Ha llegado la hora, ha llegado el momento de empezar, es tiempo de demostrar si la experiencia del verano ha servido para algo, si esos momentos de reflexión han surtido efecto, si aquellos rodajes por el parque han abierto el apetito por el esfuerzo… es el momento, es la hora, ¡empieza el baile!
Aquí estamos, enfrentado la primera parte de la temporada, empezando a entrenar en serio, cargando poco a poco, dándole cera al cuerpo para que despierte del adormilamiento del verano… ya llevamos cuatro semanitas de entrenos y es hora de hacer balance.
Septiembre ha sido un mes “de paso” por así decirlo, fueron los primeros entrenos, sin presión, sin plan, rodajes cómodos, al principio más cortos y cada vez más largos, pero siempre tranquilos, simplemente para ir cogiendo sensaciones. Todo esto regado después de unas sesiones de estiramientos, abdominales y un poquito de trabajo de pies… pues eso, despacito y poco a poco, para ir despertando al cuerpo, prepararle para lo que está por llegar. Ha sido un buen mes, me he sentido bien mentalmente aunque no así físicamente. Y es que se nota el parón, se nota bajar el ritmo y la intensidad, se nota que cuando tienes que volver a arrancar nada te responde, todo te pesa, tus piernas son como una mole de 200 kg, te asfixias, el corazón no te va y piensas… “¿cómo se puede perder la forma tan rápido? ¿será posible volver a estar en un punto bueno?”, la verdad es que parece una utopía, pero es una cuestión que surge habitualmente a la vuelta porque siempre está ahí, en el rincón más profundo del pensamiento. Sin embargo te consuela ver que todos tus compañeros están igual, que es lo habitual, que es lo normal y al menos… te sientes un poco mejor.
Y así, pasando el mes de septiembre entre rodajes y juegos, llegamos a la primera parte del plan… las primeras cuatro semanas de entrenamiento. Digamos que es ahora cuando realmente se apagan las luces y se oye la música, cierras los ojos y lo sientes, ahora es cuando los pies y todo tu cuerpo empiezan a moverse al son y al ritmo de esa canción: “el plan”.
Son estas cuatro semanas para ir introduciendo carga progresivamente, poco a poco, sin darte cuenta van cayendo kilómetros, empiezan los cambios de ritmo (conocidos como “los minutos”), por supuesto todos los martes y jueves esos circuitos de fuerza, la técnica de carrera, más juegos de velocidad y las temidas cuestas… aunque creo que peor que las cuestas, es lo que viene después, los miles o la potencia aeróbica cuando tienes las piernas que ni las sientes.
Así, en la semana 1, empiezan los ritmos medios, los primeros circuitos y los primeros 200, pasando por cuestas cortas y luego… rodajes de descarga, que todo sea dicho de paso, utilizo para hacer alguna tiradita larga de unos 16 km con mi hermana, que se estaba preparando su primera media maratón y a la que yo acompañaría. Así pues, meto algún kilómetro de más que no estaba programado pero que hago muy gustosamente. Empiezan a aflorar las primeras agujetas que son síntoma indiscutible de que los músculos estaban algo “dormidos”.
En la semana 2, siguen los ritmos medios pero los kilómetros aumentan y empiezan los primero entrenos con “minutos” (cambios de ritmo con recuperaciones entre medias, como 4x1' + 3x2' + 2x3'), más circuitos de fuerza y más cuestas cortas con alguna más larga. Y le añado una tiradita de 18 km más. Empiezo a notar un poco la carga acumulada, pero me encuentro bien mentalmente.
Y llega la semana 3, como digo, me siento bien porque voy acumulando los kilómetros sin darme cuenta, aunque no voy a mentir, empiezo a notar la pesadez y en algún que otro rodaje me noto lenta. Sin embargo, no quiero parar, me veo capaz y a pesar del esfuerzo que me supone algunos entrenos, me siento satisfecha porque soy capaz de seguir a mis compañeras, soy capaz de terminar cada entrenamiento (mejor o peor, pero al menos los termino), simplemente soy capaz de vencer a mi mente cuando intenta decirme “no puedo”, la domino… ahora soy yo quien manda. Así es que esta semana vuelvo a seguir el plan, los kilómetros progresivos, los circuitos, los “minutos” y los 200-100; eso sí, en esta ocasión me salto las cuestas porque es en esta semana que vamos a Bilbao a correr la media maratón nocturna, así es que, la ocasión lo merecía y hago una pausa en la coreografía que día a día estaba planificada.
