Es evidente que esta temporada está siendo rara, fuera de mi tónica habitual… apenas escribo, apenas consigo abrir mis pensamientos, tengo encerrados mis sentimientos y no dejo volar a las sensaciones. ¿A qué se debe esto? ¿miedo, rabia, apariencia? Que nadie sepa la verdad… no, no es fácil, nada es fácil, todo conlleva un esfuerzo, un sufrimiento, también existen buenos momentos, gratificantes, te dejan buen sabor de boca… y entonces frases como aquella que dice “el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional” bombardean tu cabeza, pero nada tan real y verdadero, como en aquella mítica serie cuando oíamos: “Queréis la fama, pero la fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar. Con sudor.” Y ya te digo que lo pagas, vamos si sudas… ahora entiendo a Leroy Johnson cuando tantas veces intentó tirar la toalla y mandarlo todo allá bien lejos.
Así es que tenemos un buen cóctel: dolor, sufrimiento, sudor y todo ello cuesta, porque si fuera poco, encima no es gratis, sino que requiere esfuerzo… qué paradoja, ¿verdad? Esforzarse para sufrir… ¡pero es que estamos locos! ¿o qué?
Pues debe ser “o qué” porque ahí seguimos, luchando, intentándolo una y otra vez, aún dándote contra una pared, aún cayéndote de bruces, da igual si te rompes las rodillas o los músculos ni te soportan… incomprensible, ¿qué buscamos con todo esto? ¿qué queremos demostrar? ¿cuál es el verdadero objetivo? ¿realmente lo hacemos por nosotros mismos? ¿tan importante es superarse y mejorar una marca? ¿tanto cambia tu vida por ello? ¿eres más feliz cuando lo consigues? Sólo es un momento, un instante… ese en el que cruzas la meta y paras el crono para ver que has bajado tu marca unos segundos, algunos consiguen hasta bajar algún que otro minuto y parece que hemos alcanzado la gloria... a veces no es una marca, pasamos a mayores y ahora queremos superar una distancia… pasamos del 10K a la media maratón, algunos intrépidos y valientes se atreven con el maratón (la gran distancia) y ya los más locos hasta se dedican a los ultras porque ahí da igual el tiempo, el reto es conseguirlo, sobrevivir a ello… decir “yo he corrido 100 km” y en ese momento la gente flipa, “¡gloria al valiente guerrero! ¡grande!”, en fin… ¿qué puedo decir de todo esto? Ante todo y por supuesto, mi máximo respeto a todas estas personas (entre las que me incluyo) porque sólo el hecho de ponerte en una salida, aguantar la respiración antes de activar el crono e intentarlo… tiene un mérito enorme, no es fácil estar ahí porque desde luego… todo ha requerido un grandioso esfuerzo, dolor, sufrimiento y por supuesto… yo lo admiro, pero al final, un sinfín de retos, objetivos y etc. etc. que no llevan a ningún sitio porque ¿sabéis qué? Nunca es suficiente, no nos vale, queremos más y más, sobre todo si encima el reto no se ha conseguido y la frustración nos invade, pero sea cual sea el resultado… volvemos a intentarlo, volvemos a caer, volvemos…
Entonces diréis… ¿y cuándo se divierte toda esta gente? ¿cuándo lo pasan bien? Pues ese es el tic de la cuestión porque yo ahora mismo, no lo sé. Es un momento tan efímero que se olvida rápido, apenas se percibe… no lo sé, yo no sé cuando dejó de ocurrir, si es que realmente ocurrió porque existen segundos, momentos, a veces días, no lo sé.
En resumen, una temporada rara en cuanto a sentimientos, sensaciones, emociones… apenas tengo ganas de ponerlas en blanco, ni de organizarlas, mucho menos de mostrarlas, cuanto menos se sepa, mejor… al fin y al cabo ¿a quién le importa? ¿por qué sigo sufriendo? ¿estoy disfrutando? ¿dónde está el límite entre uno y otro? Me gustaría encontrarlo, me gustaría que alguien me ayude a encontrarlo… ¿podemos llegar a abrir los ojos ante esto?
