar el momento para cerrar con ella la temporada de cross. Lo cierto es que hace ya tanto tiempo que dudo que pueda recordar las sensaciones, los momentos, los pensamientos de ese día, no obstante… lo intentaré.


Tras algunas incertidumbres sobre quienes iríamos al Campeonato, finalmente nos dirigimos a Oropesa cinco corredoras Carmen, Inma, Silvia, Sofía y yo, dispuestas a disfrutar de lo que supone este evento para nosotras, un premio, una recompensa porque allí, no se puede esperar otra cosa, simplemente correr, dar lo que haya dentro, pero sobre todo, disfrutar del ambiente, de la competición, de estar entre los más grandes y entre las futuras promesas que algún día nos representarán a todos los españoles en grandes competiciones a nivel mundial.
Dicho esto, allá que vamos, salimos el sábado 01 de marzo de 2014 por la mañana, en varios coches… fue un viaje ameno y divertido, de conversaciones varias y en el que por algún motivo especial, te empiezas a acercar a personas de las que descubres son geniales. Así que entre unas cosas y otras, un paroncillo para desayunar, música y charlas… llegamos a Marina D’Or a la hora de comer. Con lo que nos fuimos directamente al hotel de los atletas a ponernos las pilas para lo que tendríamos que afrontar. Después de ahí, a los apartamentos a instalarnos, descansar un ratín y listas para ir a reconocer el circuito.


Pero bueno, aunque el finde se presentaba chulo, la compañía, la competición, todo lo que aquello representaba, pues era la segunda que vez que estaba allí inmersa, era la segunda vez que pisaba ese mismo circuito, era como revivir aquella experiencia tan chula… algo en mi interior me faltaba, algo no iba del todo (como era habitual por aquellas fechas), algo no me dejaba “ser”. Una parte de mí quería disfrutar a tope, aparentar que todo estaba genial, que todo era guay y demostrar que podía hacerlo. Pero otra parte de mí se sentía triste, vacía, sin confianza y necesitaba aquél empujón. No pudo ser.
Con todas y con esas, al final nos fuimos a reconocer el circuito, un circuito que como ya he dicho conocía, el terreno, la arena de la playa, los toboganes… sólo podría diferenciarlo alguna curva y que en esta ocasión serían sólo 4 km los que tendría que recorrer en lugar de los 7,5 km de la otra vez. Así es que estuvo bien, con las chicas y con el resto de gente que andábamos por allí, tanto de nuestro club como de otros clubes amigos, el tiempo corrió. Y tras eso, como no pudo ser de otra manera… nos fuimos al apartamento a ducharnos y apañarnos para la cena. De nuevo el mismo hotel, de nuevo casi el mismo tipo de comida, de nuevo casi parecía que no me había ido de aquella vez dos años antes (nada más lejos de aquello porque esta vez fue muy diferente).
Después de la cena fuimos a recoger nuestro dorsal y las últimas instrucciones… ¿podría haber alguna en especial salvo correr? Jaaaaaaaaaaaaaaaa; así es que estuvimos un rato en el apartamento charlando y preparando a las niñas que se disfrazasen, pues coincidió con Carnaval y el ambiente era muy divertido. Así pues, tras aquello, nos fuimos a la cama no sin antes preparar todo, equipación, dorsal en la camiseta, clavos listos, ropa de calentamiento, zapas, bla bla bla… ya sabéis.


¡Y llegó el día! Nos levantamos sin prisa, fuimos a desayunar con tranquilidad, quizás algo tarde… ya sabía yo que me iba a costar la digestión y me pasaría factura en la carrera, pero bueno, total, para lo que me iba a servir. Así pues, la mañana se me pasó en un abrir y cerrar de ojos, cuando me quise dar cuenta ya estábamos en el circuito dispuestas a calentar y a darlo todo… eso sí, desde el momento en que pones allí el pie, los nervios se instalan en el estómago y ya no se van hasta que no cruzas la línea de llegada. Con lo que no hace falta que os cuente esa sensación, ese cosquilleo, esa falta de aire.