Y aquí hago un alto en el camino para pasar de puntillas por esta media maratón que decido correr con Ruth, sin entrar en mucho detalle porque no es mi carrera, es la suya… yo sólo voy a su lado, simplemente le acompaño.
Fin de semana del 17 al 19 de octubre de 2014: nos vamos a Bilbao. Comienza el viaje, viernes, al salir del trabajo y después de comer, maleta y al coche. Un viaje divertido que haríamos en familia 8 personas, un viaje de coña, risas y sobre todo… ¡mucho comer! Pero para mí, lo mejor de todo, además de que era un fin de semana familiar, era que acompañaría a mi hermanita en esta carrera que era un gran reto para ella, que había contado conmigo para este “menester” y eso, me ilusionaba mucho. Y sin embargo, estaba muy tranquila, dispuesta a disfrutar al máximo porque no suponía ningún estrés, estaba totalmente relajada, sin presión, sin pretensiones y la verdad, esa sensación la he vivido muy pocas veces (por no decir, nunca), con lo que… todo pintaba perfecto. Así es que el sábado por la mañana, después de desayunar nos fuimos tranquilamente paseando por Bilbao hasta la feria del corredor, que por cierto he de decir… ¡vaya fin de semana de buen tiempo y de calor para ser el Norte de España! totalmente atípico claro. Una vez allí recogimos los dorsales y la bolsa del corredor, compramos un par de geles (como es típico) y pudimos sentir los nervios y la emoción de muchos corredores, entre ellos los de Ruth que estaba como una moto. Corrían también Mario, que se lo tomaría como un entreno controlado y Jorge, nuestro “primo”, que nos acompañaría también en el debut con muy buen humor. Así es que lo mejor de la mañana después de eso y la foto de rigor, fueron los pintxos y los txikitos que nos tomamos por los baretos de Bilbao como aperitivo y para llenar las reservas que tenían que servirnos en los 21 km, terminamos comiendo un arroz de excepción para morirse. Dicho esto… correr no sé si correría, pero comer… ¡uf! ¡hasta arriba! ¡imposible bailar esa noche! Pero estuvo muy bien porque después de eso nos fuimos a dormir una siestecita, con lo que la tarde pasó rápido hasta que llegó la hora de ir a la carrera. Con los nervios que caracterizan este momento, aunque yo estaba tranquila, empecé a sentir el cosquilleo a medida que nos acercábamos a la zona de salida. Había miles de personas, un gran ambiente, se anunciaba un buen espectáculo, saludos a los conocidos que había por allí, despedida de turno a nuestros familiares que nos seguirían por varios puntos y al cajón de salida. Allí de casualidad nos encontramos con nuestra compañera Marta (que momentos antes habíamos intentado ver y nos fue imposible) y estuvimos hasta que se produjo el disparo de salida, que por cierto, iba en bloques. Esto fue un poco caótico, demasiada gente y no muy buena organización, aunque se salía por tandas al final la salida era estrecha y apenas podías correr… desde el disparo de salida hasta que nosotras cruzamos, pasaron 8 minutos y el primer km más o menos, tuvimos que hacerlo a 6’, pero bueno… no teníamos prisa, empezaba la carrera y quedaban muchos km. Y bueno, poco a poco fueron pasando los km, entre charlas, risas, la pregunta constante “¿vas bien? ¿necesitas bajar el ritmo?” y es que me agobiaba que Ruth pudiera flaquear, que tuviera algún calambre o contractura y que no pudiera acabar su carrera que se había preparado con tantas ganas. Pero la cosa fue muy bien, fuimos todo el rato los tres, Ruth, Jorge y yo, pendientes ambos de ella mientras que Mario fue haciendo su propia carrera, a su aire y solo. Un recorrido con mucho ambiente, mucha gente aunque tampoco es que se desgañitasen animando, pero era agradable, de noche y con muy buena temperatura, algunas partes del recorrido bastante chulas, otras en cambio eran estrechas y te obligaba a bajar el ritmo. Así hasta el km 12 en el que nos encontramos con nuestra familia que nos dio un empujoncito para seguir arriba, ¡eso sí que es animar! ¡cómo gritaban! Y de vuelta en el km 15 ahí estaban otra vez… seguimos corriendo, nos tomamos el gel que tendría que darnos las últimas reservas y entonces fue cuando Ruth empezó a notar un poquito el cansancio, ya en el km 18 tuvimos que bajar un pelín el ritmo, ya las piernas pesaban pero casi no quedaba nada y había que tirar como fuera. Jorge se fue para bajar su marca y yo me quedé con Ruth tranquilamente, pim pam, pim pam, intentando que acelerase un poco, pero no estaba por la labor y hasta el km 20 que volvimos a ver a nuestros familiares y ese último grito “¡vengaaaaaaaaaaaaa! ¡qué ya está ahí la meta!” y es en ese momento cuando te queda un km que te apetece correr más que nunca, soltar todo lo que tienes dentro y acabar exhausta, quedarte vacía pero… no era la ocasión, Ruth no quería y la esperé para entrar juntas. Y por fin, último giro y ahí estaba, el crono marcando 1:58 y de repente veo a Ruth que aprieta y esprinta, me quedo flipada porque después del largo camino recorrido, yo esperaba entrar a la vez, pero ella se va y le digo “¿a dónde vas loca?” y la veo entrar, se para y me dice “quería bajar de 2 horas” a lo que le digo, “tía has hecho 1:50, eso es el tiempo desde el disparo, no el tuyo”, así es que le doy un abrazo, le felicito y ya está… a otra cosa mariposa. Objetivo conseguido.