Pues ahí dejo esta pequeña reflexión que me lleva a contar donde estoy ahora… “la fama cuesta”, pero ¿qué más me da? ¿qué fama estoy buscando? ¿qué es lo que quiero? ¿qué intento demostrar? Y peor aún, ¿a quién? a mí misma… ¿seguro? ¡ja! Es lo que decimos todos pero al final sabemos que no es verdad, buscamos el halago, buscamos el reconocimiento, buscamos subir nuestra autoestima… yo, realmente ya no lo sé, no sé qué quiero, no sé si me apetece, no sé si disfruto o sufro más que otra cosa, no sé si todo esto me merece la pena, no lo sé… o quizás ha llegado el momento.
La cuestión es que entre estos ir y venir, paso del campeonato de España de clubes a dos diez miles que pasan por aquí, por esta mi temporada sin pena ni gloria, desapercibidos, sin buenas sensaciones, sin ser dignos de recordar, sin ningún otro objetivo que engrosar “mi palmarés” de carreras patéticas.
El primero de ellos cuando me inscribí tenía ganas, ánimos, incluso intención de competirlo e intentar mejorar mi marca, podía ser un buen sitio para conseguirlo, una carrera adecuada en cuanto a perfil y climatología, pero… cuando llegó el día, todo había cambiado… no tenía ni ganas, ni fuerzas, ni objetivo, ni intención de disputarlo a tope por cosas varias que me había ocurrido en las últimas semanas que dicho sea de paso, estuve hasta a punto de no ir. En fin, lo que iba a ser un fin de semana de tensión competitiva con amigos y otros atletas, disputando el 10K de Laredo… se convirtió en un fin de semana con amigos y niños en el que “ya que estoy aquí, pues voy a correr”, eso sí, al final fue agradable y divertido. En resumen, ni me preparé, ni sentí la tensión de la carrera, ni me cuidé en la alimentación y al final me puse en la salida a probar, a correr y que saliera lo que saliera. No voy a decir que no sufriera, porque como en toda carrera al final lo pasa mal, pero encima a los 2 o 3 km ya iba con flato y mis fuerzas fueron decayendo poco a poco, así es que fui perdiendo a mis dos amigos con los que iba en grupo y quedándome rezagada allí con mi historia, mis pensamientos y mi eterno “¿y qué hago yo aquí?”. No merece la pena mencionar km a km cómo fue la carrera, no fue una buena carrera pero en los 2 últimos km me reencontré con mi amiga y eso me hizo subir un poquito el ánimo, me uní a ella y finalmente, en los últimos 500 m conseguí incluso acelerar el ritmo… resultado MMP por 30 segundos. Y pensaréis… ¿pues qué bien, no? ¡qué tía! Sin prepararlo mejora la marca, ¡estará contenta! Pues ya veis, nada más lejos de la realidad, para mí no fue un triunfo, no disputé la carrera con todos mis sentidos, digamos que “pasaba por allí” y aquello no es meritorio porque total, 30 segundos no son nada, la carrera tenía un perfil fácil y al fin y al cabo, si más o menos mantienes tu forma… pues compara la San Silvestre Vallecana con el 10 K de Laredo… es como comparar un huevo con una castaña, vamos… que no cuenta, que no vale, que me da igual y que a mí no me supuso ninguna alegría ni motivo de celebración… ¡qué estupidez! ¿verdad? Pues ahí estoy yo, así soy.
