Y en el reloj de antaño,
como de año en año,
cinco minutos más para la cuenta atrás.
Hacemos el balance de lo bueno y malo,
cinco minutos antes,
de la cuenta atrás.
Y una vez más como de año en año, estoy frente a ese reloj, hago el balance hasta el momento en que se produce la cuenta atrás… y se oye a gritos “10, 9, 8, 7…”
Como era de esperar, volví a cerrar el año corriendo, pero en esta ocasión un poquito diferente. Es costumbre y tradición desde que empecé a correr, la misma carrera año tras año, así es que volví a participar en la San Silvestre Vallecana… unas veces he buscado la marca, otras veces he acompañado a alguien y esta vez… ha sido mi estreno en la Internacional y aquí está mi crónica.
Este reto de correr la Internacional surgió el año pasado durante la cena de Navidad con mis compañeras Canguras y la verdad, no pensé que aquella “chorradilla” pudiera traerme tanto quebradero de cabeza, porque llegar hasta la línea de salida para salir “disparada” no ha sido una decisión fácil y rápida.
Bueno, no recuerdo muy bien cuándo empecé a darle vueltas, quizás tres meses antes, quizás dos… no lo sé, el caso es que por esas fechas me invadió una sensación de inseguridad, un montón de preguntas, dudas… no estaba muy convencida de ir. La cuestión es que cuando me lo propuse mi intención era “correr la Internacional y hacer algo digno”, no quería llegar la última, no quería hacer el ridículo, si iba a correr una carrera de esa índole, al menos quería hacerlo en un tiempo medianamente aceptable. Y precisamente el tema era todo lo contrario, ni mi planificación, ni mis objetivos de la temporada, nada de esto cuadraba por ningún sitio… esta carrera no era mi objetivo, no se encontraba en el punto adecuado, mi forma física (estando en fase de carga el cuerpo no me daba) y además era una distancia que no estaba entrenando… así pues “¿para qué voy? ¿qué sentido tiene?”.
Constantes divagaciones cruzaban mi cabeza… en el punto de mira, es demasiado tarde y la familia estará esperando para la cena, en el punto de mira, es de noche y hace frío, en el punto de mira, no estoy en forma y no voy a resistir, en el punto de mira, qué pereza no me apetece correr, en el punto de mira, no encontraré mejora, el resultado me va a frustrar, en el punto de mira, estoy acojonada…
Y mientras tanto, entre bromas de inocentes… ¡zas! ¡un jarro de agua fría y realidad! ¿será entonces verdad que me da miedo enfrentarme a mí misma? Conozco mis posibilidades, soy conscientes de lo que hay y de la realidad, no hay truco, no hay magia… ¿por qué tanto miedo a enfrentarme a algo que es evidente? Creo que el problema es algo tan simple como “aceptar” y además… si no, ¿qué más da? ¿importa? ¡pues toma bofetada!
Total, que al final, después de todas esas idas y venidas, alguna discusión por ahí de fondo y más… me dispuse a correr el 31 de diciembre. Inauguramos el día yendo a la San Silvestre Vicalvareña para que los niños corrieran (otra tradición más), corrieron muy emocionados a pesar del frío, lo pasaron bien y nos fuimos a comer un plato de pasta… ¡cómo no! Lo diferente de correr en esta edición, es que durante el resto del día puedes tener una “vida normal”; pasé el día tranquilamente con los niños y Mario, comimos a una hora normal, nos echamos la siesta un ratito… y preparamos todo sin prisas y sin ni agobios, aunque el único agobio ese día era la huelga de transporte público, que nos generó algo de ansiedad por si llegábamos o no a tiempo, así pues, decidimos irnos en metro con bastante tiempo de antelación.