Después de la carrera nos preparamos a salir, para romper la noche con más txikitos y pintxos pero… ¡cuál fue nuestra sorpresa que estaba todo cerrado! y nos quedamos con las ganas. Así es que terminamos cenando en un burguer por los pelos… tengo que decir que ese es otro punto desfavorable de esta carrera, tanto bombo para que luego la ciudad se quede vacía y prácticamente los corredores desasistidos, sin poder cenar, ni beber… una pena. Y con un bizcocho… a dormir y hasta el día siguiente, de vuelta para Madrid. Eso sí, vuelvo a decir que fue un fin de semana increíble, muy chulo, divertido y con gusto a que todo había salido genial, desde luego de esos que te dejan con las ganas de volver a repetir la experiencia, eso sí, quizás en otra ciudad, en otra media.
Después de este “alto en el camino”, la cosa sigue, la música no ha parado y hay que seguir danzando, así es que… tocaba enfrentarse a la última semana del primer ciclo del plan… ahí estaba, la cuarta. Yo me encontraba bien o mejor dicho, eso creía porque aunque la media no me supusiera mucho esfuerzo, cuando arranqué el lunes con el plan y el martes llegaron los circuitos ¡uf! Fue cuando me di cuenta de que mis piernas estaban al límite, demasiada carga y casi sin fuerzas, arrastras como pude salí a flote hasta que llegó el momento del “temido TEST”. No puedo evitarlo, me tiemblan las piernas sólo de pensarlo, ya sé que lo he dicho muchas veces pero de verdad… me supera, ese 1.000 a tope me puede, me bloquea y no consigo entender por qué, a qué se debe ese pánico a esta distancia, si no sale… ¡pues no sale! ¡qué más da! Pero es que vamos, no me lo creo ni yo, en lugar de tomar esta actitud hago justo lo contrario, se me aflojan todos los músculos, entro en barrena y prefiero no enfrentarme a ello, así me pasó. El jueves cuando tocaba hacer ese mil en pista, decidí que estaba cansadísima, que no podía ni con mi alma, que las piernas no me daban para más y al final, no lo hice… ¡seré cobarde! Tengo que hacer algo a este respecto… y no sé si el remedio es hacer 200 miles en un día hasta que reviente… ¿qué hago? Y terminó la semana bien, mucho mejor de lo esperado porque el sábado acudí a mi primer entreno en El Cerro. Allí con todo el grupo pude probar lo duro y a la vez gratificante que puede ser un entreno, cuando consigues hacerlo (como sea) y lo satisfecha que te deja semejante esfuerzo… porque creedme que un calentamiento, más 12 cuestas y de postre cuatro miles (que conseguí hacer a pesar de la presión que tenía en mi cabeza), te dejan las piernas para el arrastre, pero el ego por las nubes, así es que muy contenta, rematando el domingo con el rodaje típico con las chicas.
Y así, pasito a pasito, nota a nota… voy aprendiendo una nueva coreografía, no sólo como mover el cuerpo “al son del plan”, adaptarlo, provocarlo, forzarlo… sino también aprendiendo a relajar la mente, ir pensando de otra forma, ir superándome con ese ritmo… escucha, siente, baila, “feel the Music”.
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