Después de ese diez mil decido preparar la pista… venga, voy a intentarlo este año de verdad, voy a esforzarme, voy a prepararla a conciencia… sé que es dura pero seguro que puedo con ella… ¿seguro? ¡qué ilusión más intrépida e inconsciente! Total que me uno a mis compañeras del Fuenla y decido hacer el plan 800-1500 que pone el entrenador en la escuela, así por las bravas como una valiente y como si tal cosa. Pero… ¡ay amigos! lo que os decía, ¡cuán intrépida es la ignorancia! No tenía ni idea a lo que me enfrentaba, ni lo que iba a suponer, por supuesto mucho menos a que pudiera hacerlo… así es que entre col y col, decido apuntarme al 10K del R&R Madrid por ver cómo andaba de forma, aunque ahora mismo no fuera de ver más allá de un 1.000, yo voy y me lanzo a la piscina. Os podéis imaginar el fracaso, porque en esta ocasión por supuesto no mejoré marca, sino que la empeoré y lo que es peor, sufrí como una perra. Los 5 primeros km tendidos y cuesta arriba desde Cibeles hasta el Bernabeu, son terribles, sobre todo para mí que afectada por la alergia no me entra ni una gota de aire en los pulmones, voy sin oxígeno y encima para colmo, te dejas llevar por el ritmo con el que sale la gente que es a toda leche… así es que, lo pagué con creces y pinché por todos lados. Cuando llegué arriba y vi que el globo de 45 minutos estaba a mi lado, me dio un bajón del quince que estuvo a punto de hacerme abandonar, pero eso sí, ya me conocéis que al final, hasta el día de hoy, aún no lo he hecho y me dije… “venga que es cuesta abajo, aprovecha y luego en la última cuesta, ya veremos cómo salimos”. Dicho y hecho, sin apenas oxígeno ni en los pulmones ni en los músculos, con las piernas pesadas y doloridas, alargué zancada y allá que me lancé Castellana para abajo. Fui bien hasta la Puerta de Alcalá donde llega el último km de subida y entonces fue cuando me quería morir, pasito a pasito como una tortuga fui subiendo, aquella cuesta se me hizo muuuuuy larga, hasta que al final entramos en el Retiro y justo, allí a lo lejos a 500 m veo el arco de meta mientras suena “Higway to Hell” de AC/DC y pienso que efectivamente ha sido un infierno pero aprieto en esos últimos metros y entro en meta todo lo digna que puedo. Lógicamente la marca ni mencionarla pues se queda muy lejos de mi MMP, con lo que además de haber sufrido, el resultado es nulo y las sensaciones con las que te quedas son pésimas, a todo eso le añades el “si es que no tenía que haber venido” y te consuelas diciendo, entre que no es una carrea para hacer marca y que voy jodida por la alergia, mejor paso página y a otra cosa mariposa.
Y ahí se quedan eso dos diez miles… mientras tanto sigo entrenando la pista. ¿Qué puedo decir de ella? Dura y exigente como ella sola, te pone en tu sitio una y otra vez, cuando crees que has conseguido un buen entrenamiento, llega el siguiente y ¡zas! Te mete un palo que te deja por los suelos… es imposible sacar una semana entera de entrenamientos satisfactorios, porque o no salen las cuestas o no consigues ir a ritmo en la PA, las series son patéticamente lentas o la fuerza te tiene tan atrofiada que los músculos te duelen hasta llorar. Yo pensaba que podría, fui muy valiente retándola pero me está venciendo, no puedo con ella, me sobrepasa una y otra vez, para un entrenamiento que me sale bien, me salen otros diez mal… las semanas son duras, estoy agotada física y mentalmente, los gemelos los tengo a reventar, los isquios tocados, los cuádriceps duros como piedras, voy cogiendo peso y todo me cuesta más… “la fama cuesta, aquí se suda y todo pesa”, sinceramente, hay que ser un privilegiado o tener mucha fuerza de voluntad para afrontar la pista, dicho de otra forma, hay que tener una cabeza estable y bien amueblada acompañada de un par de cojones.