Calentamos tranquilamente unos 30 minutos mientras íbamos sintiendo esa misma sensación de euforia y de nervios entre todas las participantes, algunas más profesionales que otras, pero al final en todas se reflejaba la misma incertidumbre. Y llega el momento, dejamos la ropa de calentamiento, cambio de zapas por los clavos y a cámara de llamadas. Allí la cosa cambia, se hace todavía más tensa si cabe, se respira la concentración, atletas en sus últimos momentos, unas que hablan, otras que miran al infinito, pero todas tiemblan… así es que yo allí como una más, intenté concentrarme y relajarme… por allí estaba Pedro dándonos unos últimos consejos para afrontar la carrera, con tranquilidad al principio, regulando y por supuesto, siempre de menos a más (¡ja! ¡cómo si fuera fácil!) y entonces le pregunté: “¿y qué tengo que hacer para respirar?”, a lo que simplemente me contestó “mira al mar”. Nos deseó suerte y nos fuimos a nuestro lugar.
Sin duda es el momento de mayor tensión, no sabes qué hacer, dónde mirar, si saltar o estar quieta, respiras hondo y sólo esperas el sonido del disparo… ¡pum! ¡Y a correr! Salí comedida, la última de mi equipo, intentando regular y no volverme loca en los ritmos para no reventar, pero me daba miedo quedarme la última, no me encontraba en mi mejor forma (este año estaba siendo duro y me sentía pesada, sin fuerzas), cuando de repente se cae una atleta y se produce un atropello de unas cuantas chicas, yo miro y lo esquivo, sigo a lo mío. Voy pasando por el primer trozo de arena, me acuerdo de la primera vez con mi compañera delante a la que fui siguiendo, de mis compañeros animando por el circuito, me acuerdo de Pili gritando y la echo de menos porque iba a haber ido, me acuerdo de aquella sensación de “a por todas” que me faltaba, me acuerdo de por qué estuve allí y pienso en cuán diferente es ahora, me preguntó por qué, me falta el aire y creo que casi he recorrido ya la primera vuelta. Ahí está Pedro animando, “venga Raquel, no te quedes, aprieta”, pero no puedo, me fallan las piernas, me falta la respiración, miro al mar pero no me sirve de nada… esta vez no hay ninguna motivación, no hay nada por lo que luchar, no importa mi puesto, no importa mi tiempo, no importa mi marca, no importa… sólo quiero que acabe, que pase ya, el único objetivo es entrar en tiempo, al menos no quedar fuera… y suena la campana que avisa de la última vuelta. De nuevo la recta, la arena, vamos hasta el fondo y llega el primer tobogán, casi no siento las piernas y aún me queda bastante, no tengo a nadie cerca, no quiero mirar para atrás, pienso “por favor, que no me pase nadie más” y sigo, intento mirar al mar de nuevo pero no sirve, “venga Raquel que tú puedes, ¿estás aquí no? pues disfrútalo y ya está, sólo tienes que llegar, no puedes abandonar, aquí no”. Y estoy casi llegando porque de nuevo veo a Pedro que me vuelve a animar, pero no recuerdo sus palabras, creo que ni le oigo, sólo sé que me quedan un par de giros, el escalón y a 100 m la meta. Así es que esta vez no hay nada que me haga apretar, no hay más esfuerzo que el de resistir, no hay sprint, con lo que sigo a mi ritmo deseando que termine y ya está, lo veo, por fín… el escalón, los últimos metros y allí al otro lado del arco, mis compañeras. Objetivo conseguido, cruzo en tiempo y al momento el reloj se pone a cero. Me abrazo a mis compañeras, las felicito y me giro de nuevo hacia al mar, allí a lo lejos no se ve nada, como lo que siento en ese momento, nada, vacío, me siento triste, no estoy orgullosa de mi carrera, no he disfrutado, me ha faltado ese empujón, me ha faltado ese apoyo, “me faltaste, no estabas y me sentí sola”, vuelvo a llorar en un campeonato de España pero esta vez, el motivo era bien diferente.






Se acabó, allí terminó mi competición, mi actuación en el cross corto del campeonato de España, ya está… vamos a soltar y mientras vamos viendo el cross largo, mientras vamos animando a las atletas, en cabeza Alessandra Aguilar a la que gritamos con todas nuestras fuerzas y con la que nos hicimos una foto después, qué maja y cercana es… ¡aúpa Aless, eres muy grande!


Después de todas esas sensaciones, sentimientos y pensamientos, aquello me hizo reflexionar, tengo que seguir adelante, es momento de volar sola y hay que intentarlo. Tengo que ser fuerte, tengo que demostrar que puedo, tengo que vencerme a mí misma.
Nos fuimos a duchar, recogimos, comimos allí mismo y de vuelta para Madrid… un fin de semana agradable en el que lo pasé muy bien con mis compañeras y compañeros, con más personas del club y de la escuela, pero en el que el sabor se resume en agridulce… esta vez aquella vitamina C provenía de unas naranjas algo ácidas que cerraban la temporada de cross con muchas cosas en la mochila para analizar y pensar.
Hasta el año que viene… si debe ser.