Nos vemos inmersos en acontecimientos que a veces no buscamos, nos encontramos con personas que hace tiempo que no vemos o simplemente, compartimos momentos con aquellos con los que mantenemos una relación algo más superficial. ¿Es lo que queremos? ¿hacemos lo que nos apetece? O simplemente, ¿nos mueve una corriente de hipocresía y cordialidad? ¿qué te mueve a ti en estas fechas?
Este es un debate en el que siempre habrá seguidores y detractores de la Navidad, a mí especialmente me gustan estas fechas, así es que no voy a entrar a debatir nada, simplemente dejaré abierta una ventanita al pensamiento, al por qué hacemos las cosas, a cómo las sentimos o nos las tomamos, al valor que les damos y sobre todo… a la ilusión que nos mueve.
Han pasado dos semanas desde mi última entrada y lo cierto es que salvo algún que otro acontecimiento a nivel personal, no hay mucho más destacable a nivel deportivo (aunque todo depende de cómo se sientan las cosas). Quizás el hecho de entrenar una semana tras otra no sea destacable, a veces perdemos ese valor por sólo mencionar las competiciones, sin embargo, el hecho de poder entrenar ya es muchas veces importante (sobre todo cuando alguna lesión te impide hacerlo). Y es que estas últimas semanas están llenas de emociones, algo que para mí es habitual se ha convertido en algo muy especial, quizás han sido envueltas por la magia de la Navidad o quizás, dicho de otro modo algo más realista, por un objetivo nuevo, porque una motivación diferente me mueve hacia adelante y la ilusión ha vuelto en estos días.
Tras la primera semana de vuelta a los entrenamientos y transcurridas estas dos, puedo decir que he completado una segunda semana más. Aunque he vuelto lenta, me siento pesada, las piernas no responden a los impulsos que envía mi cerebro, el corazón se me dispara a pulsos muy altos, me encuentro fuera de forma y me está costando. Ha sido una semana muy intensa, dura y exigente, un tipo de entrenamiento que me está devolviendo a mi sitio, diferente, extenuante pero que no me deja insatisfecha, porque me gusta y me divierte. Entrenamientos en progresión, kilómetros recorridos a distintos ritmos, cuestas, ejercicios de fuerza y de técnica de carrera, series… ¿qué tiene esto de especial?
Visto así parece un saco de actividades sin ningún orden, pero cómo es de suponer no lo es, puesto que todo entrenamiento es planificado con un objetivo concreto, en mi caso para alcanzar un destino incierto y probablemente complicado, pero que me apetece afrontar. Nadie dijo que esto fuera fácil… ¿miedo? Lo nuevo siempre nos asusta, lo desconocido nos para y nos frena, decidimos seguir haciendo lo mismo porque no nos sentimos valientes o porque nos acomodamos, cómo dice el dicho “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”, pero ¿seguro que es lo queremos? Un día leí unas palabras que decían “siempre preferimos el pasado, porque el futuro es incierto y eso nos inquieta, pero en el futuro está la oportunidad, la conquista, la ilusión, los sueños, la incertidumbre” y creo que es verdad, así pues… ¿qué mejor momento para aceptar esa invitación que éste dónde es tiempo de propósitos, de sueños, de magia y de ilusión? Mentiría si dijera que no estoy algo asustada al haber decidido dar ese pasito más allá, ese salto cualitativo y cuantitativo que seguro será duro, que aunque me costará bastante, estoy dispuesta a conseguirlo porque sólo hay que creer en ello tal y como hacemos con la Navidad.
Como he dicho me encuentro lenta, tras la primera semana los últimos ritmos han seguido siendo algo bajos, aún estoy intentando despertar a mis piernas y veo cómo se dispara mi corazón hasta las 203 ppm. Los entrenamientos me están exigiendo un sobre esfuerzo que hasta ahora no había sentido, me muevo en una especie de ansiedad difícil de entender, creo que esto no ha hecho más que empezar y que habrá más sorpresas, incertidumbre, emociones… ¿no es lo mismo que sentimos de niños en estas fechas?
Los km en progresión no los consigo hacer aún en los ritmos planificados, las cuestas me siguen pareciendo duras, con los ejercicios de fuerza y de técnica de carrera me siento un “paquete” y las series me mantienen en tensión la noche antes de afrontarlas… y sin embargo, con el final de la segunda semana de entrenamiento, he empezado a notar el trabajo realizado, a saborear un regusto por lo desconocido y lo difícil, eso me motiva, me hace seguir adelante y me empuja a querer más. Sin embargo, al inicio de la tercera semana algo me ha parado, mi mente quiere una cosa pero mi cuerpo pide otra, noto una sobre carga en los tibiales y gemelos que me frena, el dolor se hace insoportable y decide por mí que toca descansar. Esta tercera semana no ha sido muy fructífera, no he podido realizar el plan tal y como estaba preparado, ha habido que ajustar y bajar intensidad, he tenido que adaptarme a las circunstancias y eso no siempre me gusta porque me quedo con la sensación de que pierdo el tiempo, de que no llego y es que me ocurre cómo a los niños… a veces soy muy impaciente.
A pesar de todo, aunque no he podido ejecutar el plan al 100%, he realizado alguna de las sesiones planificadas, en las que no sólo he podido comprobar si mis piernas están preparadas para aguantar determinados ritmos, hay algo más. El entrenamiento no consiste únicamente en preparar al cuerpo para correr un 1.000 por debajo de 4’, el entrenamiento consiste también en preparar a la mente (algo que yo todavía tengo que trabajar bastante aunque algunas veces lo consigo), en enseñarla a creer que se puede, ella lo domina todo, porque cuando la ilusión te mueve, cuando lo quieres de verdad, te vuelves imparable.
El próximo domingo me enfrento a mi primer cross, será el primer reto nuevo de esta temporada, será la primera prueba de este tipo y no sé qué me voy a encontrar, no sé cómo la voy a terminar. Y podría decir “después de haber corrido 42 km, ¿qué puede suponer una prueba más corta?”, pero es que aunque sólo sean 4 o 6 km, es de nuevo un mundo desconocido para mí, por el terreno, la velocidad, la preparación, los demás atletas… siento que ahora no es una competición contra mí misma, ahora toca competir por un puesto, ahora es de verdad y eso me produce ansiedad y me arruga el estómago. Soy consciente de que esto lo hago porque quiero, porque me gusta, porque disfruto y que no debería suponerme ningún estrés, pero sinceramente… ¿quién se pone un dorsal y no nota la competitividad corriendo por sus venas? A mí me ocurre siempre y no puedo evitarlo, debe ser la adrenalina o las endorfinas, de cualquier forma volveré a hacerlo y no sé qué pasará esta vez, sólo sé que mi corazón irá a mil por hora durante 4 km y mis piernas correrán sin parar como sea, hasta cruzar la meta… dejaré que la magia de la Navidad me lleve, me acompañe y me guíe.
El domingo vestiré y defenderé por primera vez los colores del Canguro y como la vida está llena de casualidades, sigo envuelta en el color azul que me visita en casa cada año por Navidad, incluso también en el trabajo y además, en esta ocasión me traen un regalo nuevo para afrontar mis nuevas carreras… ¿tenemos o no tenemos que creer en la magia y la ilusión?
2 comentarios:
Por supuesto que hay que creer en la magia, la ilusión, la Navidad. Saludos.
Raki!! Creo que hay que ilusionarse con las cosas para disfrutalas al máximo. Y tú lo estás haciendo!! Mucha suerte en esta nueva etapa!! El azul te favorece!!
Por cierto... muy chulas las zapas!!
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