En cierta forma no es sólo esta etapa final de la temporada, creo que en líneas generales ha sido una temporada dura y larga: desde el año pasado con el cross, el verano con el paso por la pista y el maratón, apenas he parado o descansado adecuadamente… por supuesto ni que decir de la mayor carrera emocional vivida con mi pequeño (que aún arrastro porque nunca acaba, tanto más dura que incluso un ultra y el más allá) hasta hoy, este año de nuevo en el invierno con la preparación del cross, aumentando en días de entrenamiento, introduciendo rutinas nuevas como son los circuitos de fuerza e intentando estar a la altura, mucha técnica de carrera para fortalecer tobillos y mejorar en algo la zancada, no ha sido sólo un trabajo físico, sino también mental (que es generalmente el que me vence). Así es que entre la fuerza que he metido, los entrenamientos tan exigentes, las pruebas mentales (12 vueltas a la pista da para preparar algo más que las piernas), estoy muy cansada, me pesan mucho las piernas, encima he cogido peso y parece que voy arrastrando el cuerpo… ¿para qué sirve tanta fuerza entonces si coges más musculatura que luego eres incapaz de mover? No me siento ágil, ni en cuerpo ni en alma, me siento torpe, sin técnica, sin gracia… no es bonito, no es eficiente y creo que ya no tengo ni edad para afrontar este tipo de pruebas, quizás deba dedicarme a otro tipo de disciplinas, en la montaña sufría subiendo pero os aseguro que los entrenamientos no tenían nada que ver (al menos los que yo hice, no puedo hablar de la gente que se dedica a la montaña en cuerpo y alma porque lo desconozco, seguro que también se dejan la piel); incluso preparando maratón he sufrido menos y de verdad, no le quito mérito a los entrenamientos para ello porque requieren tiempo pero vas a otro ritmo que no te deja tan exhausta y con sensación de no poder moverte… y por supuesto no voy a valorar los ultras (que desconozco por completo), pero dejadme en que dude de que pueda haber algo más duro y difícil que la pista, pocos metros a intensidades súper altas que te dejan petrificado, imposible moverte porque de verdad, no vas… y cuando no vas, ni aunque tu cabeza quiera, es en los pocos sitios que de verdad son las piernas quienes te frenan… siempre lo diré, lo que sentí en aquel 800 cuyos últimos 80 m se me hicieron eternos, no lo he sentido en ninguna carrera, ni siquiera en el maratón de Berlín en el cual me paré y volví a andar… aquello fue bestial, inaudito, como se te bloquean las piernas y no eres capaz de dar un paso. Eso sí, tengo que decir que es impresionante ver a tantos chiquillos y jóvenes atletas allí en la escuela con tanta calidad, corren cual gacelas, vuelan y van como si no les costara nada… es increíble verles correr en la pista, es bonito y mejor aún es escuchar sus comentarios en los entrenamientos, porque también sufren, también les cuesta, también se esfuerzan… pero ellos, tienen juventud y toda la vida por delante para hacer de esto, algo más que correr.
En fin… hoy estoy aquí, intentando reflexionar sobre mi momento, intentando justificar el por qué de mi esfuerzo y mi sufrimiento, intentando encontrar ese objetivo, reto o alimento para mi ego porque en verdad, hoy no lo encuentro… hoy he llegado a decir “hasta aquí he llegado, creo que es el momento de dejarlo, no puedo seguir”. Intento buscar los ánimos en la gente que me rodea, pero no me sirve, ni siquiera mis compañeras, Mario (que ya debe estar harto de tanta gilipollez) o mi madre que se preocupa cuando me ve triste y agazapada… nada puede levantarme la autoestima hoy, las sensaciones son malas y tengo mis dudas de que la noche ayude a aliviarlas. Hoy no he podido con el entrenamiento… un test, sólo la palabra ya me acojona, he pasado todo el día pensando en ello y al final, he llegado con la cabeza diciéndome “no vas a poder porque estás acojonada” y así ha sido, antes de empezar ya lo había perdido, durante el rodaje iba escuchando a mis compañeras y no he sido capaz de cruzar ni una palabra porque estaba inmersa en mis pensamientos negativos, “no podré con ello”, no he conseguido hacerlo, pero hasta el punto de frenarme en seco, sentir un nudo en el estómago hasta dolre y notar que me quedo sin aire… “¡maldito mil que ha podido conmigo!”, ahí estaban esos metros en mi cabeza o debería decir esos km porque no había un mil, había algo más, había bastantes más km y me han sido inalcanzables, he frenado a los 300 m, ni siquiera he conseguido dar una vuelta completa a la pista… ¡imaginaros la sensación! Ha sido lamentable y patético, al final he abandonado y me he ido a casa totalmente frustrada, llorando, echando por la borda todo el entrenamiento, ni el 800 ni el 600 de después los he podido hacer, aunque he pasado diez minutos deliberando entre si seguir intentándolo o no… al final se ha acabado, mi cabeza ha dicho ¡no! y me ido pensando que no quiero competir, no me atrevo, no soy capaz, no merece la pena, no me reporta nada y así no se puede ganar a la pista, no creo que llegue al final, no creo que llegue al campeonato de España de veteranos, no creo en mí… esta batalla la he perdido, “ha llegado el momento”.
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