Y después de la eterna espera en el andén, el viaje en metro prácticamente vacío, sin ese colorido tan típico de camisetas que suele inundar los vagones a otra hora, llegamos al Bernabéu a las 19:00 de la tarde. ¡Qué diferente todo aquello! ¿dónde estaba la música? ¿la algarabía? ¿la gente? ¿el barullo? ¿las colas y colas en los aseos o en los stands de bebida? ¡No había nada de eso! Sólo había una noche fría y silencio, no había apenas gente, ni luces, la organización de la carrera estaba desmontando todo, los stands, los aseos, las pancartas y otras señalizaciones. Así pues, enseguida nos encontramos con varios amigos, compañeras y compañeros del Canguro, amigos del GGM y del “mundo”… con los que pasamos un ratito charlando y preparándonos para correr, dejamos las cosas en el ropero, calentamos un poquito con un trote, unas rectas y la eterna pregunta… “bueno Raquel y tú… ¿cuál es tu objetivo? ¿qué vas a hacer?”, así es que justo antes de la salida, tuve que volver a enfrentarme a esa realidad, “¿yo? sólo acabara, ya veremos que sale, porque no me voy a acercar ni a mi marca, así es que… no lo sé”, pero sin embargo sí sabía que lo que iba a hacer era correr todo lo que pudiera, a todo lo que me diesen las piernas, hasta reventar y decir ¡basta!.
Y en el reloj de antaño,
como de año en año,
cinco minutos más para la cuenta atrás.
Hacemos el balance de lo bueno y malo,
cinco minutos antes,
de la cuenta atrás.
Así es que ahí estaba, había hecho el balance, había repasado todo el recorrido hasta llegar a la línea de salida y justo se oía la cuenta atrás, con la élite delante y nosotros allí atrás, justo la última, al final, ahí estaba yo… deseé suerte a Mario y Belén me dijo “pase lo que pase, nunca mires atrás, siempre adelante… haz tu carrera”, la verdad es que al menos me apetecía haber corrido con ella, es una buena corredora y que mejor compañía que ir con una amiga, pero aún así, me grabé sus palabras, respiré, esperé al disparo de salida y cuando se produjo, salí a correr viendo como cientos de corredores salían despavoridos por delante de mí.
Y así arranqué, subiendo Concha Espina, vi a Maite, a Mario y algún amigo más que se iba, mientras no había recorrido ni 200 m me pesaban una barbaridad las piernas y pensé “si no soy capaz ni de subir la cuesta, ¿cómo voy a recorrer 10 km?”, pero ya había decidido correr, así es que, no quedaba otra. Llegué al km 2, me encontré con una corredora del Alcorcón y cruzamos un par de frases, al mismo tiempo vi a Lourdes y a Elsilla que bajaban la primera cuesta de Serrano por la zona del CSIC, las vi alejarse muy sueltas y yo no encontraba mi punto, iba mal y sólo llevaba 10 minutos de carrera. Malos pensamientos rondaban mi cabeza mientras llegaba a la parte central de Serrano, a sus toboganes, a su lujo rodeado de luces, a su tranquilidad, era un ambiente tan diferente a la popular, que me encontré fuera de lugar, me vi sola… ¡estaba corriendo la San Silvestre Vallecana e iba sola! Y fue cuando me pregunté “¿qué estoy haciendo yo aquí?”, miré a mi alrededor, no había apenas gente, no había casi corredores salvo alguna chica unos metros más adelante, iba sola y aunque no miré atrás, me dije si aquella era la carrera en la que quería estar.
Pero no paré, seguí corriendo y a duras penas llegué a la puerta de Alcalá, momento en el que me junté con un par de corredoras más, dos compañeras de viaje con las que haría casi lo que quedaba de carrera. Y justo en Cibeles estaba mi tío Claudio, agazapado haciendo fotos, al momento de pasar se levantó, me siguió unos metros e intentó animarme… pero yo iba mal.
Así llegué a Atocha, acompañada de mi nuevo grupo y allí cambió algo, el ambiente, la gente, aquello era otro mundo… los gritos, los ánimos, el ruido, la gente hacía pasillo a los corredores, casi no podíamos ni pasar, tuvimos que hacerlo de uno en uno y fue una bajada increíble, toda la Avenida Ciudad de Barcelona era un espectáculo. Gracias a la bajada y a Cristina (la chica con la que hice grupo) fui regulando y recuperando un poco las fuerzas, había que llegar hasta el puente como pudiéramos porque quedaba lo más difícil, la subida al estadio, los dos últimos km más duros de toda la carrera. Cruzamos el Puente de Vallecas y enseguida, giro a la derecha y empieza la subida, me temblaron las piernas, eran pocas las fuerzas que me quedaban pero ya que estaba allí, no podía abandonar, había que terminar e intenté no bajar el ritmo. Entonces me di cuenta de que casi en el km 9 Cristina se quedó un poco colgada, intenté tirar de ella pero no me siguió y yo no paré, mientras la otra chica que nos había hecho prácticamente toda la carrera, aguantaba a mi lado mientras su compañero la seguía y gritaba desde la acera para que no se descolgase, que me siguiera, pero al final… también se quedó.
