lunes, 20 de enero de 2014

Carrera de Reyes en Yuncler

Pues lo dicho… ¡Feliz Año Nuevo!
Estamos de vuelta… año nuevo, vida igual… jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, porque en lo que a mí respecta, ni me he hecho propósitos nuevos, ni retos nuevos, ni empiezo ninguna colección nueva, ni nada de eso… yo sigo a lo mío como siempre, como el año pasado, como ayer.
Al día siguiente, después de la San Silvestre tocó rodar, pasar página e intentar entrenar un poquito, entre excesos de comida y bebida, porque todavía quedaban unos días de vacaciones y de seguir acumulando kilos. Con lo cual, esto fue un “non stop” y esa semana la terminé con los entrenos planificados: rodaje, fartlek y las sorpresas que pusieron la guinda al fin de semana. Como podéis imaginar, después de mi desastrosa actuación el día 31, mi moral no estaba lo que se dice precisamente en auge, sino al contrario, por los suelos, desmotivada, cabreada, sin ganas y en resumen… aquella expresión prohibida “no puedo” golpeaba mi cabeza. Llegó el sábado, entrenamiento de potencia aeróbica con el grupo de compañeros en el Cerro y puf, empecé mal el día, negativa, agobiada y con “bronca” incluida, empiezo un entreno que no conseguí hacer como estaba planificado y que por supuesto, me dejó totalmente insatisfecha y con ganas de tirar la toalla… ¿pero por qué tengo que estar siempre igual, debatiéndome entre lo que me gusta hacer y lo que creo que puedo hacer? Mal día.
Pero peor parecía el día siguiente, 05 de enero de 2014, mi cumpleaños… ¡qué horror! ¡40 tacos! No sé por qué se me han atravesado y por aquello de “hacer balance”, el resultado que voy obteniendo no es muy favorable… pero no voy a entrar a debatir en este blog esta cuestión. El tema es que aparentemente este día se preparaba como otro cualquiera, levantarme tranquila, hacer algunas compras para la merienda, perrear… cabalgata de Reyes y poco más, pero… al final entre Mario y los compis de entreno, me convencieron para ir a Yuncler a pasar la mañana, a hacer una carrerita de 8 km y comer migas con huevos fritos con todo el pueblo… pues nada, no parecía que hubiera un plan mejor, así es que… allá que nos fuimos los cuatro a correr y a comer, pasar un rato con los amigos y a que los niños se divirtieran.



En fin, llegamos a Yuncler y allí estábamos todos, el grupito de entreno de Joaquín al completo, César, Cristian, Fran, Javi, Mario, Noelia, también el cuñao Alfre y yo, con toda la familia al completo, así es que, quisiera o no, tenía que intentar disfrutar de esa carrera y bueno, darlo todo hasta donde pudiera, porque básicamente no sé hacer otra cosa… yo si compito, compito y si no… me quedo en casa. Después del ratillo previo de calentamiento y demás, unas risas, unas charletas… nos pusimos en la salida intentando mitigar el frío entre la gente, hasta que se produjo el disparo de salida y ¡a correr!. Yo salí a mi ritmo, por delante de los chicos, pero sin ninguna intención de nada, sabía que me adelantarían en breve, así es que, simplemente intenté poner ”mi ritmo de crucero” independiente de ellos que irían mucho más rápido y olvidarme un poco de por dónde irían para no agobiarme. Así fue, en la primera cuesta nada más salir, me empezaron a adelantar todos… qué dura se me hizo, 200 m de subida para luego bajar un poquito, llegar a la iglesia del pueblo y volver a subir una pequeña cuesta, de ahí… son otros dos km de cuesta tendida, no muy pronunciada pero sin descanso. Ya iba mal de respiración, me ahogan las cuestas y en ese momento, me alcanzó Cristian que al final, vendría conmigo toda la carrera. Se me hizo difícil la primera vuelta, pero bueno… tras la subida, un descenso que te permite recuperar aire y luego un poco de llano hasta la meta. Ahí estaba la primera vuelta, no sé ni al ritmo que iba, pero estaba cansada y encima, sabía lo que me quedaba aún, un sube-baja constante nada fácil. Sin embargo al pasar oigo ”¡tercera mujer!” y eso me anima, pero más aún me animan los gritos de mis amigas “¡venga Raquel!”, de nuestros chiquillos y chiquillas, oigo hasta un “¡vamos Wonder!” que me hace reír, pero sobre todo de mis pequeños “¡venga mami!”, entonces aprieto puños y dientes, levanto la cabeza y me digo, “venga, a por la segunda vuelta, vamos a mantener el ritmo y al menos, intentemos no perder la posición”.

 

Y así, con todo y con eso, con la ayuda y los ánimos de Cristian que fue regulando y controlando la carrera con respecto a otras chicas… fuimos pim pam, pim pam subiendo y bajando, asfixiada y con un dolor de piernas considerable. Reconozco que los últimos dos km se me hicieron duros, a pesar de ello intenté incrementar el ritmo porque Cristian iba tirando de mí y mi máxima obsesión era no perder puestos, me daba igual el tiempo, pero ya que estaba allí y que tenía la posibilidad, no quería que se me escapase de las manos… así es que, di todo lo que pude y lo hice lo mejor que pude. Iba algo nerviosa porque veía a Cristian mirar para atrás, no me decía nada, lo que no sabía era si habría alguna otra chica cerca, pero no me atrevía a mirar para atrás, así es que sólo corrí más y más, hasta que al final en los últimos metros vi ya la gente cerca de la meta, de nuevo vi al señor que “preanunciaba” que era la tercera mujer haciendo el gesto con los tres dedos y por fin la meta… apreté en un último sprint, pasé y oí por megafonía mi nombre y mi resultado. Fue fantástico recibir a todos los chiquillos abrazándome y dándome la enhorabuena, “¡campeona! ¡tercera!”, “¡mami has ganado!” con sus besos y abrazos emocionados… y al resto de amigos y amigas, también dándome la enhorabuena, gracias a todos por esos momentos porque en verdad que no es para tanto. Y gracias por supuesto a Cristian me acompañó, animó, me guió y fue dándome conversación para que se hiciera más liviana, fue un placer.



Después de ahí, pues lo normal, disfrutamos de unos riquísimos huevos fritos que habían preparado para todo el pueblo, las migas ni las vimos (debieron comérselas los espectadores), cerveza y refrescos, risas y preguntas, la chiquilla de César diciéndome “ahora sé por qué te llaman Wonder”, lo cual me hizo mucha gracia, Bruno corriendo después, Lola sin despegarse de mí como loca y como no… la subida al pódium, por dos veces, tercera de veteranas con copita incluida y tercera de la general (mismo pódium por cierto) con copón y chorizaco incluidos. Ahí están las fotos de rigor, entre ellas con el subcampeón mundial de 1.500 m José Luis González Sánchez que estaba entregando los premios.





La mañana terminó comiendo y bebiendo en un bar en Yuncler con todo el equipo, después nos fuimos a casa para descansar un poquito, para después ir a la Cabalgata de Reyes Magos con los niños y finalizar el día con la merienda típica de mi cumpleaños. Unos celebran sus 40 años con fiestas a lo grande, otros con algún viaje, otros quizás ni lo celebren… yo simplemente ese día corrí y luego no hice nada especial, sino lo que hago normalmente, en casa con la familia una merienda… “deseos pedidos y velas apagadas” ahí queda la celebración de mis 40 años, ahora a esperar a que lleguen los Reyes Magos.






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