Y prácticamente, otra vez sola, recorrí el último km casi con lágrimas en los ojos, con dolores en los cuádriceps, deseando acabar aquello, la respiración no me daba, empezó a llover y de nuevo vi a mi tío, se puso a mi lado y me animó. En ese momento, a unos 300 m de la llegada me pasó Belén que debía de haber ido todo el tiempo detrás de mi (nunca la vi porque seguí su consejo de no mirar atrás) y mi tío me dijo que me pegase a ella, pero yo volví a hacerlo y lo dije, no podía, no iba, ¡cuánto sufrí!, no me quedaba nada dentro, eran los últimos giros en subida alrededor del estadio, allí estaba, sus luces, se oía gente, Belén se iba y entré en el estadio justo detrás de ella. La verdad es que la sensación fue indescriptible, la alfombra verde, el barullo en las gradas, la lluvia, los focos, la meta y mis últimas fuerzas me permitieron un último sprint, aunque ya me daba igual, sólo me quedaba cruzar la meta y parar el crono… hasta el final.
Y entré con un ataque de tos que casi me muero y vi a Lourdes, a Maite muy contenta (enhorabuena campeona por conseguir ese objetivo), también a Belén y por supuesto a Mario que me recibió como siempre en sus brazos y felicitándome, Roberto y Cristina que entró después, vi a la chica de Tarragona y algún amigo más que ya casi ni recuerdo. Estaba hecho, había recorrido los 10 km hasta el final, no abandoné a pesar de mis pensamientos y además, contra todo pronóstico, incluso hice marca personal bajándola en 25’’, la verdad es que no es mucho pero no deja de ser una MMP y un minuto menos que mi edición del año pasado en la SS Popular: 42’33’’.
Después de ahí, tengo que hacer una crítica a la organización porque cierto es que por lo que vale la carrera, por lo que significa y por lo que mueve, tuvimos que esperar 20 minutos bajo la lluvia hasta que nos dieron nuestras mochilas los camiones ropero (que habían llegado tarde). Gracias a Paco y a Roberto por sus “abrigos” tan originales (aunque no me han salvado de un resfriado que aún hoy, catorce días después, todavía me dura) y al final, entre bromas y agua, saludos y quizás nuevos amigos… nos fuimos a casa a celebrar con la familia el final de año.
Resultado: satisfecha, contenta y agotada… vuelvo a tener la marca para repetir la SS Internacional al próximo año si quisiera, pero por ahora y de momento no voy a pensarlo… ya veré. Pero he de decir que en general, la experiencia me gustó, a pesar de los malos momentos, a pesar de lo duro que me pareció en algunos instantes, a pesar de la soledad, incluso de esa mala organización… fue una nueva y gratificante experiencia, una carrera entre chicas (pocas veces puedo hacerlo porque generalmente voy con chicos salvo en los crosses, pero ese es otro nivel del que ahora no voy a hablar), una carrera en la que puedo medir mis fuerzas de forma más o menos homogénea aunque en esta ocasión, creo que no estaba en igualdad de condiciones. Quizás algún año me la prepare a conciencia, quién sabe… a minuto cada año, conseguiré bajar de 40’ con 40.
5 comentarios:
Menudo sufrimiento hasta llegar a meta, por momentos me he angustiado. Me alegro de que llegaras lo disfrutaras y de la gran marca.
Felicidades
Enhorabuena por tu carrera!
Un saludo!
¡Campeona! ¡Has rascado un minutazo a tu marca sin estar entrenando específicamente esta distancia! ¡Qué manera de darlo todo desde el principio! Me dejaste asombrada con tu entrega. Debe de ser el gen ese del que hemos hablado...
¿Qué harás el día que decidas preparar un 10k en condiciones?
Un besote y hasta la próxima,
Emocionante, Raquel... como todo en tu vida, una cosa más que merece la pena que compartas con los demás. ¡Enhorabuena!
Sobre todo por escribir este "tocho", jajaja
Un besazo
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